334 paginas
22 x 16 cm.
Editorial Paidos, 2007
Colección Orientalia
Encuadernación rústica,
Precio para Argentina: 226 pesos
Precio internacional: 41 euros
Esta obra es una recopilación de cuentos, fábulas e historias moralizadoras hindúes escrita en sánscrito. Tal y como nos ha llegado hasta la actualidad, la versión india más completa consta de cinco libros, que atesoran un total de setenta y tres piezas en prosa intercaladas de poemas que, a manera de estribillo, ayudan a memorizar el mensaje esencial de la narración. [… ]
El Panchatantra constituye un excepcional vehículo de conocimiento del universo indio, que nos transporta de lo real a lo fantástico continuamente, rompiendo los límites del tiempo y el espacio, con un pasado indefinido que se convierte en espiral y un medio físico que se transforma en umbral de lo mágico. Se trata de un producto típicamente hindú, pues su hilván narrativo va engarzando los cuentos, unos dentro de otros. […]
Para el lector español la más importante versión de esta obra es la realizada por encargo del todavía infante y futuro rey Alfonso X el Sabio: nuestro Calila y Dimna, cuya influencia en España cala en la obra de Ramón Llull, el Arcipreste de Hita y el Conde Lucanor. […]
El Panchatantra es un magnífico reportaje de la India sempiterna, donde se unifican mitología y costumbre, realidad y fantasía.
Al lector español le ocurrirá lo mismo que al hindú de cualquier época: se sentirá inmerso en la unidad de toda la obra y, por un instante, permanecerá suspendido en lo ilusorio.
Del Prólogo
José Alemany Bolufer (1866-1934), erudito y filólogo español, doctorado en Filosofía y Letras, ejerció como profesor desde 1891. Fue catedrático de Lengua griega en la Universidad de Granada y luego en la de Madrid. Miembro de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia y autor de numerosos trabajos sobre lingüística indoeuropea, tradujo importantes obras del sánscrito al castellano.
ÍNDICE
Prólogo, Carmen García-Ormaechea 11
PANCHATANTRA
Nota del traductor 21
Introducción 31
Libro I: Desunión de amigos
Cuento principal: Del toro, los dos chacales y el león 35
Cuentos intercalados en el principal
Cuento I. El mono y la cuña 39
Cuento II. El chacal y el tambor 50
Cuento III. El rico Dantila, el barrendero y el rey 56
Cuento IV. Aventuras de Devazarman, que comprende:
1o Los dos carneros y el chacal 63
2o El tejedor, el barbero y sus respectivas mujeres 67
Cuento V. El tejedor que se hizo pasar por Vixnu 74
Cuento VI. El cuervo y su hembra, el chacal y la serpiente 80
Cuento VII. La grulla y el cangrejo (Conclusión del anterior) . . 81
Cuento VIII. El león y la liebre 85
Cuento IX. El piojo y la pulga 93
Cuento X. El chacal teñido de azul 95
CUENTO XI. El león, el tigre, el cuervo, el chacal y el camello …. 101
Cuento XII. El tittibha y el mar 108
CUENTO XIII. La tortuga y los cisnes (Continuación del anterior) 109
Cuento XIV. Los tres peces (Continuación del anterior) 110
Cuento XV. El gorrión, el pájaro carpintero, la mosca, la rana y el elefante (Conclusión del XI) 113
Cuento XVI. El león, el chacal, el lobo y el camello 122
Cuento XVII. Los monos y el pájaro 128
CUENTO XVIII. La hembra del gorrión y el mono 130
Cuento XIX. Los dos amigos 131
Cuento XX. La grulla, la serpiente, el cangrejo y el icneumón . . 135
Cuento XXI. El depositario infiel 136
Cuento XXII. El rey y el mono 139
