176 páginas
Editorial Canaán
Argentina, 2009
Encuadernación rustica.
Precio para Argentina: 52 pesos
Precio internacional: 17 euros
Combinando el análisis político, el relato histórico y personal y la crónica de unas tribulaciones académicas que finalmente lo condujeron al exilio, el conocido historiador israelí Ilan Pappe recoge en este libro algunas de ias causas que hacen que la mera noción de democracia aplicada al Estado de Israel, parezca, cada día más, una entelequia desnaturalizada.
Sofocada en una atmósfera de consignas unánimes, intelectuales orgánicos y mansedumbre pública y mediática ante los dictados de un gobierno arbitrario y dictatorial, la libertad de expresión es siempre la primera víctima.
Como apunta el propio lian Pappe, en su crítica al Estado de Israel:
“El hecho de disparar a periodistas y asesinar a activistas de los derechos humanos en Cisjordania, por una parte, y el reino de terror e intimidación en el campus por otra, son parte del mismo fenómeno.”
ÍNDICE
Prólogo Pedro Brieger…………………………………. 1
Prefacio Ilan Pappe. Prefacio especial para esta edición en castellano ……………………………………………………………9
I- Poder y conocimiento en Israel, 1948-2000…………….13
II- La clausura del espíritu y la militarización del espacio
público, 2000-2003 ……………………………………………… 39
III. El caso Tantura………………………………. 67
IV El caso Katz ………………………………….. 97
V. El complot, el juicio y la absolución……. 115
Epílogo. El presidente, el decano y la historiografía de Palestina……………………………………………………127
Anexo I: Algunas cartas de apoyo……………… 133
Anexo II: Firmas de apoyo a Ilan Pappe,
enviadas al historiador Baudouin Dupret………………141
Mar Gijón Mendigutía: Los nuevos historiadores israelíes.
Mitos fundacionales y desmitificación ………….. 143
PRÓLOGO
Hasta la aparición de Ilan Pappe y los llamados “nuevos historiadores” israelíes, la historia del conflicto israelí-palestino estuvo contada, casi de manera exclusiva, desde dos lados antagónicos.
Por un lado, la narrativa israelí hacía hincapié en el abandono voluntario de los árabes de sus tierras.
Los palestinos, por el contrario, afirmaban que habían sido víctimas de un plan premeditado para expulsarlos de ella.
Los israelíes consideraban que no habían tenido ninguna responsabilidad en la huida de los árabes ya que ésta se habría producido por el llamado de los dirigentes de los otros países árabes para que abandonaran Palestina.
Los intelectuales palestinos siempre sostuvieron que la versión israelí respecto del éxodo palestino era falsa y en la memoria colectiva palestina había quedado grabada la palabra “Nakba” como sinónimo del desastre que había provocado la expulsión de 1948, para permitir el nacimiento del Estado de Israel.
Desde el punto de vista histórico-fáctico ya es innegable que existió una expulsión de la mayoría de los palestinos de su territorio.
Suele afirmarse que la historia la escriben los que ganan y en este caso se confirma la regla, ya que los medios de comunicación occidentales, los más influyentes del planeta, se encargaron de reproducir la versión de los israelíes.
El primer y principal relator de la “Nakba” fue el investigador sirio, Constantine Zurayk, quien publicó en agosto de 1948 su libro Ma ‘na al Nakba (El significado del desastre).
Este libro no tuvo mucha difusión por fuera del círculo de algunos intelectuales árabes y por este motivo tampoco se convirtió en el relato palestino de lo sucedido en 1948.
Después del shock de la expulsión, los palestinos trataron de contrarrestar la versión israelí de los hechos explicando que sí se había producido una expulsión premeditada y planificada, Más que la narrativa de su propia historia lo que hicieron fue combatir la versión israelí de los hechos.
