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LOS INDOEUROPEOS Sus orígenes y migraciones – ADRIANO ROMUALDI

200 páginas
Ediciones del CEI
(Centro de Estudios Indoeuropeos)

2002, España
tapa blanda, plastificado, con solapas
Precio para Argentina: 60 pesos
Precio internacional: 15 euros

El presente libro podría ser un manual universitario, en el cual se podrían haber estudiado los orígenes de nuestros pueblos de un modo claro y fecundo. De hecho lo habría sido si en 1945 hubiese vencido Europa. Sin embargo, desgraciadamente, en ese oscuro año se consumó un desastre mucho más vasto que una derrota militar. Dos concepciones del mundo se enfrentaron en una guerra por la existencia. Todavía continúan haciéndolo. Ya no son los esqueletos de sus ciudades arrasadas lo que ven los ojos de los vencidos, ni lo que oyen es el fragor de las bombas, sino que lo que contemplan es un mundo extraño, fundado sobre valores profundamente ajenos, mientras que los bombardeos han sido sustituidos por un proceso permanente de desinformación, de simple mentira. Lo que se consumó en 1945 no fue una mera derrota militar. El cese de las hostilidades fue seguido por una política de «vacunación» destinada a evitar una nueva toma de conciencia, un rearme ideológico y ético, a la par que humano, que permitiese a Europa reanudar la lucha. El Sistema concibió planes y estableció directrices en los más diversos ámbitos. Y uno de sus objetivos esenciales consistió en llevar a cabo un proceso de eliminación de las señas de identidad de Europa.
En el presente trabajo … Adriano Romualdi realiza una doble tarea: por un lado, recogiendo los trabajos de especialistas que realizaron su obra hasta la década de los cuarenta (Specht, Meyer, Schulz, Antoniewicz, el propio Günther…) conjugándolos con los resultados de la lingüística comparada de décadas posteriores (Krahe, Thieme) exponiendo un corpus doctrinal del máximo nivel científico que resulta contundente en sus conclusiones, estableciendo claramente la ubicación de la Urheimat de nuestros antepasados en la zona comprendida en el sur de Suecia, Dinamarca, y la llanura germano-polaca; por otro, somete a una severa crítica las tesis que durante años intentaron ocultar esta realidad…

ÍNDICE

Prefacio de a la edición castellana      5
Prólogo  11

I     – El problema indoeuropeo desde el punto de vista filológico y etnológico         15

II   – El Neolítico:
Orígenes y primeras migraciones indoeuropeas    35

III  – Las Edades del Bronce y del Hierro:
La formación de las nacionalidades indoeuropeas         61

IV  – El problema indoeuropeo y la antropología 83

V   – Los indoeuropeos y la raza nórdica      105

VI  —Conclusión     135

Excurso: Los orígenes del latín 138
Mapas    149
Anotaciones    159
Bibliografía    187

EL AUTOR

Adriano Romualdi, murió a los treinta años en 1973 en un accidente de carretera. Era hijo de Pino Romualdi vicesecretario del MSI. Profesor universitario y ensayista, era colaborador de gran parte de las revistas del neofascismo italiano de los años sesenta, sobre todo de “Nuevo Orden”. Autor de muchos textos y organizador cultural del área del radicalismo italiano de derechas, estaba entre los primeros activistas intelectuales evolianos (de quien también es biógrafo). Similar al de Evola su juicio es impetuoso. Harto de patriotismos, de nacionalismos que ya no tienen significado después de la segunda guerra mundial, afirma que el forcejeo entre las naciones se ha reemplazado por el de entre continentes. En este cuadro, Romualdi supera el antimodernismo de desesperación de los últimos años de Evola (el ocaso del oeste) y propone al área extrema del neofascismo una nueva perspectiva política basado en su “nacificación del fascismo”.