Libro II: Adquisición de amigos
Cuento principal: Del cuervo, el ratón, la tortuga y el ciervo …. 143 Cuentos comprendidos en el principal
CUENTO I. Historia del ratón Hiranyaka 157
Cuento II. La mujer que cambia sésamo mondado por sésamo sin mondar (Continuación del anterior) 160
CUENTO III. El cazador, el cerdo y el chacal, a quien salió una cresta en la cabeza (Conclusión del 1) 161
CUENTO IV. Aventuras de Lo que ha de obtener 168
CUENTO V. Historia del tejedor Somilaka 174
Cuento VI. El toro, el chacal y la hembra de éste
(Continuación del anterior) 178
Libro III: Buhocorvina
Cuento principal: Los cuervos y los búhos 191
Cuentos intercalados en el principal
Cuento I. El elefante y las liebres 203
Cuento II. El gorrión, la liebre y el gato salvaje …. 207
Cuento III. El brahmán y los tres rateros 212
Cuento IV. El león en la cueva y el chacal 224
Libro IV: La pérdida de lo adquirido
Cuento principal: El mono y el monstruo marino 229
Cuentos secundarios
Cuento I. La rana y la serpiente 234
Cuento II. El león, el chacal y el burro 239
Cuento III. El cacharrero y el rey 243
Cuento IV. La leona, los dos leoncitos y el chacalito
(Conclusión del anterior) 244
Cuento V. El asno cubierto con una piel de tigre 246
Cuento VI. El suegro y sus cuatro yernos 247
CUENTO VII. El carretero, su mujer y el amante 248
Cuento VIII. La ratoncilla transformada en muchacha 251
Cuento IX. Los tres penitentes (Conclusión del anterior) 253
CUENTO X. La mujer joven de un viejo en presencia de un ladrón 257
Cuento XI. La mujer que se quedó sin marido y sin amante …. 260
Cuento XII. La pájara consejera y el mono 262
Cuento XIII. La mujer que dejó a su marido por un lisiado 264
Cuento XIV. El camello que por su orgullo fue muerto por el león 266
Cuento XV. El chacal triunfando del león, del tigre y de otra bestia, ante un elefante muerto 268
Cuento XVI. El perro en país extraño 271
Libro V: La conducta impremeditada
Cuento I. El comerciante, el barbero y los religiosos mendicantes
Cuento II. La brahmana y el icneumón 277
Cuento III. Los cuatro brahmanes que se fueron en busca de fortuna (Este cuento se continúa en los siguientes hasta el fin del libro) 279
Cuento IV. Los brahmanes eruditos y el brahmán discreto 283
Cuento V. Los eruditos mentecatos 285
CUENTO VI. Los dos peces sabios y la rana precavida 287
Cuento VII. El asno cantor y el chacal 290
Cuento VIII. El tejedor que siguió el consejo de su mujer 292
Cuento IX. El brahmán que quedó blanco en la cama 295
Cuento X. El rey y los monos 296
Cuento XI. El rakxasa, el ladrón y el mono 302
CUENTO XII. La princesa de tres tetas, el ciego y el giboso 303
Cuento XIII. El brahmán y el rakxasa
(Continuación del anterior) 304
Cuento XIV. El pájaro de dos picos 308
Cuento XV. El brahmán salvado por un cangrejo 309
Notas 311
Glosario 319
PRÓLOGO
El Pancatantra, nuestro Panchatantra, constituye una recopilación de cuentos, fábulas e historias moralizadoras hindúes escrita en sánscrito. Su título original, Pañcatantra, significa «cinco» (pañca) «tramas» (tantra, que también puede traducirse como «reglas» y «libros»). Tal y como nos ha llegado hasta la actualidad, la versión india más completa consta de cinco libros, los cuales atesoran un total de setenta y tres piezas en prosa intercaladas de poemas que, a manera de estribillo, ayudan a memorizar el mensaje esencial de la narración.
