328 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 330 pesos
Precio internacional: 21 euros
La tesis pricipal de este libro gira en torno al siguiente concepto: Todo indica que estamos viviendo une época de la historia del mundo en la cual un grupo humano especifico, dotado de une ideologia mesiánica y de una arraigada consciencia de superioridad respecto del resto de los mortales, parece decidio a la conquista del mundo, y no solo de los Estados Unidos de América. Ese grupo humano no sólo se lanza al abordaje de bancos europeos –suizos y alemanes, por el momento– sobre todo, desde su bunker de Nueva York, la capital judía del Hemisferio Occidental, la mafia financiera judia devalua monedas y hunde y saquea naciones en todo el mundo, desde Indonesia hasta Rusia, pasando por Hispanoamérica. Sus “economistas académicos” diseñaron el “proyecto global”: la gran mentira que destruye pueblos y continentes enteros. Estos atracadores planetarios están atrincherados detras de un Mito, el del “Holocausto”. Él es su única “fuerza moral”.
ÍNDICE
* PRIMERA PARTE
¿El terrorismo judío contra los Estados Unidos de América?
Introducción
Hipótesis de trabajo
Los atentados terroristas de África oriental. Marco histórico y geo-religioso
Mapa 1: La expansión del Islam en el Océano Índico
Mapa 2: Otomanos contra portugueses
Los acontecimientos actuales
La “conexión argentina”: los atentados de Buenos Aires
Judaísmo y globalización: el caso argentino
Los hechos recientes
Los atentados de Jerusalén: una reproducción de los de Buenos Aires
Del “holocausto” argentino a “Nuremberg II”
La Argentina agredida y ocupada por las organizaciones judías
ANEXOS
Del terrorismo secular al terrorismo teológico
Decadencia de la “civilización norteamericana”
Estados Unidos: capacidad de globalización y voluntad “aislacionista”
La ruptura del orden bipolar
Hegel, Haushofer y Spengler
El terrorismo de Estado israelí: un análisis de los diarios de Moshe Sharett
Un giro inesperado: el 18 de julio de 1998
Campaña de cerco y aniquilamiento contra Irán
El lobby judío en la Argentina
Cerco y aniquilamiento
Contraestrategia iraní
Chiísmo y catolicismo
Estrategia limitada
* SEGUNDA PARTE
Geopolítica del conflicto en el Mediterráneo oriental y el Asia central
El Mediterráneo oriental
Las derrotas de Israel
La opción estratégica
Del fracaso de la paz a la “pacificación”
Geopolítica del conflicto: mecanismos de “pacificación”
“Pacificación” y conflicto
Irán y el Golfo Pérsico
El enemigo principal del “mundo global”
El mundo apolar, el Mediterráneo oriental y el Golfo Pérsico
La guerra virtual y el “último hombre”
Los principales elementos de la defensa en el Golfo Pérsico
Líbano y Palestina
Breve historia de las agresiones israelíes
Los cedros del Líbano
“Operación Litani”
Las guerras de destrucción de junio de 1981
La invasión del 6 de junio de 1982
Los ataques del 25 al 31 de junio de 1993
Qana, sur del Líbano: 18 de abril de 1996
Los campos de concentración
El robo de aguas del río Litani
Líbano y Palestina: escenarios polarizadores de una misma dinámica histórica
Palestina: una geografía inviable
La geopolítica en acción: un Estado palestino ¿Dónde?
Mapas
El mundo árabe entre una Europa otanizada y una Rusia judaizada
La otanización europea
Globalización y fin de las soberanías nacionales
El Plan de Paz según Nizar Qabbani
El diálogo cristiano musulmán propuesto por el chiísmo libanés
Anexo documental segunda parte
El Círculo de Samarcanda
La posición central en China
Anexo cartográfico
* TERCERA PARTE
El Estado Homogéneo Universal
Socialismo real=socialismo pagano=Estado primitivo
El marxismo y el fin de la historia
Marxismo y religiosidad. Partido e Iglesia
La estructura básica del discurso del “fin de la historia”
Verdad y realidad
La organización de la actividad económica primaria
Los conflictos dentro del “mercado común de los Estados”
La profecía liberal del “fin de los tiempos”
Historia, fin de la historia y retorno a la historia
Los movimientos de la historia y la geopolítica del último hombre
Liberalismo hegeliano y liberalismo anglo-sajón
La crisis del “nuevo orden mundial”: una apolaridad antisistémica
Las nuevas fronteras de la política mundial
Los factores globalizadores
Polarización versus globalización
La fragmentación antioligárquica
La despolarización del sistema internacional
La estructura global y los segmentos de poder
La “ruptura del mapa”
Un nuevo conocimiento de un mundo nuevo
Intensidad y velocidad de los cambios
El pensamiento ideológico ya no crea conocimiento
La naturaleza del sistema internacional apolar
Nueva metodología para elaborar Inteligencia Estratégica o conocimiento del mundo
Las nuevas formas del conocimiento
Inteligencia nacional versus comunidad informativa occidental
La Inteligencia como “capacidad de anticipación”
Entorno y sistema
CITAS
En homenaje a Nizar Qabbani,
y a sus “hombres del fin del tiempo”
Busco a los hombres del fin del tiempo
y no veo en la noche salvo gatos miedosos
cuyas almas sólo temen
el poder de las ratas…
Nos hemos acostumbrado a nuestra ofensa
¿Qué queda del hombre
cuando se acostumbra a la insignificancia?
En Al-Arabi, el 2-5-97
“La misma historia de siempre: atacar y huir tratando de engañar al mundo”
Israel: Sacred Terrorism, en Arabs News, 8 de marzo de 1980.
No debemos demonizar al Islam ni al mundo árabe Se trata al Islam de una
forma muy diferente que al cristianismo o al judaísmo. Años y años de
prejuicios hacen que, por ejemplo, hablar de terrorismo judío nos deje
indiferentes y que, sin embargo, sea habitual comparar a los musulmanes con
el mal. Hay mucha pereza intelectual y mucha ignorancia en todo eso. Hemos
aceptado como axioma las ideas de Samuel Huntington y el “choque entre las
civilizaciones Huntington busca enemigos como sea porque se arrastra la
necesidad ideológica de magnificar la superioridad de Occidente sobre el
mundo”
Edward Said, al Corriere della Sera, de Milán, el 10 de agosto de 1998
“Sólo treinta minutos después de que estallara la bomba, ya circulaban
rumores de que habían sido los islamistas El FBI se está introduciendo en
nuestros barrios (musulmanes), llama a la gente (musulmana) a sus trabajos y
los cita para interrogarlosEso nos está haciendo mucho daño, está creando
mala sangre y falsas especulaciones Sé que hay cierto resentimiento contra
nosotros, los musulmanes, pero estoy seguro que los habitantes de Kenia
tienen la suficiente madurez para superar esa afección, que es un virus
inducido desde el exterior”.
Marian Hens, La comunidad musulmana de Kenia en el punto de mira, en El
Mundo, Madrid, 13 de agosto de 1998.
“Israel está llevando a toda la región hacia la violencia, la anarquía, la
guerra y la destrucción”
Declaraciones de Yasir Arafat en Sudáfrica, el 12 de agosto de 1998.