PREFACIO A LA EDICIÓN CASTELLANA

El presente libro podría ser un manual universitario, en el cual se podrían haber estudiado los orígenes de nuestros pueblos de un modo claro y fecundo. De hecho lo habría sido si en 1945 hubiese vencido Europa. Sin embargo, desgraciadamente, en ese oscuro año se consumó un desastre mucho más vasto que una derrota militar. Dos concepciones del mundo se enfrentaron en una guerra por la existencia. Todavía continúan haciéndolo. Ya no son los esqueletos de sus ciudades arrasadas lo que ven los ojos de los vencidos, ni lo que oyen es el fragor de las bombas, sino que lo que contemplan es un mundo extraño, fundado sobre valores profundamente ajenos, mientras que los bombardeos han sido sustituidos por un proceso permanente de desinformación, de simple mentira. Lo que se consumó en 1945 no fue una mera derrota militar. El cese de las hostilidades fue seguido por una política de «vacunación» destinada a evitar una nueva toma de conciencia, un rearme ideológico y ético, a la par que humano, que permitiese a Europa reanudar la lucha. El Sistema concibió planes y estableció directrices en los más diversos ámbitos. Y uno de sus objetivos esenciales consistió en llevar a cabo un proceso de eliminación de las señas de identidad de Europa, en cuyo contexto se encuadra la extensión de la confusión sobre el origen y la naturaleza de Europa: el hecho de que la etnología, la arqueología, la antropología, junto al estudio de las religiones o la sociología antigua hasta mediados de la década de los cuarenta hubiesen establecido que los primeros indoeuropeos habían constituido un pueblo aristocrático, guerrero, de origen septentrional y raza nórdica, poseedor de una concepción de la vida y de lo sagrado enraizada en una tradición viva y a la vez inmemorial, y que grupos surgidos del seno de este pueblo hubiesen dado origen a diversos ciclos de civilización, creaciones
análogas de un mismo elemento espiritual y humano: la India, el Irán, la Hélade, Roma, la Céltica… poseía demasiadas implicaciones «peligrosas» y las consecuencias a deducir resultaban eran demasiado evidentes, y no en vano el estudio y la reivindicación del mundo indoeuropeo había ocupado una posición central en la ideología y el «mito» que acaban de ser derrotado (Lothar Kilian alude a esta cuestión cuando escribe «pronto tras la Segunda Guerra Mundial se consideró que la única tesis planteable era la del origen oriental de los indoeuropeos mientras que la tesis del denominado círculo nórdico quedaba anticuada». No cabe mayor sutilidad). Por esta razón se falsearon datos de excavaciones, se elaboraron teorías absurdas (se pretendió que la lengua indoeuropea se reducía en realidad a un conjunto de isoglosas y poco más, que la Europa central y nórdica había sido indoeuropeizada lingüísticamente por los portadores de culturas arqueológicas de las que no existe el más leve indicio en esos espacios, que los indoeuropeos originarios, en realidad, no eran sino campesinos anatolios del primer Neolítico… y así hasta la saciedad) y no se tuvo escrúpulo en mentir deliberadamente y a conciencia. La «cuestión indoeuropea» había sido completamente «desactivada».
En el presente trabajo, que mereció la alabanza del especialista en indoeuropeística Giacomo Devoto, y que constituyó la introducción a la edición italiana obra de H. F. K. Günther, Frömmigkeit nordischer Artung, y en el caso del excurso sobre los orígenes del latín, un artículo publicado en la publicación Ordine Nuovo (nº4, diciembre 1971), Adriano Romualdi realiza una doble tarea: por un lado, recogiendo los trabajos de especialistas que realizaron su obra hasta la década de los cuarenta (Specht, Meyer, Schulz, Antoniewicz, el propio Günther…) conjugándolos con los resultuados de la lingüística comparada de décadas posteriores (Krahe, Thieme) exponiendo un corpus doctrinal del máximo nivel científico que resulta contundente en sus conclusiones, estableciendo claramente la ubicación de la Urheimat de nuestros antepasados en la zona comprendida en el sur de Suecia, Dinamarca, y la llanura germano-polaca; por otro, somete a una severa crítica las tesis que durante años intentaron ocultar esta realidad, a veces incluso con cierto humor negro (C.-H. Boettcher ha llamado la atención con cierta sorna sobre el hecho de que la expansión del Ejército Rojo hasta el Elba contribuía a hacer verosímiles las fantasías de jinetes nómadas indoeuropeos que arrasan Europa procedentes de las estepas del sur de Rusia). En este sentido debemos expresar un cierto optimismo, puesto que la comunidad científica, superada la presión de la posguerra, va guiándose cada vez más por criterios propiamente histórico-arqueológicos en vez de político-ideológicos, con la lógica consecuencia de la revitalización de los planteamientos y teorías que se exponen y proponen en el presente trabajo. No obstante, durante los casi treinta años transcurridos desde su publicación se han producido numerosas novedades en los campos de la prehistoria y la lingüística que nos han obligado a introducir una serie de notas con el fin de poner al día la argumentación que desarrolla el autor sobre el origen y la personalidad étnica de los indoeuropeos. Uno de los elementos nuevos que han venido a trastocar todos los planteamientos sobre la prehistoria europea ha sido la revolución cronológica que ha supuesto la datación mediante el carbono 14 y su posterior calibración siguiendo diferentes métodos. En consecuencia, hemos tenido que readaptar toda la cronología empleada por el autor, quien redactó su trabajo en los albores de esta transformación, haciéndola retroceder sustancialmente*.