Según la tradición fue un soberano de Mahilaropya, entonces un pequeño reino del Dekán,quien a finales del siglo V o principios del siglo VI encargó al bráhman Visnusarman la redacción de un texto para instruir a los nobles de la corte; de ahí el marcado carácter didáctico que tiene el Panchatantra. Pero también, tal como se dice en la primera página de la obra, el rey quería principalmente educar a sus «tres hijos muy estúpidos», y lograrlo en tan sólo seis meses; por lo que, además, la trama se caracteriza por un planteamiento muy sencillo, y el texto por un estilo costumbrista, rayano en lo anecdótico.
Para escribir el Panchatantra Visnusarman aprovechó numerosos textos populares de la tradición literaria india, tanto apócrifos, Purdna o «Antiguos», como religiosos, Jdtaka o «Nacimientos». También pudo ser el resultado de la transliteración del Tantrükyayiká, un texto de similares características, hoy desaparecido, pero del que sabemos que se escribió en Cachemira durante los siglos IV y v.
Mucho más importante que su discutible originalidad es la enorme influencia que el Panchatantra tuvo en la posteridad, tanto dentro como fuera de la India, de lo que da más que cumplida cuenta la magnífica nota del traductor José Alemany Bolufer que recuperamos en este volumen (págs. 21-30).
Dentro de la India, una de las mejores muestras de la rica herencia literaria del Panchatantra la constituye el Hitopadesa, obra que fue escrita por el venerable Náráyana en Bengala entre los siglos XI y xill de nuestra era, alcanzando desde entonces gran popularidad. Otra versión india de gran interés es el Pañcákhyanaka, escrita en 1660 por Meghavijaya, un monje jai- na del Gujarat; y otra más, el Kathamritanidhi o «Tesoro del néctar de los cuentos», anónimo y de fecha incierta pero también escrito en sánscrito. Aunque más indirecta, es indudable la huella que el Panchatantra dejó en la obra titulada Kathásaritságara, el «Océano de ríos de cuentos», que escribió el bráhman Somadeva entre 1063 y 1081 en lengua sánscrita.
Fuera de la India, la primera traducción del Panchatantra fue la persa del año 570, que lleva por título Kalila wa Dimna («Karataka y Damanaka», los dos chacales que protagonizan todo el primer libro del Panchatantra), de la que surgen las versiones siriaca y árabe. A su vez, del Kalila wa Dimna árabe se hizo una traducción griega anónima en el siglo xi, otra hebrea en el siglo XII firmada por Rabi Joel, y de esta última, por fin, Juan de Capua realizó la traducción al latín entre 1262 y 1278 bajo el título Directorium Humanae Vitae,
Para el lector español la más importante versión del Kalila Wa Dimna es, sin duda, la realizada por encargo del todavía infante y futuro rey Alfonso X el Sabio: nuestro Calila y Dimna. Actualmente esta obra se conserva en dos manuscritos fechados en 1251, que se encuentran en el monasterio de El Escorial. La influencia del Calila y Dimna en la literatura occidental ha sido muy valiosa, y son escasos los compendios de cuentos populares europeos que no contengan alguno del Panchatantra. En España cala en la obra de Ramón Llull y del Arcipreste de Hita, y más concretamente inspira el Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio, escrito por el infante don Juan Manuel entre 1330 y 1340.
Las fuentes indias han sido determinantes en nuestra tradición literaria de las fábulas, pero también hay que tener en cuenta las fuentes de nuestra antigüedad clásica, tales como las fábulas griegas de Hesíodo, Arquíloco, Estesícoro y, fundamentalmente, Esopo; así como las latinas de Horacio, Cicerón, Apuleyo y, fundamentalmente, Fedro. Durante el medievo las tradiciones indias y grecorromanas confluyeron, pero en el Renacimiento se dio mayor protagonismo a las occidentales. Sin embargo, las fábulas indias pervivieron en la literatura europea, y florecieron con fuerza en las Fables (1668-1694) de lean de La Fontaine. En España alcanzaron su esplendor en las Fábulas morales (1781) de Félix María Sa- maniego y en las Fábulas literarias (1782) de Tomás de Iriarte. Durante los siglos XIX y XX, los autores españoles que pueden calificarse de fabulistas son menos célebres, aunque numerosos; entre ellos hay que resaltar a Antonio de Trueba, Juan Eugenio de Hartzenbusch, Ramón de Campoa- mor y, muy especialmente, al catalán Apelles Mestres, porque fue un entusiasta del arte oriental en todos sus ámbitos.