“El rublo se debe devaluar de un 15 a un 25% por debajo de su nivel actual”
George Soros, en el Financial Times, el 13 de agosto de 1998
INTRODUCCIÓN
Desde hace cuatro años vengo analizando los llamados “Atentados de Buenos
Aires”. Esos atentados fueron dos explosiones en las que murieron más de
cien personas y quedaron heridas varios cientos más. La primera explosión se
produjo en el interior de la embajada de Israel, en 1992, y la segunda en la
Asociación Mutual Israelita en la Argentina (AMIA), en pleno centro de
Buenos Aires, en 1994. Hasta el momento, la justicia argentina, apoyada por
los servicios israelíes (Mossad) y norteamericanos (FBI) no ha encontrado
una sola prueba que pueda señalar a un sólo culpable. Lo curioso es que, al
igual que en Nairobi cuatro años después, a la media hora de producirse la
explosión en la AMIA de Buenos Aires, comenzaron a circular los primeros
rumores acusando a los “islamistas” de ser los “verdaderos terroristas”.
El resultado de mis investigaciones anteriores lo he objetivado en cuatro
libros (más de mil cien (1.100) páginas, en total) ya editados en España y
en numerosos artículos ya aparecidos en el semanario Amanecer, de Madrid.
Los cuatro libros anteriores son: Terrorismo fundamentalista judío (1996),
El nacional judaísmo (1997), España y los judíos (1998), y La falsificación
de la realidad (1998).
Por todo ese trabajo de investigación ya realizado, y en un sentido muy
concreto, para mí, los atentados ocurridos en África oriental son como una
película ya vista. Es un mismo esquema operativo en el cual sólo cambian los
objetivos y los escenarios. Pero no los actores principales.
Los manuales aconsejan distinguir, en toda acción de terrorismo encubierto,
por lo menos tres niveles: planificación, ejecución y selección de “víctimas
propiciatorias” (las víctimas propiamente dichas del atentado, muertos y
heridos nativos, es un “costo” político al que normalmente se lo subestima
igualándolo a cero). En toda buena operación de terrorismo encubierto, la
víctima propiciatoria (el “culpable” diseñado por los planificadores) es
escogido de antemano: forma parte de la planificación misma. Una operación
de terrorismo encubierto técnicamente perfecta es aquella en la que se logra
identificar “culpable” con “enemigo” (en este caso se ha logrado plenamente:
el “terrorismo islámico” es el enemigo de Israel y no de Occidente). Esta es
una cuestión que no debe perderse de vista en ningún momento, debe ser
recordada en cada paso, a medida en que nos internemos en el laberinto.
Lo que más llama la atención de los sucesos de Kenia y Tanzania es la
celeridad con que se identifica a los autores de los atentados (“víctima”,
en el proceso de planificación): “Sólo treinta minutos después de que
estallara la bomba ya circulaban rumores – en Nairobi – de que habían sido
los islamistas”; luego al “ingeniero” ¿palestino? (que es detenido el mismo
día en Paquistán); de inmediato la identificación de la “organización autora
de los atentados” (que lleva el insólito nombre de: Frente Islámico Mundial
por la Guerra Santa contra Judíos y Cruzados) y, con la celeridad del rayo,
los primeros bombardeos americanos sobre Afganistán y Sudán. Naturalmente,
la organización “autora de los atentados” es mencionada el mismo día de las
explosiones, como responsable de las mismas. Pareciera que el FBI no tiene
investigadores, sino videntes. Debe ser también una absoluta casualidad que
los bombardeos americanos se hayan producido en el exacto momento en que la
institución presidencial en los Estados Unidos de América estaba ya
prácticamente vaciada de legitimidad (“caso” Lewinsky).
El caso es que los ataques de “represalias” norteamericanas no estuvo
fundamentado en ninguna prueba concluyente contra la “culpabilidad” de las
“organizaciones islámicas” supuestamente agredidas por los misiles de la
flota de la primera potencia mundial. Un día después del ataque
norteamericano, el Director del FBI abandonó Kenia con las manos vacías:
“Muchas, muchas personas, en diversos lugares del mundo, pudieron haber
estado implicadas en estos atentados” (Fuente: CNN). The Washington Post (22
de agosto, 1998) fue aún más lejos en esa dirección: “El presidente Clinton
y altos funcionarios del gobierno hablaron de ‘evidencias convincentes’ para
justificar el ataque con misiles… pero no proporcionaron nueva información
para dar sustancia a sus aseveraciones… De hecho, antes de los ataques con
misiles del jueves, los funcionarios norteamericanos jamás consiguieron una
acusación contra Bin Laden y sólo lo habían ligado, circunstancialmente, a
un intento de bombardear tropas norteamericanas en Yemen, en 1992, a ataques
contra tropas norteamericanas en Somalía en 1993, y a la voladura de un
camión que mató cinco soldados norteamericanos en Araba Saudita, en 1995…
Clinton fue mucho más lejos ligando a Bin Laden con otros sangrientos
ataques en los cuales su directa participación nunca fue públicamente
establecida… Más allá de esto, altos funcionarios de Defensa se negaron a
describir ninguna evidencia específica por la que hubieran decidido los
ataques misilísticos…”.
Independientemente de que el propio “culpable”, Bin Laden, negó su
participación en los hechos de África, cualquier lector normal puede
preguntarse, con toda lógica: ¿El lanzamiento de los misiles norteamericanos
no habrá sido un exigencia israelí, luego de haber montado el atentado
encubierto?
Nuestra hipótesis de trabajo
Los atentados terroristas de Kenia y Tanzania son parte de un proceso, mucho
más largo y complejo, tendente a la conquista del poder desde dentro de los
Estados Unidos de América. Para realizar ese complot se produce la alianza
de dos grupos: los fundamentalistas evangélicos norteamericanos (Ver Anexos
1 y 2) y los fundamentalistas judíos israelíes.
Las operaciones del lobby judío instalado dentro de los EUA siguen el curso
ya utilizado exitosamente con Londres en los comienzos de la “segunda guerra
mundial”: los sionistas, en ese momento hegemónicos dentro del judaísmo, se
adaptan a, y se identifican con la “política de equilibrio” británica sobre
el continente europeo, que exigía la eliminación del potencial militar
alemán. Y desde esa adaptación casi simbiótica organizan el cerco y la
destrucción de Alemania. Esa destrucción fue considerada por los sionistas
como el paso necesario e imprescindible para la posterior fundación del
Estado de Israel.
La conquista evangélico-judía del poder dentro de los EUA se produce hoy en
día desde la simbiosis no del “equilibrio” británico, sino desde la
“seguridad” e infalibilidad (ver parte tercera de este libro: El Estado
Homogéneo Universal) que anhela el Imperio norteamericano y, por arrastre,
el proyecto occidental de construcción del Estado Homogéneo Universal. Se
trata de una alianza elaborada desde la ecuación “paz versus seguridad” del
señor Netanyahu.
La destrucción final de Alemania (es decir, el origen de la llamada “segunda
guerra mundial”) fue una gran operación judía (en ese momento, sionista) que
se realizó desde tres frentes simultáneamente: desde Gran Bretaña, desde los
EUA y desde la URSS. Judíos “burgueses” y judíos “revolucionarios” unen sus
esfuerzos en lo que sería la culminación de la “inclusión” judía en
Occidente que comienza en los mismos albores de la Modernidad. En 1939 la
víctima fue una Polonia católica, antisemita y conservadora, quien fue
impulsada por Londres, París y Washington para operar contra Alemania. Se
decía que el ejército polaco resistiría nueve meses (con el apoyo británico
y francés que nunca se produjo) los embates de la Wehrmacht, y que en ese
lapso los generales alemanes darían un golpe de Estado contra Hitler.