Aquí cabe destacar un hecho singular. A pesar de que algunos investigadores palestinos reconocidos como Walid Khalidi o Salman Abu Sitta se dedicaron a revelar la planificación y expulsión de los palestinos de su tierra, no fue hasta la aparición de los “nuevos historiadores” israelíes, en los años ochenta, que los grandes medios occidentales se hicieron eco de la existencia de la “otra” historia.
Por una cuestión generacional esta nueva camada de jóvenes historiadores, sociólogos y politólogos israelíes -como el autor de este libro, Ilan Pappe- no habían tomado parte de lo que los israelíes denominan “la guerra de liberación o de la independencia”.
Al no estar involucrados personalmente pudieron distanciarse de los sucesos y desarrollar una crítica mas amplia y global del sionismo.
El surgimiento de los “nuevos historiadores” aportó una nueva visión desde una perspectiva israelí que tiene numerosos puntos de contacto con los estudios realizados por los intelectuales palestinos.
Uno de sus méritos es el de provocar con sus escritos una ruptura con algunos mitos fundacionales del Estado.
Pappe -y otros- cuestionan la versión tradicional israelí de la huida voluntaria de los palestinos, la supuesta moral superior y excepcional de los soldados israelíes durante los combates, la abrumadora superioridad de los ejércitos árabes o la voluntad de paz de los gobiernos israelíes.
Para Pappe ya se ha convertido en un desafío derrumbar mitos que han funcionado como “verdades” incuestionables y han servido para cohesionar a la población israelí.
Los viejos historiadores israelíes nunca abandonaron sus convicciones y apego al sionismo cuando entraban a la biblioteca para estudiar y revisar los documentos y las fuentes históricas.
Entre sus presupuestos iniciales siempre fue fundamental el derecho inequívoco del pueblo judío a la tierra de Israel y la visión de que el sionismo representaba la única solución a la cuestión judía. Esto quiere decir que el principal problema de los viejos historiadores y sociólogos fue abarcar su campo de estudio partiendo desde la justeza del sionismo en función de ésta cosmovisión ideológica.
Es cierto que muchos de los viejos historiadores no tuvieron acceso a gran parte de los archivos, pero también es verdad que, cuando lo tenían, distorsionaban los hechos que no eran de su agrado o directamente no los presentaban en sus escritos.
A pesar de ello, no pudieron evitar la mención de la matanza de Deir Yassin, las expulsiones de los pueblos de Ikrit y Bir’am en el norte de Israel o el famoso “Plan Dalet” de expulsión de árabes, analizado minuciosamente por Pappe en su libro La limpieza étnica de Palestina.
La historia de la expulsión de los palestinos todavía tiene muchos agujeros negros y por ello es un gran mérito el de Han Pappe de develar lo sucedido en Tantura, uno de esos casos perdidos en el proceso de la creación del Estado de Israel.
Son tantos los casos “perdidos en la historia” que ni siquiera los historiadores han logrado develarlos todos.
Uno de los menos conocidos sucedió en las refinerías de petróleo de propiedad británica en la ciudad portuaria de Haifa el 30 de diciembre de 1947, meses antes de la finalización del Mandato británico.
La historia oficial israelí cuenta que ese día trabajadores árabes atacaron y mataron a sus pares judíos dentro de la refinería. Lo que suele ocultarse es que, previo al ataque de los árabes, explotaron bombas colocadas en la entrada de la fábrica por miembros del ETZEL (Organización del Ejército Nacional, una de las organizaciones clandestinas sionistas) que mataron e hirieron a numerosos árabes. Estos, como respuesta, entraron a la refinería y atacaron a los judíos que se encontraban dentro de la planta industrial. Allí mataron a 39 de ellos. Sólo unos pocos historiadores israelíes revelaron lo sucedido, aunque siempre de manera parcial.
Nataniel Lorch, quien organizó y dirigió la Sección Histórica del Ejército israelí desde 1952 escribió que los judíos fueron asesinados y que los árabes sólo fueron heridos.