Tras citar estas referencias literarias del Panchatantra, brevísimas en comparación con la enorme importancia de esta joya de la literatura universal, vamos a recordar su contenido. El Panchatantra, como indica su título, consta de cinco libros, compuestos por numerosas piezas.
Libro I. Está dedicado a la «Desunión de amigos» y parte del cuento principal, en el que el chacal Damanaka (Dimna) intriga y encizaña, a pesar de las llamadas a la prudencia que le hace su «hermano» Karataka (Calila), hasta lograr la desconfianza y el enfrentamiento mutuo de dos amigos, el rey león y su protegido el toro. Ambos chacales apoyan sus opiniones sirviéndose de numerosos cuentos, cuyos personajes, bien sean animales, humanos e incluso divinos, narran a su vez más historias moralizadoras, lo cual no quiere decir que su lectura sea edificante sino muchas veces todo lo contrario, pues al lector puede enturbiarle el ánimo la continua mentira o la crueldad y perversidad de algunos personajes. Sin embargo, todo el texto está plagado de sabios consejos: «La palabra se ha de emplear donde, dicha, obtenga fruto y dure siempre su efecto, como el color en tela blanca» (Cuento I). De comentarios políticos: «El que sirve a los intereses del rey llega a ser odiado por los súbditos, y el que sirve a los intereses de los súbditos es desdeñado por los reyes. Existiendo, pues, tan grande oposición entre ambos intereses, es difícil encontrar uno que a la vez sirva al rey y a la nación» (Cuento III). Y de opiniones originales: «Ricos son, distinguidos y celebrados aquí en el mundo, aquellos hombres a cuya casa llegan los amigos para satisfacer alguna necesidad» (Cuento X).
Libro II. Trata sobre la «Adquisición de amigos», y presenta en el cuento principal a sus cuatro protagonistas: un cuervo, un ratón, un ciervo y una tortuga. A lo largo de múltiples vicisitudes logran salir airosos del peligro gracias a su amistad y colaboración, que combinan sabiamente contra la adversidad pese a hallarse sin recursos individuales. Paradójicamente, este libro que trata sobre la amistad presenta bastantes comentarios antiamistad: «Necio y estúpido es el hombre que se busca un amigo de desigual condición, sea rico o sea pobre, pues de todos modos se expone al ridículo» (Cuento I). O, «Con el enemigo no se ha de contraer alianza, aunque sea con todas las garantías posibles. El agua, por muy caliente que esté, apaga el fuego» (Cuento I). Si bien estas frases no tienen éxito en el contexto, las que ensalzan la amistad y la generosidad, aunque más escasas, triunfan en ingeniosos comentarios: «Darla, gozarla o perderla, son los tres caminos de la riqueza; quien ni la da ni la disfruta, la lleva por el tercer camino» (Cuento VI).
Libro III. El tradicional título literario Buhocorvina, suele entenderse como «La guerra entre cuervos y búhos». Este asunto se desarrolla principalmente de noche, porque es cuando el rey de los búhos ataca a los cuervos. El Libro III constituye todo un manual de estrategia política, tanto de defensa como de ataque, de retirada, de división del enemigo y de alianza con un tercero, porque: «¿A quién no eleva la unión con un hombre grande? El agua sobre las hojas del loto adquiere el brillo de las perlas». Pero en este caso, finalmente, la victoria de los débiles cuervos consiste en introducirse con engaño entre los fuertes búhos para destruirlos desde dentro. Entre los cuentos secundarios, que sirven para confirmar las opiniones de cuervos y búhos, resultan muy ilustrativos los del elefante y las liebres, y el del chacal y el león. Aunque no es el único libro en que se detecta un desprecio por lo femenino —lo que resulta chocante en la tradición hindú, cuyo talante es favorable a la mujer y a la energía femenina (sakti)—, hay que denunciar frases tan deplorables como: «Con las mujeres, el enemigo, el mal amigo, y especialmente con las prostitutas, el hombre que procede con sinceridad se arruina» (Cuento I).