Es el origen racial común la base de nuestro nacionalismo europeo: no lo son las necesidades geopolíticas, ni el haber compartido una historia común, ni tampoco tener unas formas culturales muy semejantes, sino que es un nacionalismo basado en la sangre. Si nuestras etnias tienen unas formas culturales comunes, si nuestros estados deben unirse política y militarmente, si nuestra gente debe seguir recorriendo la historia unida, es porque biológicamente somos un único pueblo, sin ello nada de lo demás tendría demasiado sentido, ni demasiada importancia. Somos los descendientes de aquellos indoeuropeos que dieron comienzo a sus migraciones desde el norte de Europa a finales de la última glaciación: comunidad de lengua y comunidad de ideas, pero, ante todo, comunidad de sangre.
También, desde el CEI, y haciendo honor a nuestro nombre, queríamos dejar claro definitivamente un tema tan fundamental para todo el nacionalsocialismo hispánico, como es el del origen de los indoeuropeos, nuestra identidad como tales y, como subraya, Adriano Romualdi, el valor de lo indoeuropeo como «mito cohesionador» para el nacionalismo europeo. Tradicionalmente hemos venido chocando con cierto miope nacionalismo español que se contentaba con el ramplón y simplista «España es diferente», cuando no apelaba a la «España mestiza» «crisol de culturas» y demás (el «nacional-masoquismo» al que J. M. Fernández-Escalante lanza, irónico e inmisericorde, afiladas puyas). Pues no, España no es diferente, ni «mestiza», ni mucho menos «mora»: los hombres que hoy la poblamos somos descendientes de aquellos invasores, colonizadores o repobladores procedentes del Norte; ellos fueron los que forjaron el cuerpo y el alma de este extremo sudoccidental del continente europeo, y nosotros sólo nos reconocemos en aquellos nacionalistas que ven en el Norte su origen y su identidad, más allá de que su nacionalismo sea español, castellano, catalán, abertzale o galleguista: si ven en el Norte y en la sangre su verdadera Patria, su lucha es la nuestra.
El segundo motivo que nos ha llevado a editar este libro, es presentar al público de habla hispana al autor del mismo, Adriano Romualdi, injustamente desconocido en nuestros ambientes; idealista, conjugó la militancia política con una profunda preparación ideológica, filosófica e histórica que le permitió obtener plaza de profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Palermo. Figura de referencia en el MSI, del que siempre fue miembro destacado en su obra puede constatarse una incesante labor de aggiornamento del Fascismo y del Nacionalsocialismo (dos concepciones ideológicas que en su esencia resultaban para él absolutamente identifícables), bajo el prisma de la Tradición, encaminado, sin renunciar a nada, a encarar la batalla política posterior a la derrota militar del 45; también en sus planteamientos teóricos y prácticos en el terreno político, se puede ver el genio de alguien que muy lejos de nostalgias y apasionamientos sentimentales, mira la realidad desde las cimas donde sólo llegan los más grandes, su propuesta es la de un dorio, la de un ario: nada de cantos al pasado — algo tan fácil en la Italia de los años 60 y 70 – nada de nostalgias de lo superfluo, pero tampoco ninguna transigencia en el campo de los valores, en la defensa de la verdad y en la denuncia de los enemigos de Europa, combate para el que hacen falta armas adecuadas y eficaces y, entre ellas, un partido capaz de ejercer influencia en la sociedad y de ganar cotas de poder real constituía la única forma eficaz y realista de hacer frente a las fuerzas contrarias, dotadas de eficaces organizaciones de esa misma naturaleza. Este fue el sueño y también la realidad del MSI. Desgraciadamente, Adriano Romualdi falleció en Roma a causa de un trágico accidente de tráfico durante el caluroso verano de 1973.
Por lo que sabemos, hasta la fecha sólo se ha traducido una de sus obras al castellano, Julius Evola el hombre y la obra, por ediciones «Iskander» de Valencia, que constituye sin duda el mejor ensayo escrito sobre el Maestro italiano. Sin embargo, la obra de Adriano Romualdi no se circunscribió a un único campo, sino que trató con profundidad, seriedad y rigor una gran variedad de temas concernientes a nuestra Weltanschauung, por lo que consideramos una tarea fundamental la traducción y edición de la mayor parte de sus trabajos. En este sentido, confiamos que Los indoeuropeos constituya el primer capítulo de esta labor.