Hoy el Estado de Israel, gobernado por “fundamentalistas”, está en
condiciones de cooptar el poder global de Washington porque, desde un
comienzo, existió una afinidad “ideológica” esencial entre el evangelismo
norteamericano “fundador” y las primeras corrientes de inmigrantes judíos
que llegan a la América del Norte. Tal simbiosis teológica y estratégica no
se manifestó nunca ni con tanta plenitud ni contundencia en Europa, ni
siquiera durante la primera fase de expansión del capitalismo, primero, ni,
después, a partir de la Revolución Francesa (el gran acceso de los judíos
europeos a la Modernidad). Para el poder judío, hoy, no es suficiente
disponer de una altísima cuota de ministros (“secretarios”), asesores
especiales, senadores y representantes dentro del sistema de poder
norteamericano. Una cuota de poder racial (en definición de Huntington)
escandalosamente alta si la relacionamos con el total de ciudadanos
judío-norteamericanos. La futura guerra intercivilizaciones exige mucho más
que eso. Ya no es suficiente el enorme poder del lobby. Ahora es necesario
cooptar el poder, ser parte del poder de la primera potencia mundial. Esta
operación es exigida por la lógica de los acontecimientos que se avecinan:
La guerra de 1999.
LOS ATENTADOS TERRORISTAS DE ÁFRICA ORIENTAL.
Marco histórico y geo-religioso.
Los atentados terroristas del África oriental son sólo un episodio, corto y
relativamente poco importante, de un largo proceso de descabezamiento del
poder político norteamericano. Ese “golpe de Estado” previsto tiene por
objeto no un simple cambio de gobierno en los EUA, sino un cambio de
sistema, tal como se explica en los anexos correspondientes en la Primera
Parte de este trabajo. Dentro de la planificación de ese “golpe de Estado”
esos atentados en el este de África tienen a su vez como fin básico
demostrar las fallas que la potencia rectora del “mundo occidental”
manifiesta en torno a los problemas de seguridad. En definitiva tienen por
objetivo principal demostrar la validez de la hipótesis del señor Netanyahu:
seguridad versus paz. En ese sentido representan acontecimientos esenciales
en el proceso de planificación de la “próxima guerra”.
La especificidad de estas dos operaciones encubiertas es la selección de los
blancos (norteamericanos, y no israelíes) y la configuración
histórico-religiosa de ambos teatros de operaciones. La selección de los
blancos – dos embajadas norteamericanas – ha sido una decisión crucial. Las
inevitables represalias de la potencia agredida agudizaría aún más la crisis
entre ella y el mundo árabe-musulmán en su conjunto. De ella sólo saldría un
único beneficiado: el Estado judío. Que fue lo que realmente sucedió luego
del bombardeo del 20 de agosto. La ruptura entre los Estados Unidos de
América y el mundo musulmán se produce en el punto menos esperado: con los
talibanes, sus antiguos potegidos, y con Paquistán y Arabia Saudita, sus
antiguos aliados.
La configuración geopolítica e histórico-religiosa de Kenia y Tanzania es
otro elemento a considerar. Ambos son países ribereños del Océano Índico.
Durante la larga época premusulmana, sus costas fueron visitadas durante
siglos por las flotas árabes y persas y, sucesivamente, colonizadas por los
árabes. A partir del nacimiento y de la expansión del islam toda la parte
septentrional del África oriental se islamiza, en gran parte debido a las
corrientes inmigratorias árabes. Kenia y Tanzania son, en un estricto
sentido geográfico, naciones de origen musulmán y árabe. El primer “choque
de civilizaciones” con Occidente se produce en los comienzos del siglo XIV:
es el choque entre portugueses y otomanos. (Fuente: Hervé Coutau-Bégarie,
Géostratégie de L’Océan Indien, Fondation pour les études de défense
national, París 1993).
Pero cuando el Imperio Otomano comienza su decline ante las puertas de
Viena, la expansión musulmana hacia el Índico se detiene y comienza la
conquista de África por Occidente. Fue en ese punto de inflexión de la
historia universal cuando se cree poder llegar a definir un concepto
geopolítico crucial: a los musulmanes la tierra, a los cristianos el mar
(Andrew C. Hess, The evolution of de Ottoman seaborne empire in the age of
the oceanic discoveries, en American Historical Review, diciembre de 1970).
La costa oriental africana fue ocupada por Inglaterra – potencia marítima
por excelencia – porque era la otra ribera de la costa occidental de la
India. Actualmente los musulmanes – chiítas, sunnitas y bahawitas,
representan el 10% de la población en Kenia, y el 30% en Tanzania.
Los acontecimientos actuales
Cualquiera que haya analizado con cierto detalle la evolución de las
relaciones entre el gobierno Demócrata norteamericano y el Estado de Israel
en los últimos tiempos, estará en condiciones de conocer con absoluta
certidumbre un hecho básico: dentro del fundamentalismo judío (en especial
dentro de los “colonos”) fue creciendo un odio cada vez más fuerte hacia la
Administración Demócrata encabezada por el presidente Clinton. En el plano
de la política interior de los Estados Unidos, esa hostilidad se canaliza
hacia una alianza política – y, tal vez, estratégica – con el
fundamentalismo evangélico norteamericano, los “sionistas cristianos”, a
quienes, más adelante, describiremos (Anexo 1: EE.UU. Del terrorismo secular
al terrorismo “teológico”. Sobre el fundamentalismo evangélico-calvinista).
Durante, pongamos por ejemplo, el último año, decenas de manifestaciones en
Israel, en especial las organizadas por los colonos israelíes
judío-norteamericanos, se convertían, sencillamente, en manifestaciones
antinorteamericanas, y más específicamente, en manifestaciones anti-Clinton.
La Administración Demócrata norteamericana es percibida por esos sectores
fundamentalistas judíos como el enemigo principal de sus proyectos racistas
y expansivos. Este es un hecho que cualquier lector de periódicos
occidentales puede verificar, leyendo simplemente los despachos de los
corresponsales en la región del Oriente Medio.
Parte de ese odio se manifestó en un creciente empeoramiento de las
relaciones entre ambos gobiernos. Durante los últimos 50 años, incluyendo el
tiempo de la invasión al Líbano (1982), nunca fueron tan malas las
relaciones entre los gobiernos de Israel y de los EUA. Ese es el elemento
que define, mejor que ningún otro parámetro, al período actual, signado por
el “fracaso” del Plan de Paz.
Ese sentimiento antinorteamericano (más específicamente: anti-washingtoniano
[Gobierno Federal. Ver, Anexo 1: relaciones entre el fundamentalismo
evangélico norteamericano y el gobierno federal]) – que en los últimos
tiempos han asumido los colonos israelíes – que en gran parte son de origen
norteamericano – no es algo nuevo en Israel. Allí existe, desde hace muchos
años, una doctrina, elaborada básicamente por el ejército, que sostiene que
“las potencias occidentales son nuestro principal enemigo, y que el único
modo de disuadirlas es por las acciones directas que las aterroricen
(Shimon) Peres comparte esa misma ideología; desea atemorizar a Occidente
para que apoye los objetivos de Israel” (Moshe Sharett, Diario, [Yoman Ishi
– Diario Personal]. Ver Anexo 3).
