200 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2014, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 120 pesos
Precio internacional: 18 euros
El libro de Wilfred von Oven presenta la variopinta vida de las SA, de dura disciplina y lucha política constante, de manera amena y documentada.
Resulta un testimonio de excepción, pues está contado desde el interior de la organización a la cual él mismo perteneció. Von Oven se une a los 18 años al NSDAP y la SA, pasando los más duros años de lucha en su seno, y si bien renuncia a ella una vez en el poder, termina la guerra como secretario del mismísimo Joseph Goebbels en el Ministerio de Propaganda del partido para luego exiliarse en Argentina finalizada la contienda.
A pesar de ser prácticamente el relato de un militante que siempre se asumió como tal, sus reflexiones sobre las internas de la SA y la contextualización política de dicha organización se hacen desde la distancia y con sentido crítico, recolectando el máximo de fuentes y documentación posible. Las anécdotas sobre los distintos jefes de la SA y su actuación, así como las experiencias recogidas en los avatares de varios años de lucha constituyen algunos de los párrafos más interesantes de la obra.
Mención aparte merecen las páginas dedicadas al desenlace que culminó en la “Noche de los Cuchillos largos” de junio de 1934. El autor no oculta sus simpatías por la opción de profundizar la revolución nacionalsocialista luego de la toma del poder, si bien señala claramente que Ernst Röhm no estaba a la altura de semejante empresa. El hecho de haber renunciado al Partido como consecuencia de aquel golpe resulta, no obstante, significativo de la postura de von Oven.
Existen muchas obras sobre las Juventudes Hitlerianas, las Waffen SS, el Partido Nacionalsocialista y los demás aspectos del III Reich. Sin embargo, escasean las buenas obras sobre las SA. El libro de von Oven llena provechosamente ese vacío significativo en lengua castellana.
ÍNDICE
Prólogo
I. ¿Por qué ese color pardo?
II. Sin placer en el Parque de Diversión
Capítulo 3. La esvástica en el casco de acero
Capítulo 4. Cruz de Hierro – Puño de Hierro – Frente de Hierro
Capítulo 5. ¿Patriotas o criminales?
Capítulo 6. ¿Quién debe llevar las armas del Reich?
Capítulo 7. Röhm en apuros de conciencia
Capítulo 8. Ya podrá cabalgar sin ayuda
Capítulo 9. Frente rojo y reacción
Capítulo 10. El correctivo democrático de Adolf Hitler
Capítulo 11. Sobre gusanos y otros reptiles políticos
Capítulo 12. La toma del poder por Hitler
Capítulo 13. Seis millones de desocupados
Capítulo 14. ¿Un Reich sin Hitler?
Capítulo 15. Le voy a destrozar
Capítulo 16. El destino de algunos nacionalsocialistas.
Capítulo 17. ¿Por qué no fue usted fusilado el 30 de junio de 1934?
Capítulo 18. El espíritu de la SA
Cuadro de Honor: Jefes SA con rango de Generales caídos por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial
Grados de servicios en la SA y sus correspondencias con los de la Wehrmacht
PRÓLOGO
Al abordar el fenómeno histórico del Nacionalsocialismo hay que comprender que, las más de las veces, ha sido hecho desde una mezcla de prejuicios, preconceptos, confusión e ignorancia que no han contribuido en nada a arrojar luz sobre una etapa histórica tan compleja de Alemania, Europa y el mundo sino que, por el contrario, ha obscurecido el diagnóstico.
No obstante la cantidad de obras y artículos de todo tipo, que se refieren a este fenómeno sociopolítico y sus consecuencias, es sencillamente abrumadora. Un historiador, Pierre Aycoberry, señala que un solo lector que dedique toda su vida a estudiar permanentemente las obras dedicadas al período nazi, sería incapaz de leerlas todas. Es por ello que, escritores y periodistas, siguen la norma de liquidar el tema demonizándolo y repitiendo los ya gastados clichés de la historiografía oficial de posguerra. La realidad es siempre infinitamente más compleja.