Los editores

* Las fechas ya calibradas se indican mediante las siglas bc, mientras que se emplea a C cuando por algún motivo ha sido preciso ofrecer una fecha sin calibrar. Por otra parte, hemos querido proporcionar unas orientaciones bibliográficas que puedan resultar útiles a todo aquel que desee profundizar en esta problemática. Así, con el fin de evitar que el exceso de notas hiciese incómoda la lectura hemos incluido en el texto las n otas originales de Adriano Romualdi correspondientes a los capítulos I, II y III, casi todas citas textuales de obras de otros autores. Sin embargo, en los capítulos IV y V hemos mantenido las notas originales como tales, ya que por nuestra parte hemos incluido una cantidad sensiblemente menor, que identificamos con un asterisco (*) para distinguirlas de las del autor.

PRÓLOGO

No puede decirse que el problema indoeuropeo sea muy popular en la Europa de hoy. Campo reservado a los especialistas en filología y en arqueología, relegado de los medios de información general y ligado a unas pocas ideas vagas e inconexas (la India, la raza «caucásica»), no ha ejercido ninguna influencia — al menos entre nosotros – sobre las concepciones globales de la historia que inducen a los hombres a creer y a combatir.
Sin embargo, el descubrimiento del parentesco entre las lenguas indoeuropeas y su derivación de un tronco común, que se verificó a comienzos del siglo pasado, posee en sí una serie de elementos susceptibles de constituir el fundamento de una gran idea unitaria de la raza blanca. Esta idea podría contribuir a una toma de conciencia significativa para la Europa contemporánea, en la medida en la que el mito «ario» saliese del terreno de la pura ciencia o del de los equívocos políticos para entrar a formar parte de una visión del mundo revolucionaria y conservadora. Contra la marea subversiva mundial que amenaza con sumergir nuestro continente, la idea aria podría constituir un punto de referencia para las energías europeas supervivientes.
Al hablar de idea aria no estamos haciendo referencia simplemente al simple sentido de pertenencia a la raza blanca*, sino a la aceptación consciente de los valores que encarna la tradición indoeuropea en la historia de la civilización. Existió una unidad espiritual desde la germánica Islandia hasta la India aria, una unidad que deja su fuerte impronta en monumentos épicos como la Ilíada, el Mahâbhârata y el Nibelungenlied. En el interior de esta unidad florecen la Hélade y Roma, los valores aristocráticos, cualitativos y agonísticos del mundo clásico. La conciencia de esta tradición de sangre y de espíritu y su contraposición a formas de religiosidad semítica infiltradas durante el ocaso del mundo clásico, que hoy vuelven a manifestarse como fuerzas disolventes, podría ser de vital importancia para la definición de una visión del mundo específicamente europea.
Hasta hoy, el único gobierno europeo que ha hecho gala de esta «conciencia aria», si bien entre incomprensiones y errores, fue el de la Alemania nacionalsocialista. Este fenómeno no puede ser completamente comprendido todavía, pero no podrá dejar de tenerse presente cuando el conflicto mundial entre razas y continentes haya alcanzado toda su intensidad. No resulta, por tanto, nada sorprendente que haya sido precisamente el nacionalsocialismo el valorizador de la obra de algunos de los más interesantes intérpretes