Libro IV. A lo largo de sus numerosos cuentos (algunos tan cortos que sólo ocupan una página), se relata cómo «La pérdida de lo adquirido» puede empezar por un sorprendente ataque de celos. Todo se desencadena cuando un mono ofrece una sabrosa fruta del árbol jambu en el que vive a un monstruo acuático (el popular y benigno makara indio); el makara, que tiene la delicadeza de llevarle una de las frutas del mono a su monstruosa mujer, se niega a satisfacer el deseo de ella: «El que come diariamente de estos frutos semejantes a la ambrosía tendrá sin duda un corazón de ambrosía. Por tanto si alguna estimación me tienes, por ser tu mujer, proporcióname el corazón de ése [el mono] para que, comiéndomelo, quede exenta de vejez y de muerte y disfrute contigo mucho placer». Ante la negativa del makara, la monstrua disparata: «Tú siempre has hecho lo que yo te he dicho, y no otra cosa; así que ahora sospecho que ése sea mona, y que tú, prendado de ella, te vas allí a pasar todas las horas del día» (Cuento I).
Por este Libro IV se pasean un sinfín de animales tópicos, como la rana vengativa, la serpiente insaciable, el viejo león, el chacal astuto, el burro flaco; también todo tipo de humanos, como un alfarero, un carretero, un asceta o un labrador, y originales personajes como el sol, la nube, el viento, la montaña, etc.
Libro V. Comienza advirtiendo contra «La conducta impremeditada» porque: «Lo que no se haya visto bien, ni conocido, ni oído, ni meditado, nunca debe hacerlo el hombre como lo hizo el barbero». Aunque en este Libro V aparecen algunos animales, la mayoría de los protagonistas de los cuentos son humanos, concretamente monjes y brahmanes, eruditos mentecatos, raksasa demoníacos, y hasta tres extraordinarios personajes: «Un ciego, un giboso y una princesa de tres tetas, [que] sanaron los tres por tener de cara al destino» (Cuento XII). Otro de los aspectos exclusivos de este último libro es que el topónimo de partida no es Mahilaropya sino Pátaliputra, la capital imperial de la India antigua (III a.C.-v d.C), cuna de los Maurya y de los Gupta.
El Panchatantra constituye un excepcional vehículo de conocimiento (yana) del universo indio, y como tal podría proclamarse Pañcatantrayana, porque nos transporta de lo real a lo fantástico continuamente, rompiendo los límites del tiempo y del espacio, con un pasado indefinido que se convierte en espiral y un medio físico que se transforma en umbral de lo mágico. El Panchatantra es un producto típicamente hindú, pues su hilván narrativo va engarzando los cuentos, unos dentro de otros, envolviendo en el metacuento a los protagonistas hasta completar el ciclo, como si se tratara del propio Brahmá jugando, el Alma universal creando lúdica y espontáneamente el mundo y dejando que las almas individuales se purifiquen por su propia experiencia hasta identiicarse de nuevo con Él, el Absoluto. Extraordinario reparto de papeles: seres de una etnia suprahumana, divinos (deva), tanto con brillo (sura) como sin él (asura), hombres y mujeres junto a animales y personificaciones de la naturaleza, todo mezclado, todo lo mismo, configurando el amplio abanico de la condición humana. Nunca es reiterativo, en cualquier encuentro con el pensamiento indio, insistir en que el hinduismo es claramente monoteísta, a pesar del aspecto politeísta de su imaginería de culto y de la fragmentación con la que lo vive el fervor popular.