Esa doctrina fue elaborada ya en los años cincuenta, y practicada a través
de innumerables actos de “terrorismo encubierto”, en especial contra
“objetivos occidentales” ubicados en Egipto. Luego vuelve a cobrar vida en
los años ochenta (Líbano). Ver Anexo 3: Diario de Moshe Sharett.
Actualmente resucita bajo una forma encubierta: “Aunque la responsabilidad
por los dos atentados de bomba en Africa Oriental no ha sido todavía
establecida, fuentes de la inteligencia israelí están convencidas de que
extremistas islámicos están detrás de los atentados y que seguirán atacando
blancos americanos -e israelíes- aparentemente desprotegidos… Es habitual
que los grupos extremistas islámicos empleen nuevos nombres para sus grupos
con el fin de obstruir las investigaciones… Mientras los grupos pueden ser
diferentes -algunas veces incluso sin conocerse entre sí o sin tener un
mando o un centro de control común- lo que sí tienen en común es la
ideología. A las alas centristas y moderadas del Islam les resulta difícil
controlar a los grupos extremistas, sea en Argelia donde el asesinato masivo
de mujeres y niños está siendo conducido en nombre del Islam, o sea en los
atentados sobre edificios americanos como p.e. en Arabia Saudí donde
murieron muchos civiles locales. Los atentados en Africa oriental se
planificaron obviamente fuera de la región. El empleo de cientos de
kilogramos de explosivos es un indicio para la planificación a largo plazo y
no corrresponde a una acción improvisada en respuesta a un acontecimiento
concreto” (Haaretz, 9 de Agosto).
Ahora la lucha contra la “dictadura” del gobierno federal norteamericano es,
además, un objetivo compartido entre el fundamentalismo judío y los sectores
evangélicos más extremos dentro de los mismos EUA. Esta fue una de las
grandes coincidencias entre Netanyahu y el senador Gingrich. En base ella se
organizó el caso Lewinsky contra Clinton, el enemigo (coyuntural) común
(Anexo 1).
Para demostrar su inocencia ante el mundo, allí estuvieron los esforzados
“socorristas” israelíes rescatando víctimas de entre los escombros.
Afortunadamente los “socorristas” israelíes que llegaron a Kenia, para
“investigar” una cuestión que afectaba directamente a la superpotencia,
fueron expulsados del lugar de la explosión por los infantes de marina
norteamericanos, que controlaron rápidamente la zona. Esos mismos
“socorristas”, cuatro años antes, habían llegado a Buenos Aires, (donde
también media hora después de la segunda explosión circularon las primeras
acusaciones contra Hezbollah e Irán) para dejar el lugar del atentado lleno
de falsas pruebas.
En esta ocasión el Jesusalem Post puso el grito en cielo y denunció la
expulsión de los agentes israelíes en términos muy duros contra los marines
(en: Kenya: Israel aiding blast probe, 11 de agosto): “Agentes de los
servicios de inteligencia israelíes están involucrados en las
investigaciones sobre los atentados de bombas de las embajadas USA en Kenia
y Tanzania, según comunicó el Canal 1 (TV israelí) anoche citando a un
oficial militar de Kenia. Este reportaje fue publicado después de que el
primer ministro Benjamín Netanyahu había ofrecido los servicios del Mossad y
de otras agencias de inteligencia para seguir el rastro de los terroristas.
El oficial keniano dijo que los servicios de inteligencia británicos están
también en Kenia para ayudar en las investigaciones… El equipo israelí
tiene el control sobre las operaciones de rescate y sobre otros equipos de
rescate franceses y de voluntarios locales. Pero mientras los kenianos
elogiaron el trabajo del equipo israelí, los marines USA han sido
criticados, según se informa, por obstruir posiblemente los trabajos de
rescate. Un miembro del equipo de rescate israelí dijo a The New York Post
que oficiales americanos suspendieron la búsqueda de supervivientes en el
interior de la embajada el sábado al anochecer. Otro oficial israelí dijo
que tuvo que pelear con los americanos para obtener el permiso de colocar
reflectores en lo alto de la embajada destruida para iluminar (el escenario
de) la búsqueda ininterrumpida. La embajadora de EE.UU., Prudence Bushnell,
herida leve en el atentado, dijo que debía existir un “malentendido” en la
edición de ayer de The New York Post. Los marines estaban tratando de
proteger el emplazamiento que podría proporcionar pruebas sobre el atentado
del viernes. `Parece que estamos intentando impedir el paso a la gente, pero
estamos intentando mantener el emplazamiento intacto’, dijo” (Jerusalem
Post, 11 de agosto)
Pocas horas después de que Mónica Lewinsky declarara formalmente ante el
fiscal especial sobre sus relaciones especiales con el presidente, lo que
puede significar el inicio en firme de su destitución (el Poder Ejecutivo
norteamericano ya está, como mínimo, deslegitimado), estallan las bombas en
las capitales de Kenia y Tanzania. El significado estratégico – y, aun,
filosófico – que se le pretende dar a ambos atentados, se orienta a
favorecer netamente la postura del señor Netanyahu, basada desde siempre en
la dicotomía seguridad versus paz. Los atentados “demuestran” – en especial
ante la opinión pública norteamericana, que es el verdadero target de las
acciones terroristas- la prioridad absoluta que debe tener la “seguridad”
por sobre la paz (y la devolución de territorios). Es decir, confirman la
estrategia de la coalición Likud. Además, coyunturalmente, castiga a un
presidente (norteamericano), odiado desde hace mucho tiempo por el
fundamentalismo judío (y los evangélicos protestantes fundamentalistas
norteamericanos: los “sionistas cristianos”), porque había cometido por lo
menos tres pecados capitales: sugerir el reconocimiento del futuro Estado
palestino, oponerse a la anexión judía de Jerusalén y proponer un
acercamiento con la República Islámica de Irán.
En ese sentido meramente coyuntural, los atentados en África oriental no
pueden sino acelerar la caída del presidente Clinton (que no tomó en cuenta
– y allí están los atentados para demostrarlo – los problemas de seguridad).
Es por ello que el 20 de agosto Clinton ordenó bombardear dos países
“sospechosos”: también para intentar recuperar el poder perdido en su propio
Estado y en su propia sociedad. El Financial Times del 10 de agosto señala
este “problema de seguridad”: los atentados de África “… plantean grandes
amenazas para el presidente Bill Clinton. No sólo tiene que explicar el
fallo del aparato de seguridad más sofisticado del mundo y de su red de
inteligencia, también tiene que preparar a la nación para lo que podría ser
un largo y arduo proceso para llevar a los responsables ante la justicia.
Los antecedentes norteamericanos en determinar responsabilidades por actos
terroristas han sido escasos… La política norteamericana sobre actos
terroristas en el pasado… en buscar conexiones con un Estado, con Irán y
Libia como principales sospechosos. Pero Libia se ha mantenido al margen en
los últimos años e Irán… está estrechando sus lazos con los EE.UU.