del mundo indoeuropeo. Entre ellos se encuentra Hans F. K. Günther, autor de numerosas obras en las que prehistoria, antropología y filología se funden en una tentativa de reconstruir los valores de la Arianidad. Reproponer su obra—en realidad proponerla, puesto que es la primera vez que uno de sus libros se ha traducido en Italia — constituye para nosotros mucho más que una mero servicio prestado a la circulación de las ideas. Se trata de una afirmación de la validez de la idea nórdico-indoeuropea para la definición de una perspectiva histórica que no es la del nacionalsocialismo alemán de ayer sino la de un nacionalismo europeo de mañana.
Todos nosotros, y en particular los componentes de las nuevas generaciones, intuimos que nos encontramos ante una encrucijada histórica. Las viejas perspectivas nacionales, en las que fuimos todavía educados, quiebran por todos lados. Las patrias italiana, francesa o alemana-y con ellas los particulares enfoques históricos italianos, franceses o alemanes – ya no resultan suficientes ni pueden volver a hacerlo. Nacionalistas sin nación, tradicionalistas sin tradición, buscamos reconocernos en una patria y en una tradición más vastas.
En el mismo momento en el que seamos conscientes de las contradicciones entre los viejos patriotismos, comprenderemos la validez de la idea nacional como síntesis de los valores de sangre y de tradición frente a las corrientes niveladoras de un mundo bastardo. La necesidad de salvar el nacionalismo, transfiriéndolo del plano de los antiguos patriotismos al de un más grande nacionalismo de la Nación-Europa nos parece, más que nunca, la necesidad revolucionaria de hoy.
Así, el problema indoeuropeo se nos presenta como el problema del origen de Europa, de la fuente originaria de las energías nórdicas que con la Hélade, la romanidad y el germanismo dan forma a nuestra historia. La idea nórdica, tal y como la proponemos en el ámbito de la Weltanschauung del nacionalismo europeo, no pretende constituir un prejuicio de hecho contra grupos o individuos europeos, sino que aspira a ser un instrumento revolucionario en la comprensión de la historia que nos permita entender que no todos los elementos de Europa poseen el mismo valor y de qué forma, siguiendo la lógica genética que preside el nacimiento de nuestra civilización de un tronco nórdico, se distinguen en la historia de Europa corrientes centrales y periféricas, corrientes europeas y corrientes antieuropeas.
Aspira a constituir el instrumento de una weltanschauulicher Stosstrupp que nos señale qué es lo que somos y qué es lo que debemos querer.

* Resulta preciso no cometer el error de considerar la categoría «blanco» identificable con la de «ario». Que ambas nociones no son completamente equivalentes lo demuestra el que el racismo practicado en algunos estados es «blanco» pero no «ario». La Unión Sudafricana, por ejemplo,«… lejos de separar a los judíos de los puestos claves del país y, en general, de toda profesión mediante cuyo ejercicio puedan a lcanzar influencia política o cultural, les ofrece, a causa del simple color, todas las ventajas que gozan los “blancos”, ventajas que se niegan a los Arios asiáticos, por muy ilógico que parezca, incluso si (como en el caso de la mayor parte de los Brahmana y de muchísimos Kshatriya del Punjab) son de piel clara». (Devi 1976,25). (Nota del editor de la edición italiana de 1978).