Respecto a las fábulas, quizá ninguna otra cultura podría tutear a los animales como lo hace la india, porque desde el origen de la civilización del valle del Indo se contempló la naturaleza como el mejor ejemplo del comportamiento humano. También, hay que tener en cuenta que la ley de las reencarnaciones (samsára), común en todas las religiones de origen indio (hinduismo, budismo y jainismo), plantea la vida animal como una posible existencia previa a la humana, por lo que el respeto a los animales tiene una consideración moral. Aun así, la convivencia cotidiana entre hombres y animales en la India contemporánea, rural o urbana, sigue siendo uno de los aspectos más asombrosos para la mentalidad occidental.
La poderosa presencia de la naturaleza, en forma de montañas, ríos, campos y, sobre todo, árboles y plantas, es sobresaliente. Desde las primeras obras artísticas indias, ya sean escénicas, plásticas, musicales o literarias, cualquier autor recrea la madre naturaleza. La lectura del Panchatantra evoca escenas de Kálidása, con los mismos árboles kalpa, jambu, pippal, banyan, y todo tipo de higueras sagradas, cuya umbría siempre resulta un grato lugar de reunión. Entre sus páginas se escuchan los raga matutinos y vespertinos, y se admiran las bellísimas yaksiní que dan vida a los árboles de la escultura y la pintura indias.
El Panchatantra es un magnífico reportaje de la India sempiterna, de la no dualidad llevada hasta la mentalidad popular, donde se unifican mitología y costumbre, realidad y fantasía; es un elocuente reflejo del mosaico de emociones que componen la unión india. Al lector español del Panchatantra le ocurrirá hoy lo mismo que al hindú de cualquier época: se sentirá inmerso en la unidad de toda la obra, y sólo permanecerá un instante suspendido en lo ilusorio. Pero ¡qué instante!
Carmen García-Ormaechea
El Dekán es la gran meseta que ocupa el centro de la India meridional. Desde los últimos años del siglo V hasta finales del XII estuvo gobernado por la dinastía Cálukya, que consolidó un gran imperio, al que sin duda perteneció el reino de Mihiláropya (el Mahilaropya de nuestro Panchatantra). La cultura de los Cálukya alcanzó un gran esplendor durante los siglos vi, vii y viii; en el campo de la arquitectura fueron los creadores de las estructuras religiosas que posteriormente se conocerían como los templos hindúes del norte (nágara) y del sur (vimána); en el de la escultura, inventaron la mayoría de los prototipos iconográficos de la imagen de culto de Siva que han llegado hasta la actualidad; y en el de la literatura son los responsables de las riquísimas recopilaciones de textos antiguos en sánscrito, que además mandaron traducir a los principales idiomas de su imperio (kannara, telugu, mahárástn, etc.). Es muy probable que el Pañcatantra se debiera a la emulación que hizo el rey de Mihiláropya de algún emperador cálukya, pues su comportamiento ejemplar se puso de moda en todas las cortes del imperio.
Los Purána o «Antiguos» componen una colección muy popular de textos apócrifos (dieciocho mayores o Mahüpurána, e incontables menores o Upapürána) del hin- duismo y del jainismo que, según la tradición, fueron escritos en sánscrito por Vyasa, el legendario autor del Mahábhárata. De temática mitológica muy diversa, los Purána constituyen una importante fuente literaria e iconográfica, principalmente los dedicados a los dioses Visnu y Krisna, así como a los tirthankara o venticuatro profetas jai- nas.