Dentro del movimiento nacionalsocialista, cuyos postulados se reflejaban en la doctrina del Partido Alemán Nacionalsocialista de los Trabajadores -llamado vulgarmente nazi- las escuadras de Asalto o Sturm Abteilung -reconocida por la sigla SA- tuvieron un papel preponderante en la preparación y posterior toma del poder en Alemania que llevó, en enero de 1933, a la constitución de lo que se conocería como III Reich.
Las SA, que inicialmente fueran escuadras de ataque del partido y guardaespaldas de sus jefes en los mítines públicos; llegaron a crecer paulatinamente hasta convertirse en una notable fuerza paramilitar. Por entonces, en Europa, era común la militarización de los civiles; ocurría con los fascistas en Italia y con los comunistas, por supuesto en Rusia soviética, pero también en todos los lugares donde había fuertes partidos comunistas como en Alemania. En la época de entreguerras, los choques por el dominio de las calles de “rojos” y “pardos” marcarían la tónica diaria en las principales ciudades alemanas.
Hay que destacar que los miembros de las SA, al principio y conformando la columna vertebral de esas escuadras, eran excombatientes de la Gran Guerra; muchos eran ex-Freikorps (“cuerpos francos”) que habían salvado a la nación germana de una revolución soviética. Esta gente se caracterizaba por un patriotismo enfervorizado, sentían que estaban llamados a un destino de salvación para la desdichada Alemania de posguerra, a la que los aliados vencedores -demostrando una gran miopía- sometieron a las exacciones y humillaciones del Tratado de Versalles. Era gente que venía de un mundo violento y que seguían viviendo en la violencia cotidiana de una crisis terrible que azotaba a su país al que amaban con sincera preocupación. De allí que la consigna “¡Despierta, Alemania!” fuera gritada en las calles con plena emoción y unción patriótica.
La jornada corriente en las SA consistía en hacer y distribuir propaganda, montar guardia en los locales, cuidar la seguridad del Führer y los demás jefes, adoctrinar a los miembros más jóvenes; reaccionar ante los ataques “rojos” o atacar los locales comunistas, marchar por las calles con las pancartas y símbolos del movimiento, preparar las grandes concentraciones nacionales y, por supuesto, enfrentar o escapar de la policía de Weimar. Todo esto entre un bocadillo y una jarra de café o de cerveza, en los momentos de permiso, bajo una disciplina muy estricta y una vida de camaradería pero también de sacrificio. Esa vida cuartelera apenas se disipaba al regreso al hogar, donde mujeres abnegadas preparaban la comida, antes que el marido o el hijo fuese a la manifestación, al tiempo que pensaban si volverían o si los tendría que buscar en los hospitales.
El libro de Wilfred von Oven presenta esta vida variopinta de manera amena y documentada. Resulta un testimonio de excepción, pues está contado desde el interior mismo de la organización a la cual pertenecía el último secretario del Ministro Dr. Goebbels. A pesar de ser prácticamente el relato de un militante que siempre se asumió como tal, sus reflexiones sobre las internas de la SA y la contextualización política de dicha organización se hacen desde la distancia y con sentido crítico. Las anécdotas sobre los distintos jefes de la SA y su actuación, así como las experiencias recogidas en los avatares de varios años de lucha constituyen algunos de los párrafos más interesantes de la obra.
Mención aparte merecen las páginas dedicadas al desenlace que culminó en la “Noche de los Cuchillos largos” de junio de 1934. El autor no oculta sus simpatías por la opción de profundizar la revolución nacionalsocialista luego de la toma del poder, si bien señala claramente que Ernst Röhm no estaba a la altura de semejante empresa. El hecho de haber renunciado al Partido como consecuencia de aquel golpe resulta, no obstante, significativo de la postura de von Oven.