Washington actúa correctamente al moverse con cautela e insinuando que la
investigación podría durar años. También sería bueno abstenerse de especular
públicamente sobre los posibles sospechosos”. El Financial Times no olvida
recordar, al final de la nota, la presencia de Europa: “EE.UU. necesita el
apoyo de sus aliados al enfrentarse a la amenaza terrorista. Esto es
importante ahora que se toman decisiones delicadas en temas como las
relaciones con Irán…”
El día 11 de julio de 1998 (menos de un mes antes de las explosiones
africanas), todos los corresponsales occidentales en Oriente Medio
difundieron una noticia que el gobierno libanés confirmó, luego,
oficialmente: había sido descubierta en el Líbano una red de espionaje
israelí, integrada por 77 ciudadanos libaneses, que tenía por objetivo
principal destruir – por medio de un “atentado terrorista” – la embajada de
Estados Unidos en Beirut. Luego, al igual que había sucedido en Buenos Aires
unos años antes, se acusaría a Hezbollah de haber realizado el atentado. Un
desertor del Ejército del Sur del Líbano desbarata la operación. Nada nuevo:
terrorismo encubierto. Todos los estudiosos de la política exterior israelí
conocen esa estrategia. “Es la misma historia de siempre: atacar y huir
tratando de engañar al mundo” (Livia Rokach, El terrorismo de Estado
israelí: un análisis de los Diarios de Moshe Sharett en Israel´s Sacred
Terrorism, Arab News, 8 de marzo de 1980. Anexo 3).
En este caso, para engañar al mundo luego del fracaso libanés, había que
generar a un “culpable” creíble.
La primera tentativa se orientó hacia Irak. Aunque no sea un Estado islámico
es, al menos, un Estado árabe. La “venganza de Sadam” sigue siendo una
imagen convincente y terrorífica. Pocos meses antes, estando Netanyahu de
visita en los EUA, no se pudieron concretar los bombardeos sobre Irak,
poseedor de “armas de destrucción masiva” con capacidad “para destruir tres
veces al planeta tierra”. Hasta ese punto se habían deteriorado las
relaciones entre los gobiernos de Washington y de Tel Aviv. Pero ahora, dos
días antes de las explosiones del África oriental, los inspectores de las
Naciones Unidas se retiraron intempestivamente de Bagdad, luego de adoptar
una postura insultante – claramente provocadora – para la dignidad de Irak.
Se dice que ese gobierno pretendía impedir la continuidad de las
inspecciones (que ya casi habían terminado: obviamente no había armas de
“destrucción masiva” en Irak). Ante el extraño hecho consumado el gobierno
de Sadam se queda atónito: faltaba muy poco para finalizar la inspección que
levantaría el embargo. No podían impedir las inspecciones porque los
inspectores, simplemente, ya se habían marchado (afortunadamente existe una
película difundida por la televisión iraquí que es absolutamente
clarificadora sobre este episodio).
El segundo intento consistió en relacionar los atentados africanos con
anteriores operaciones contra tropas norteamericanas de guarnición en Arabia
Saudí: en los sagrados lugares. Para ello se inventa una organización
inexistente: Frente Internacional Islámico para la Lucha contra Israel y los
Cruzados. Hasta el nombre es ridículo e ilógico. Ridículo: porque intenta
implicar forzadamente a Europa occidental [los “Cruzados”]; ilógico: porque
no se comparecen los conceptos “internacional” e “islámico” [pertenecen a
dos épocas distintas dentro del siglo XX: la comunista “internacional” y la
poscomunista]. Personalmente no tengo dudas de que fue inventado por el
propio Instituto para los Estudios de Contraterrorismo de Tel Aviv. Es esa
institución la que difunde en Occidente la imagen de ese Frente
Internacional Islámico y Anticruzada (una forma burda de implicar al
cristianismo contra el Islam): “una organización que extiende sus tentáculos
desde el desierto de Nubia, en África, hasta Afganistán”.
Algunos grupos en Israel están particularmente interesados en señalar la
naturaleza anónima e internacional del “nuevo terrorismo”, dado que no hubo
ni habrá reivindicación del atentado; lo que en teoría va contra toda lógica
política: “Está claro que el terrorismo internacional e indiscriminado no
está muerto, pero, como un virus maligno, parece que ha pasado por un
proceso de mutación. A las organizaciones terroristas ya no les interesa
identificarse reivindicando la responsabilidad de sus crímenes… porque han
vuelto a la sombra. Y al igual que los terroristas que cometieron el
atentado por bomba contra la embajada de Israel en Buenos Aires, los que
atentaron contra las embajadas USA en Africa se han convertido en
(terroristas) indiscriminadamente internacionales…” (Jerusalem Post, 9 de
agosto de 1998). La guerra mundial contra el “terrorismo islámico” está
servida: “El rastrear a terroristas es ahora una prioridad internacional y
los americanos merecen pleno apoyo y colaboración internacional en la caza
(de los terroritas). Ciudadanos de practicamente todos los países han sido
asesinados por terroristas y quedan pocos países que hacen todavía
concesiones por una motivación “ideológica” de estos crímenes. Por lo tanto,
si se comparte el sufrimiento, la responsabilidad de atrapar a terroristas
de cualquier índole debe compartirse doblemente” (JP, ibídem.)
La “conexión saudí” es señalada explícitamente por un periódico inglés de
clara tendencia pro-israelí, The Independent. En su edición del 12 de agosto
Robert Fisk escribe: “La clave de la identidad y los motivos que inspiraron
a las personas que atentaron contra las embajadas de Estados Unidos en
Nairobi y Dar es Salaam se encuentra en las profundidades de la nación que
los estadounidenses consideran su principal aliado en el Golfo Pérsico:
Arabia Saudí. El ataque reflejó la furia creciente de miles de saudíes –
incluidos algunos miembros de la familia real – contra la continua presencia
militar y política de EUA en la tierra que alberga dos de los más
importantes santuarios del islam: La Meca y Medina No fue una casualidad
que las bombas explotasen coincidiendo con el octavo aniversario de la
llegada de las primeras tropas de EE.UU. a Arabia Saudía, en 1990”
El Jerusalem Post (JP), a su vez, recuerda el anterior atentado contra
tropas norteamericanas realizado en territorio saudí: “Las susceptibles
autoridades saudíes, ante el temor que las investigaciones podrían revelar
alguna conexión políticamente embarazosa con un Estado de la región,
obstruyeron constantemente las investigaciones y negaron el acceso de
oficiales USA a los sospechosos clave. Este comportamiento fue
particularmente irritante, ya que los saudíes son aliados de los americanos
y dependen en mucho de la protección americana contra amenazas regionales
como desde Irak o Irán…” (JP, Ibídem).
La tercera hipótesis fue desarrollada por “analistas” argentinos al servicio
del Estado judío, que quiere implicar a Irán a toda costa, en los atentados
de Buenos Aires. Para estos cipayos los autores de los atentados africanos
son miembros de ” la internacional islamista, (que es el) ala dura del
poder iraní que intenta por todos los medios `frenar’ el acercamiento a
Occidente del nuevo presidente iraní (más) una combinación de varios actores
en la que intervendrían algunos sectores disidentes del grupo chiita
proiraní Hezbollah, teledirigido por Irán y Siria. El contexto interior
iraní se hace obvio por la cruda batalla que libran en Teherán los
renovadores de Jatamí y el ala conservadora fiel a los valores del Ayatolah
Jomeini” (en Página 12, Buenos Aires, 10 de agosto de 1998). Como de
costumbre, se construye una gran imagen falsa a partir de algunos elementos
ciertos. Como por ejemplo la disidencia de Hezbollah. Pero naturalmente no
se aclara que el “grupo de Baalbek” no tiene ninguna capacidad de acción más
allá del Valle de La Bekaa, en el Líbano.