El término Jataka deriva del sánscrito játi o «nacimiento», y se refiere al conjunto de vidas o reencarnaciones anteriores de Buda, que sirven de enseñanza moralizante para los fieles budistas. Los Jataka fueron recopilados entre los siglos III a.C. y v, y constituyen una buena documentación costumbrista de la India antigua, además de ser un abundante manantial iconográfico del arte budista. De un total de quinientas cuarenta y siete vidas pretéritas de Buda (divididas en ventidós grupos, siendo las diez últimas específicamente distinguidas como Mahánipáta) destacan las principescas (como el Maháyánaka ¡átaka o el Visvantara Jataka), en las que el rey protagonista abandona el lujo palaciego para encontrar la iluminación por la vía ascética (lo cual sólo logrará finalmente el príncipe Siddhártha Gautama, el Buda histórico). Pero mucho más populares son las vidas zoomórficas, constantemente representadas en el arte indio: Hamsa Jataka («La oca de oro»), Kaccapa Jataka («La tortuga y los patos»), Mahakapi Jataka («El gran mono y el árbol del mango»), Mrigala Játaja («El ciervo bondadoso»), Sasa Jataka («El conejo y la luna»), etc.
El erudito español José Alemany Bolufer nació en Cullera en 1866 y murió en Madrid en 1934. Fue catedrático de griego en las universidades de Granada y Madrid, y experto sanscritista. En 1908 entró a formar parte de la Real Academia Española, en el mismo año en que tradujo nuestro Panchatantra. También le debemos la traducción del Hitopadesa (1895), así como una edición del Calila y Dimna (1915).
Hitopadesa significa literalmente «Enseñanzas útiles» y constituye una de las primeras interpretaciones indias del Panchatantra, además de ser frecuentemente traducido a lenguas occidentales, entre las que cabe destacar la española que José Alemany Bolufer realizó en 1895. El Hitopadesa consta de cuatro libros escritos en sánscrito, que tratan de la amistad, la paz y la guerra, para concluir con sagaces comentarios sobre el buen hacer político. Aunque la atribución a Sri Náráyana es legendaria (también se atribuye al propio Visnusarman), pudo escribirlo cualquier otro bráhman de la corte Sena, cuyos soberanos reinaron sobre Bengala y Bihar desde el siglo XI al Xill.
El Pañcákhyanaka o Pañcákhyánoddhára es una versión del Panchatantra que pone el énfasis en la relación con los ¡átaka. Llegó a ser un libro escolar en los monasterios jainas del oeste de la India, entre los que se cuentan impresionantes conjuntos arquitectónicos de mármol blanco, como los de Palitana, Mont Abu y Ranakpur.
Reúne trescientos cincuenta cuentos que deben mucho al Panchatantra, pero generalmente se relacionan más con Las mil y una noches.
Del Directorium Humanae Vitae surgieron durante la Edad Media numerosas traducciones a lenguas europeas, como la castellana titulada Ejemplario contra los engaños y peligros del mundo, que fue impresa en Zaragoza en 1493.
El Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio bebe de otras fuentes asiáticas, como el Sendebar y el Barlaam y Josafat, amén de muchas más occidentales.
Apel les Mestres (Barcelona, 1854-1936) fue un ilustre catalán «finisecular», a caballo entre el romanticismo y el modernismo. Entre su copiosa obra literaria y obra
plástica resaltan, en relación con el orientalismo, sus narraciones gráficas Cuentos vivos (1881), con las que se se distingue como introductor de esta modalidad en España, y su meritoria antología de Poesía xinesa (1925).
En la presente edición el número total de cuentos no coincide exactamente con el original indio: son sesenta y tres en lugar de setenta y tres, pues el número de piezas en cada libro se altera, salvo en el Libro I, que presenta íntegros los veintidós cuentos, y en el Libro V, que lo hace con los quince. El Libro 1 se ajusta fielmente al original, gra- 1 i.is indudablemente a la sólida presencia que en la tradición española tiene el Calila y Dimna. Sin embargo, el Libro II ofrece seis capítulos, uno menos que el Pañcatantra indio; el Libro III, sólo cuatro de los diecisiete originales; y el Libro IV, por el contrario, aumenta a dieciséis los doce tradicionales.