Por circunstancias de la vida tuve la oportunidad de conocer a Iaakov Taut, uno de los sobrevivientes judíos de la matanza, un trabajador de origen alemán que había llegado a Palestina huyendo del nazismo. Taut me contó la historia más de treinta años después de los hechos. Entre emoción y culpas por haber sido el único judío sobreviviente en un grupo de diez amigos que trabajaban juntos, me contó cómo fue gravemente herido y rescatado por los británicos que le salvaron la vida después de una larga internación.
Taut, obrero y autodidacta, volvió a trabajar en la refinería y antes de morir escribió un libro crítico del sionismo que fue publicado en su Alemania natal. Allí cuenta con detalles lo sucedido, convirtiéndose en una fuente oral de primera mano de incalculable valor histórico, conocida por muy pocos.
Los actos oficiales que cada año recuerdan el hecho tampoco suelen mencionar la primera parte de la historia. Y el mismo Pappe en su destacado libro The Making of the Arab-Israeli Conflict, 1947-1951, dice apenas que hubo “escaramuzas entre judíos y trabajadores árabes en las refinerías, cuyo resultado fue la muerte de 40 judíos”.
Esto demuestra el arduo camino que le queda por recorrer a las nuevas generaciones de investigadores que todavía rastrean a los sobrevivientes de la “Nakba”.
Los textos de Pappe y los otros “nuevos historiadores” publicados en los años ochenta se dieron de manera paralela a un hecho fundamental, el levantamiento palestino de diciembre 1987, más conocido como Intifada.
Esa fue la primera vez en la historia del conflicto israelí-pales-tino que una palabra en árabe penetró en los grandes medios, dándole legitimidad a la lucha palestina que se desarrolló con piedras en contra del ejército israelí que ocupa
Cisjordania y Gaza desde 1967.
Hasta ese entonces las expresiones utilizadas solían ser aquellas que mostraban principalmente la versión israelí de los hechos. Un ejemplo de ello es la guerra de 1973 que pasó a ser conocida mundialmente como la guerra de “Iom Kippur”, “siendo que los palestinos la denominan la “Guerra de Octubre”.
Como la batalla mediática es parte del conflicto, la utilización y repetición de los conceptos son también los que le dan legitimidad a uno u otro lado.
Con la aparición de los “nuevos historiadores” los medios de comunicación occidentales le abrieron una puerta a un relato diferente de lo sucedido en 1948 prestando mayor atención a la versión palestina de los hechos.
A posteriori, los acuerdos de paz de Oslo de 1993, reinstalaron el debate sobre 1948 ya que uno de los reclamos de los palestinos es el retorno de los refugiados, y refugiados en este caso es sinónimo de expulsión. Y expulsión ya se ha (re)convertido en sinónimo de “Nakba”.
Cabe resaltar que los propios palestinos hasta la década del noventa tampoco utilizaban de manera pública y política la expresión “Nakba”, aunque su tragedia apareciera en los relatos de los escritores como Mahmud Darwish o Ghassan Kanafani, entre otros.
Ni siquiera, Yasser Arafat, el principal dirigente palestino, utilizó la palabra “Nakba” en el recinto de Naciones Unidas, el 13 de diciembre 1988, cuando anunció la independencia del Estado de Palestina.
La aparición de la expresión “Nakba” en los medios masivos de comunicación puede ser considerada un éxito político y mediático para los palestinos.
Paradójicamente, se lo deben a Ilan Pappe y los otros “nuevos historiadores” israelíes ya que, ahora, cuando se conmemora un aniversario del nacimiento del Estado de Israel, los medios masivos de comunicación occidentales también explican la tragedia de los palestinos.
La gran diferencia radica en que ya no aparecen los palestinos como refugiados producto de la “perversidad” árabe que los instó a abandonar Palestina, como rezaba la versión israelí, sino que aparecen como víctimas de una expulsión masiva provocada por los israelíes.