Sabido es que, las SA en general, no estaban muy satisfechas con el desarrollo de la situación durante el primer año del régimen nacionalsocialista. Habían llevado todo el peso de la lucha por el poder y contaban con una larga serie de víctimas caídas en los enfrentamientos con los comunistas y la policía. Desde el 30 de enero del 33, los que habían sido imprescindibles apenas eran consultados y vegetaban alegres o tristes, según los casos. A principio de 1934 tenían cuatro millones y pico de afiliados, muchos de los cuales estaban desocupados. A veces escaseaba el pago y la falta de objetivos concretos llevó a muchos de ellos a una cierta indisciplina. La gente de la calle, las fuerzas armadas y las nuevas instituciones estaban intranquilas ante la posibilidad de una “segunda revolución” que llevara las banderas hacia un mayor socialismo.
Los propios jefes de las SA parecían carecer de respuesta ante la nueva situación. Se sentían hombres de armas a la vez que revolucionarios y detestaban al ejército profesional heredado de la República de Weimar. Muchos pensaban que la dirigencia política se estaba aburguesando y habían traicionado las banderas de la revolución que tanto había costado. Aspiraban a convertirse en un ejército popular, una fuerza de milicianos. Pero Hitler y sus colaboradores tenían otros planes.
En febrero de 1934 el Führer y canciller del Reich entre el Ejército y las SA, proclamando al primero como único cuerpo armado de la nación y subordinando a las segundas al Ministerio de Defensa a los efectos de su preparación militar. El jefe principal, Röhm, se mostró irrespetuoso permitiéndose bromas sobre el “cabo ignorante”, “Adolf desvaría, nosotros seguiremos actuando como hasta ahora”. Sólo el jefe de las SA de Hannover, Lutze, estuvo en desacuerdo.
A partir de allí, los acontecimientos se precipitaron. El general Reichenau, alertado por Lutze, se dirigió al jefe SS Heydrich y ambos agigantaron la disidencia de las SA hasta llevarla al grado de complot. Hitler no tuvo otra opción que apuntalar al Ejército y apoyarse en las Escuadras de Protección o SS, más consustanciadas con el Führer y que hacía tiempo que habían reemplazado a las SA en la protección directa del jefe supremo. Aquella noche cayeron no sólo los principales jefes SA con Röhm a la cabeza, sino algunos “reaccionarios” de los elementos conservadores. Se inauguraba así una política equidistante de los extremos de izquierda y derecha que remataba en el carisma de Führer en persona, quien en el curso del tiempo concentró el poder, aunque nunca en el grado en que lo hizo el stalinismo, por ejemplo.
La polémica sobre que habría pasado si las SA no hubieran sido purgadas puede seguir eternamente. Si la conjunción de fuerzas armadas profesionales y cuadros militarizados de militantes convencidos hubiera sido mejor, para el largo y terrible camino de la guerra que advino, pertenece al plano de las hipótesis. Stalin efectuó purgas terribles que le significaron un altísimo costo al comienzo de la guerra con Alemania y terminaron beneficiándolo al final, con una revolución de los cuadros de oficiales. Mussolini tuvo que llamar a la “vieja guardia” de escuadristas cuando lo dejaron prácticamente solo en la República de Saló. Alemania tenía otra tradición militar -muy marcada por la disciplina prusiana- y su experiencia histórica era diferente. Sin embargo, cuando la guerra se hizo cada vez más dura y hubo que pasar a la defensiva, fueron las unidades de Waffen SS (combatientes que no deben ser confundidas con la policía y la Gestapo) integradas por soldados políticos y voluntarios, las que más se destacaron como la guardia del Reich.
Existen muchas obras sobre las Juventudes Hitlerianas, las Waffen SS, el Partido Nacionalsocialista y los demás aspectos del III Reich. Sin embargo escasean las buenas obras sobre las SA El libro de von Oven llena provechosamente ese vacío significativo en lengua castellana.