De esa hipótesis, al parecer fecunda, se han derivado luego otras, como la
que expone el Foreign Report de Londres, el 13 de agosto. Los “guardianes de
la Revolución” iraníes habrían actuado en coordinación con las fuerzas del
saudí Ussana Ben Laden, supuestamente exiliado nada menos que en el
Afganistán talibán. Conviene recordar que los talibanes, en su origen,
fueron una creación de la CIA contra las tropas soviéticas que habían
invadido Afganistán. Esto parece olvidarlo hoy en día la diplomacia rusa,
que señala a Afganistán como el centro del “terrorismo islámico
internacional”. Pero ya sabemos cuál es la posición – hegemónica – que
tienen los judíos en la Rusia pos-soviética. A través de los talibanes queda
metido en la olla, donde se cocina este nauseabundo guiso de acusaciones, el
Paquistán musulmán, flamante miembro del club atómico. Se hace difícil
imaginar cómo los iraníes pueden negociar con elementos que mantienen
secuestrados a 11 de sus diplomáticos en territorio afgano recientemente
conquistado por las fuerzas talibanes. Por otra parte los iraníes, al igual
que antiguamente los soviéticos, siempre han denunciado la conexión
norteamericana e israelí dentro de la alianza talibán-paquistaní.
Sólo una semana después de las explosiones en África oriental el Quinto
Ejército iraní – los Guardianes de la Revolución – comenzó unas maniobras
militares en la frontera con Afganistán, en prevención ante el posible
ingreso de “narcotraficantes” (el opio fue y es la moneda de cambio entre
grupos “talibanes” y los servicios norteamericanos e israelíes). Al comenzar
esas maniobras el vicepresidente del parlamento iraní sostuvo: “Estados
Unidos quiere provocar un clima tenso en las fronteras orientales de Irán
con el objeto de atentar contra la imagen del Islam y de ampliar su dominio
sobre la región y sus recursos petrolíferos” (Fuente: AFP, 16 de agosto de
1998). Por su parte el general Assadi, vicecomandante del ejército señaló a
la misma fuente: “La elección del lugar de las maniobras se hizo por las
dificultades creadas por lo talibanes en la frontera”.
Toda la historia del terrorismo judío hacia el exterior – operaciones
encubiertas – nos señala una sola y única constante: la utilización de
personal operativo nativo. Judíos egipcios en Egipto, “cristianos” en el
Líbano, “lumpen islámicos” en Argelia. Las operaciones de África oriental no
iban a ser distintas ¿Dónde encontrar mejor mano de obra nativa que en
Afganistán? De allí ya han surgido muchas “fuerzas operativas”, como el GIA
argelino.
Para aumentar la confusión de los pobres ciudadanos occidentales, que deben
trabajar todos los días de su vida en empresas con “productividad
creciente”, el movimiento “islámico-terrorista” por excelencia, Hezbollah,
la pesadilla de Israel, condenó duramente los atentados africanos,
calificándolos de “criminales”. El Sheik Fadlallah consideró que todo este
teatro es un montaje sionista-norteamericano. “Es inaceptable para un
musulmán matar o herir a un gran número de personas inocentes, cualesquiera
que sean las circunstancias. Las acusaciones contra los árabes tienen por
objetivo arraigar en el espíritu del hombre occidental y en la opinión
pública mundial que ser árabe y musulmán es sinónimo de terrorista”
(L’Orient-Le jour, Beirut, 13 de agosto).
Una lectura atenta de la prensa israelí durante los primeros días
pos-atentados permite entrever una estrategia largamente preconcebida,
siempre dentro de la línea del “choque de civilizaciones”. Haaretz, el 9 de
agosto, llama a una guerra contra el Islam. Ahora que el “agredido” es el
propio Estados Unidos – y no ya sólo Israel- , Occidente debe elaborar un
programa “activo y ofensivo”, algo muy diferente al perfeccionamiento de
simples mecanismos de defensa y de intercambio de Inteligencia. Un programa
activo contra el terrorismo (islámico) es ahora necesario. Estados Unidos
debe asumir un liderazgo que corre el riesgo de perder [En palabras de
Joseph S. Nye, citadas por Huntington, “la potencia norteamericana se ha
convertido en el `poder blando’ que atrae, en vez del poder duro que
obliga”]. Un día después el mismo medio “liberal” publica una nota
editorial: Terrorism without borders. Todo el mundo debe participar en esta
cruzada contra los “zelotes islámicos” [extraña combinación de conceptos:
“zelotes” = judíos terroristas antirromanos – según definición de Flavio
Josefo – de la época del Segundo Templo], incluidos los gobiernos árabes
“moderados”. Un objetivo secundario pero importante, para Israel, es que,
durante todo el tiempo que dure la crisis internacional desatada por los
atentados de África, podrá continuar oprimiendo al pueblo palestino, cada
vez más carente de protección por parte de su “autoridad nacional”: durante
todo este período las autoridades israelíes continuaron confiscando tierras
palestinas para ampliar los asentamientos de los “colonos”. Según informó Al
Quds, el 13 de agosto. “¿El pueblo palestino tiene derecho a tener un Estado
propio?”. La respuesta de Isaac Levi, líder del Partido Nacional Religioso
de Israel fue clara y fulminante: “Nunca han tenido un Estado” (en El Mundo,
Madrid, 14 de agosto).
Pero volvamos a Haaretz (9 de Agosto).”Los atentados en Africa oriental este
fin de semana se planificaron obviamente fuera de la región. El empleo de
cientos de kilogramos de explosivo es un indicio para la planificación a
largo plazo y no corresponde a una acción improvisada en respuesta a un
acontecimiento concreto. Los Estados Unidos se enfrentan ahora al problema
de tener que tomar la ofensiva contra los terroristas…Lo que es necesario
es un programa agresivo para luchar activamente contra los terroristas y sus
líderes. Pero los Estados Unidos necesitan jugar un fuerte papel de
liderazgo internacional y por ahora Washington lo tiene difícil desempeñar
tal liderazgo como lo han demostrado con su respuesta a la carrera de
armamento nuclear entre la India y Pakistán, o en la prueba de fuerza con
Sadam Husein hace unos meses, o con la omisión de prevenir que Irán y Corea
del Norte desarrollen misiles de largo alcance. En Arabia Saudí, por
ejemplo, los Estados Unidos no han obrado con el rigor suficiente frente al
gobierno saudí cuando solicitaron la colaboración de Riad en la
investigación del atentado con bomba contra unas dependencias USA”.
La Inteligencia israelí comprende perfectamente que el poder norteamericano
en el mundo se encuentra en una fase “decadente”. Que el enorme poder
material de los EUA no se traduce en voluntad política. Que es el momento en
que “países pequeños”, como Israel, bien instalados en el interior de la
política norteamericana y con una continuidad teológico-estratégica muy
fuerte, comiencen a realizar “la conquista del imperio”, desde “adentro” y
desde “afuera”. Para Arnold Toynbee ello sería un camino natural dentro del
proceso universal de las “crisis de las civilizaciones”. Por el momento el
lobby judío norteamericano verá incrementado su poder con los 1.250 que le
aportará la banca suiza, luego de la exitosa operación de chantaje realizada
a partir de la religión del holocausto.