La legitimidad obtenida en el ámbito mediático se ha trasladado a lo político y les da a los palestinos mayor fuerza para luchar por sus derechos, sean éstos la construcción de un Estado independiente o la continuidad del reclamo del retorno a su tierra de los refugiados expulsados en 1948, en lo que Pappe con toda justeza define como Los demonios de la Nakba.
Pedro Brieger
PREFACIO A LA EDICIÓN CASTELLANA
Por lo general, no solemos pensar que exista una conexión directa entre los países latinoamericanos y la cuestión palestina, y en especial con la Nakba (Catástrofe) de 1948. Y sin embargo la hay, como demuestra un repaso detallado de la historia. No en vano, varios de estos países jugaron un papel crucial en la aprobación de la Resolución 181, la célebre e infame Resolución de la Partición de Palestina, adoptada el 29 de noviembre de 1947. La lógica que la amparaba, y que suscribían tales miembros latinoamericanos de la ONU, decía que la terrible experiencia de los judíos en Europa merecía la compensación de un Estado judío en suelo palestino. El hecho de que los judíos fueran tan sólo un tercio de la población total de Palestina y de que, en su mayoría, hubieran llegado allí pocos años antes, no pareció tener ningún peso en la formulación de esta política.
Dada esta lógica, no sorprende que el plan de partición de la ONU de noviembre de 1947 no llevara la paz a la región, sino todo lo contrario, un sangriento choque entre la comunidad de colonos judíos y la población palestina nativa. La dirigencia sionista entendió la posición de la ONU como una carta blanca para transformar buena parte de Palestina en un Estado judío puro, es decir, para expulsar a los palestinos de todas aquellas áreas que el plan de partición destinaba a los judíos. Cuando se hizo evidente que ni los palestinos ni los Estados árabes circundantes aprobarían este plan, el lideraz-go sionista decidió ir más allá y tomar por la fuerza territorios que la partición había asignado a los palestinos. Al margen de lo que se convertiría en la Franja de Gaza y Cisjordania, los sionistas ocuparon casi el 80% de Palestina, desalojando a sus pobladores, destruyendo sus aldeas y ciudades y judaizando la tierra. Cisjordania quedó en manos jordanas mediante un acuerdo, mientras Egipto dispuso de la ínfima parte de territorio que constituía la Franja de Gaza.
Vista la magnitud tanto de la comunidad judía, y su fuerte apego por Israel, como de la comunidad palestina y árabe en países como España, la Argentina y otros, sólo espero que sean ellos los primeros en leer y comprender la naturaleza y la verdadera dimensión del crimen cometido contra el pueblo palestino en 1948. Para el lector judío no será fácil. Yo soy un israelí judío, nacido en Israel, que sirvió en el ejército y estaba a punto de integrarse plenamente en la sociedad israelí cuando unos estudios de doctorado vinieron a cambiarlo todo. Descubrí la verdad de lo que había ocurrido en 1948 y, desde ese momento, me fue imposible no verme decisivamente involucrado, en especial como hijo de una familia alemana judía, muchos de cuyos miembros habían perecido durante el exterminio nazi.
He dedicado mi vida a difundir esta historia por el bien de los judíos y de los palestinos. Sólo afrontando los acontecimientos de 1948, reconociéndolos y honrando la memoria de sus víctimas habrá una oportunidad de genuina reconciliación en Palestina e Israel.
Este libro es también para aquellos que en España, la Argentina o más allá comprenden la importancia que lograr la paz en Palestina e Israel tiene para la estabilidad mundial. Si volvemos a la raíz del problema, tendremos la posibilidad de ayudar a resolverlo. Espero también que la honradez de los lectores les lleve a entender, si es que aún no lo han hecho, la urgente necesidad de identificarse con la causa palestina y de contribuir a ella con los medios a su alcance. Se trata de una causa justa y moral, y en su solución pacífica reside la esperanza de un futuro mejor para todo el mundo, judíos, musulmanes y cristianos en la Tierra Santa de Israel y Palestina.
Ilan Pappé