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Prusianismo y socialismo – Oswald Spengler

104 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2014
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 80 pesos
Precio internacional: 13 euros

Oswald Spengler es un filósofo de la historia, de estilo agresivo y vastísima erudición, que incursionó como pocos por los meandros del espíritu humano movido por la pasión de la verdad y trágicamente conmovido por los factores de la decadencia de las culturas, de los imperios y de las naciones.
PRUSIANISMO Y SOCIALISMO fue concebida y escrita teniendo a la vista los estragos provocados en la sociedad alemana por la traidora revolución marxista del 9 de noviembre de 1918.
Prusianismo o socialismo parecían ser, en 1922, términos de un dilema para Alemania. Spengler preconiza su fusión, ya que ambos son muestra del destino de la cultura fáustica y no de la democracia representaba por la república de Weimar. La sangre, esto es, la raza, es el único factor decisivo en la Historia y la raza humana prusiana posee capacidad para fundir los dos términos del dilema.
El espíritu prusiano es, para Spengler, un doble imperativo ético: un ideal individualista hecho de responsabilidad personal, de autodeterminación y de capacidad de decisión, unido a un sentido comunitario de autodominio, de fidelidad y de renuncia de sí. Ser libre… y servir.
Aquella Prusia constituyó un ejemplo acabado de auténtico orden aristocrático: el de la jerarquía según el valor personal.
Una actitud ética hecha de conciencia del deber, de impersonalidad activa y de sentido del honor. El «estilo prusiano» es el ideal estoico, las «virtudes romanas» clásicas: la claridad, la frialdad de juicio, la objetividad, la renuncia a todo entusiasmo romántico e irracional, la autodisciplina, la austeridad.
Frente a la atomización social de la «civilización», lo que Spengler nos propone es una reconstrucción del vínculo social. Frente al individualismo egoísta, la recuperación de un horizonte de sentido compartido. Frente al narcisismo estéril, la alegría del servicio a los demás. Perderse uno mismo para hallarse uno mismo. Un mensaje más revulsivo que nunca, en esta época de desconcierto y de baratillo de manuales de autoayuda.
Más allá de los ídolos de la modernidad, el ideal aristocrático europeo de todos los tiempos. Prusianismo, he ahí la respuesta de Spengler a la decadencia

ÍNDICE

Introducción 7
I.- La revolución 11
II.- Socialismo como forma de vida 27
III.- Ingleses y prusianos 31
IV.- Marx 73
V.- La Internacional 87

INTRODUCCIÓN

Esta obra es consecuencia de las anotaciones que se me presentaban durante la confección de la “Decadencia de Occidente”, en especial con referencia al segundo tomo, les que fueron la simiente con que se ha desarrollado esta filosofía.
El término “socialismo” no es la cuestión más profunda, pero sí la más bullada de nuestro tiempo. Cualquiera lo emplea. Cada uno lo comprende bajo distinta forma. Cada uno adorna este término de batalla con lo que le agrada o con lo que aborrece, con lo que teme o con lo que desea; pero nadie contempla las condiciones históricas en lo más elemen­tal, como tampoco en lo más amplio. ¿Viene el socialismo a constituir un instante o es un sistema? ¿Es el anhelo supre­mo de la humanidad, o es nada más que un período transi­torio del hoy o del mañana? ¿Se identifica con el marxismo?
El defecto de todos los que lo desean, es que confunden lo que debería haber sido con lo que habría de ser en el futuro. ¡Cuan rara es la visión independiente con respecto a los acontecimientos! No alcanzo a divisar a nadie que haya comprendido el camino de esta revolución; su ideología, su duración y su terminación. Se confunde una situación del mo­mento con una época, el año próximo con el siglo venidero, las ocurrencias con las ideas y los libros con el individuo. Es­tos marxistas son solamente fuertes en la negación y fallan en lo positivo. Al fin se llega a comprender que su maestro no ha pasado de ser un crítico y nunca un creador. Para un mundo de lectores ha dejado nociones. Su proletariado, ins­pirado y satisfecho por la respectiva literatura, viene a cons­tituir una realidad al rechazar las realidades de la época, pe­ro sin representarlas. Hoy se vislumbra que Marx no ha pa­sado de ser sino el padrastro del socialismo. Le son propios, rasgos más antiguos, más fuertes y más profundos que la crí­tica que él ha hecho de la sociedad. Existían sin que él los estableciera y han seguido desarrollándose sin ella y también en su contra. No están establecidos en el papel, pues fluyen en la sanare. Y sólo la sangre viene a resolver respecto del futuro.
Pero ahora, si el marxismo no es socialismo ¿qué es lo que es? Tenemos aquí la respuesta. Ya en la actualidad se le sospecha, pero repleta la cabeza de planes, puntos de vis­ta, finalidades, no hay el valor para comprenderla. Se rehúyen las decisiones y se hace abstracción de las más enérgicas y antiguas hacia comprensiones más benévolas como las de Rousseau y Adam Smith, entre otras similares. Ya cada paso va dirigido contra Marx, para cada paso recurrir a él. Sin embargo, en el intertanto, ha fenecido la época de los parti­dos políticos. Nosotros, los individuos de Occidente, nos he­mos vuelto escépticos. Los sistemas ideológicos no lograrán confundirnos. Los programas son atributos del siglo pasado. No deseamos fraseologías, pues nos consideramos a nosotros mismos. Y con ello hemos planteado la cuestión que consiste en liberar de Marx al socialismo alemán. Nos referimos al socialismo alemán, pues no existe otro. También esto viene a constituir una comprensión que no debe seguir oculta. No­sotros, los alemanes, somos socialistas, aunque jamás nos ha­bíamos percatado de ello. Los otros pueblos no lograrán serlo.
Trazo aquí no una de aquellas reconciliaciones, alguna retracción o un desahucio, sino que trazo un destino. No se escapa uno de él cuando cierra los ojos, se le niega, se le combate o se le trata de esquivar. Son todos diferentes modos de cumplirlo. DUCUNT VOLENTEM FATA, NOLENTEM TRAHUNT. Espíritu prusiano primitivo y sentimientos socia­les que en la actualidad se odian con odio entre hermanos, son una misma cosa. Esto no lo enseña la literatura, sino la inexorable realidad de la historia, en la que la sangre, hecha cuerpo, atropella a los meros ideales, a las frases y a las con­clusiones.
Me dirijo en esta forma, a aquella parte de nuestra ju­ventud que es lo suficientemente consciente para separar de la acción vil, de la fanfarronería y de los propósitos estériles, lo fuerte e invencible y que prosigue en su camino a pesar de los pesares. Me refiero a la juventud entre la que el es­píritu de los antepasados ha adquirido formas animadas, que le permite poder cumplir con un destino en un ambiente de pobreza y de resignación, con orgullo romano, a pesar de encontrarse bajo servidumbre, con espíritu de humildad den­tro del tono de mando, sin pedir derechos a los demás, sino en demanda de obligaciones para con respecto a sí misma; jóvenes todos sin excepción y sin diferencia, decididos a cumplir con el destino, el que comprenden lo forjan ellos. Es una comprensión tácita que subordina al individuo dentro de un todo, lo más sagrado y profundo, una herencia de duros si­glos, lo que nos distingue de otros pueblos en lo más bisoño y supremo de nuestra cultura.
A esta juventud mis palabras. Quiera comprender las cargas que pesan sobre su porvenir y comprendiéndolas con orgullo, le será dado soportarlas.