Recopilando toda la información histórica de que disponemos (relativa al
comportamiento internacional del Estado de Israel) podríamos interpretar –
en buena lógica – que las agresiones sufridas por dos delegaciones
diplomáticas periféricas de la superpotencia, ha correspondido a un objetivo
estratégico destinado a comprometer directamente a un futuro gobierno en
Washington (recordemos la coincidencia con las próximas elecciones
legislativas en los EUA, en las que se espera un importante avance
Republicano) en una campaña militar contra los enemigos regionales del
Estado judío; mejor dicho, contra quien el Estado judío percibe como sus
enemigos regionales y religiosos.
De las operaciones ideológicas previas se encargarán -como siempre- las
jaurías de escribas desparramadas por Occidente: tarea fácil luego de tantos
años de histeria antimusulmana. El camino se está despejando para La guerra
de 1999, largamente anunciada por el Estado Mayor Israelí. Tal guerra no
será más que la destrucción -utilizando para ello armas nucleares- de los
centros vitales del mundo árabe-musulmán: Teherán, Damasco, Bagdad, Beirut
y, tal vez, El Cairo y Riad. Ahora, después de los salvajes atentados
africanos, se justifica la destrucción hasta la raíz del odiado “terrorismo
islámico”; ahora es preciso destruir los refugios de los que provocan la
destrucción y la muerte irracional en nombre de Allah. Sólo un proyecto de
tal envergadura puede justificar asumir – para los grupos operativos
judío-israelíes que cometieron los atentados en África oriental – un riesgo
tan alto: la posibilidad de que se descubra, por una vez, a los verdaderos
culpables.
Hay algunos – pocos – signos esperanzadores. El 10 de agosto el Secretario
General de las Naciones Unidas, Kofi Annan señaló en Lisboa la conveniencia
de organizar una cumbre internacional contra el terrorismo; pudo fundamentar
esa propuesta en infinitos antecedentes existentes sobre el tema, pero lo
hizo señalando que esa cumbre había sido solicitada por los países islámicos
reunidos en diciembre de 1997 en Teherán, en la VIII Conferencia Islámica.
En un momento de máxima histeria antiislamista, Kofi Annam, uno de los
diplomáticos más astutos de la historia de Naciones Unidas, cometió, al
parecer, su primera “torpeza”: hacer referencia a la VIII Conferencia
Islámica como elemento moderador de crisis internacionales. Un día después
“aclaró” su posición: “No está entre mis proyectos actuales convocar una
conferencia sobre el terrorismo mundial Lo que yo he dicho es que estuve
presente en la reunión de la Organización de la Conferencia Islámica en
Teherán en la que los jefes de Estado presentes condenaron el terrorismo y
sugirieron que podría ser el momento de promover una conferencia mundial
sobre esta cuestión. Lo que dije también es que posiblemente deberíamos
tener en cuenta esa propuesta”.
Y así llegamos al punto más importante de esta cuestión: la situación
interior de la sociedad norteamericana y sus reflejos sobre su sistema de
poder exterior. Si tomamos en cuenta algunos parámetros estructurales que
esa sociedad presenta en este fin de siglo, los atentados en África pueden
producir algo más que una crisis política interior en los EUA. Sus
repercusiones podrían generar una verdadera fractura etno-cultural en la
sociedad norteamericana, un conglomerado de grupos humanos todos ellos
étnica y culturalmente minoritarios. Las recientes olas inmigratorias en las
últimas dos décadas han modificado drásticamente la composición cultural,
religiosa y étnica de los Estados Unidos. Los blancos europeos serán dentro
de poco sólo algo más de la mitad de la población. Dentro de ese grupo
étnico los más afectados serán los blancos anglo-protestantes. Lo que señala
que el propio lobby judío se verá arrastrado a la baja cuantitativa, lo que
podrá afectar tambeén a su poder decisional, que actualmente es enorme. Pero
el 14% de la población negra norteamericana incluirá, posiblemente, a la
mayor comunidad musulmana del Occidente-central (EUA+Europa Atlántica). Hoy,
ya, la Nación – negra – del Islam es la mayor comunidad musulmana en
Occidente. Y la que presenta un perfil ideológico más firmemente antijudío
(Ver: Nation of Islam, www.noi.og. Una visión proisraelí del poder negro
musulmán norteamericano la ofrece Gilles Kepel, en su libro Al Oeste de Alá,
Paidós, Barcelona, 1996).
Estos cambios estructurales se producen en un ambiente donde predomina la
ideología llamada del “multiculturalismo y la diversidad” activamente
promovida por la Administración Clinton y sistemáticamente rechazada por el
fundamentalismo evangélico-calvinista, quien acusa a la actual
Administración de ser la responsable de haber fragmentado a la política
exterior de la superpotencia. En efecto, el “interés nacional” se ha
dividido y subdividido en innumerables “intereses étnicos” (Huntington),
enfrentados entre sí. Son los lobbies de las diferentes minorías nacionales
los que, en última instancia, definen la política de Washington hacia el
“mundo exterior”. “Para la comprensión de la política exterior de los EUA es
necesario estudiar no los intereses del Estado en un mundo de Estados en
competencia, sino más bien el juego de intereses económicos y étnicos en la
política interior del país. La política exterior, en el sentido de acciones
conscientemente designadas para fomentar los intereses de EUA como una
entidad colectiva en relación con entidades colectivas semejantes, está
lenta pero inexorablemente desapareciendo” (Samuel P. Huntington, Intereses
nacionales y unidad nacional, Foreign Affaires-Política Exterior, Vol.XII,
Nº61, p.177).
Dentro de este contexto es preciso reflexionar sobre las dos bombas que en
el África oriental afectaron, a nivel físico, “intereses norteamericanos”.
Los efectos explosivos de esas detonaciones pueden ser más devastadores
dentro de una sociedad norteamericana – que ha perdido identidad de manera
rápida y contundente a nivel étnico y cultural- que sobre los mismos
edificios de las embajadas de una superpotencia blanda, ubicados en lejanos
puntos del planeta.
Dado el estado de fragmentación en que se encuentra el sistema decisional
exterior, tampoco habría que descartar la existencia de una convergencia de
intereses externos e internos, similar – aunque en escala menor,
naturalmente – a los acontecimientos que permitieron a la escuadra japonesa,
en diciembre de 1941, bombardear la base de Pearl Harbour. Sólo esa acción,
que fue consentida y alentada por los más altos mandos militares y políticos
de un gobierno universalista-demócrata (ello ya está admitido por la
práctica totalidad de la literatura histórica académica norteamericana),
venció las resistencias sociales aislacionistas y posibilitó la entrada de
los EUA en la segunda guerra mundial. Pero aquellos eran otros tiempos: los
Estados Unidos representaban plenamente el papel de una potencia
imperialista joven y dura (Ver Anexo 2: EE.UU.: capacidad de globalización y
voluntad “aislacionista”. De la estrategia de “contención” a la estrategia
de “expansión”).
Todo indica que estamos viviendo una época de la historia del mundo en la
cual un grupo humano específico, dotado de una ideología mesiánica y de una
arraigada conciencia de superioridad respecto del resto de los mortales,
parece decidido a la conquista del mundo, y no sólo de los Estados Unidos de
América. Ese grupo humano no sólo se lanza al abordaje de bancos europeos –
suizos y alemanes, por el momento; sobre todo, desde su bunker de Nueva
York, la capital judía del Hemisferio Occidental, la mafia financiera judía
devalúa monedas y hunde y saquea naciones en todo el mundo, desde Indonesia
hasta Rusia, pasando por Hispanoamérica. Sus “economistas académicos”
diseñaron el “proyecto global”: la gran mentira que destruye pueblos y
continentes enteros. Estos atracadores planetarios están atrincherados
detrás de un Mito, el del “Holocausto”. Él es su única “fuerza moral”.
LA “CONEXIÓN ARGENTINA”: LOS ATENTADOS DE BUENOS AIRES
Existe un vínculo estrecho y directo que une a los atentados de África con
los de Buenos Aires. Toda la prensa internacional e israelí lo ha señalado
con fuerza y rotundidad.
Personalmente vengo trabajando en el estudio de esos atentados desde el
mismo día en que se produjo el segundo de ellos, desde el 18 de julio de
1994. En mi último libro sintetizo los resultados de esa investigación de
cuatro años. La edición española de La falsificación de la realidad, la
Argentina en el espacio geopolítico del terrorismo judío, fue presentada en
la Feria del Libro de Madrid a comienzos de junio de 1998, por Ediciones
Libertarias, de Madrid (1).
A nivel personal he pagado un alto costo, porque mis investigaciones no
coinciden con lo “políticamente correcto”: un conjunto de parámetros
intelectuales que hoy actúan como gendarmería del pensamiento en el mundo
entero. Pero yo sigo pensando “a la antigua”. Sigo creyendo firmemente que
un intelectual tiene un deber prioritario de lealtad para con su patria y
para con su pueblo. Y que esa lealtad es algo muy distinto a la estupidez
del “compromiso”. Sigo pensando como Martin Heidegger: “Sé por la
experiencia y la historia humanas que todo lo esencial y grande sólo ha
podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba arraigado en una
tradición”.
A partir de los “atentados de Buenos Aires” los patriotas argentinos hemos
sido expulsados a la clandestinidad por la ocupación judía de los aparatos
del Estado y por el proceso de distorsión cultural que esas mismas
organizaciones judías lograron establecer sobre el conjunto de la sociedad
argentina. Yo mismo, por razones de seguridad, no puedo vivir en la
Argentina. Hacia fines de 1996 tuve que optar por un segundo exilio (el
primero me fue impuesto porque luché hasta el final contra la llamada
“dictadura militar”). Había recibido numerosas amenazas de muerte
realizadas, ¡qué duda cabe! por la “conexión interna judía-fundamentalista”.
En cuanto a la “justicia” argentina, un sólo ejemplo: poco tiempo antes de
salir del país mi abogado tuvo que interponer nada menos que dos recursos de
habeas corpus preventivo, en un mismo día. Sólo el gobierno, en mi caso
personal, mantuvo una actitud respetuosa. Lo peor fue que muchos amigos “de
toda la vida”, algunos de ellos judíos, me pidieron que ni siquiera los
llamara, nunca más, por teléfono. Por haber publicado un libro -mi libro
número 25- con las conclusiones de una investigación que cumplía con todos
los requisitos académicos, las organizaciones judías trazaron en torno a mi
persona un verdadero cordón sanitario que destruyó el conjunto de mis
actividades sociales y profesionales. Ni durante los peores momentos de la
dictadura militar (primer exilio) sufrí semejante asedio. Tuve que recurrir
a un segundo exilio, para salvar la vida. Así están las cosas en la
República Argentina. Y en otros muchos lugares del mundo occidental.
Esa ocupación judía de un país se puede medir por un complejo entramado
jurídico-legal que le otorga a los judíos en la Argentina no sólo el status
de ciudadanos de primera clase (una minoría étnica que está por encima del
resto de los ciudadanos): la legislación argentina actual ha asumido – de
hecho y de derecho – la naturaleza “diferencial” que los judíos se atribuyen
a sí mismos, en tanto “pueblo elegido”. Esa ocupación, ya realizada por un
grupo étnico que en esencia no es argentino – porque reivindica y privilegia
su Ser Judío y, por lo tanto, el principio de la “doble lealtad”, que
significa lealtad prioritaria al Estado judío -, tiene manifestaciones
múltiples, como la existencia comprobada de grupos paramilitares judíos
armados que responden directamente ante la Inteligencia del Estado judío
(2).
Muchos lectores españoles opinaron que La falsificación de la realidad es un
libro “demasiado duro”, “demasiado directo”. Yo estaría de acuerdo con ellos
si el origen de ese libro no hubiese sido una investigación sobre un
asesinato colectivo, pues eso fueron ambos atentados de Buenos Aires.
Hubo, entonces, en el origen de ese libro, dos investigaciones sobre un
asesinato colectivo. Una de ellas fue la oficial, la otra, la mía, la que se
expone en el libro. Entre ambas investigaciones hay una enorme diferencia.
La investigación oficial es un balbuceo político, un laberinto jurídico y,
finalmente, un callejón sin salida. Incumplió con lo fundamental: sólo
“aportó” sospechas y difamaciones, p
ero ni un sola prueba. La investigación
que se desarrolla en este libro brinda lo que puede esperarse de él: una
explicación lógica y coherente sobre uno de los más importantes asesinatos
colectivos realizados en Occidente desde la última posguerra (naturalmente
antes de que ocurriera la explosión de Nairobi). Y señala: las pruebas serán
“liberadas” cuando la crisis del Estado de Israel llegue a su plenitud.
La investigación contenida en ese libro presenta al único culpable posible
dentro de un contexto lógico-histórico: a las organizaciones terroristas
judías que hoy co-participan del poder en el Estado de Israel. La
investigación oficial nunca estuvo en condiciones de desmentir – y hoy menos
que nunca – esta conclusión. En ningún momento dispuso de un contexto
explicativo coherente sobre los atentados de Buenos Aires. Esas
organizaciones judías fueron las que asesinaron a Isaac Rabin. Las que
ejecutan atentados a todo lo largo y lo ancho del mundo (para luego
adjudicárselos al “terrorismo islámico”). Son las bandas que agreden e
intimidan a los intelectuales occidentales que dudan sobre los Mitos judíos.
Son las mismas organizaciones que se han burlado descaradamente de Occidente
negándose a cumplir – pública y explícitamente – con los Acuerdos de Oslo.
Representan a la fracción nacionalista judía – hoy hegemónioca – que niega
el universalismo judío. Esas organizaciones están asimismo preparando un
golpe de Estado contra la cúpula de la Administración Demócrata en los EUA..
Representan al judaísmo nacionalista que vuelve a la versión primitiva,
tribal y sangrienta de Yahveh (a una interpretación real-literal del Antiguo
Testamento). Son, en definitiva, el componente dominante de la actual
estructura teológica y estratégica del mismo Estado judío.
El resto de mi libro anterior no es más que una historia de los Mitos judíos
que encajan absolutamente con la ficción que se pretendió construir en torno
a los atentados de Buenos Aires, que son vistos en ese libro bajo la óptica
de una doble acción delictiva: la realización de los atentados – propiamente
dichos – y la inmediata intención de adjudicárselos al conjunto de la
sociedad argentina (a la que se califica de “antisemita”), que fue
totalmente ajena a los mismos. En esa doble operación criminal, las
organizaciones que representan a los judíos radicados en la Argentina se
comportaron, en un estricto sentido, como extranjeros-enemigos. Los Mitos
judíos que son expuestos en ese libro constituyen una historia de la que han
surgido y de la que se nutren las organizaciones que llevaron a cabo las
matanzas de Buenos Aires, y la inculpación automática de la sociedad
argentina en ellas. Esas organizaciones se han autodesignado “elegidas”.
Allí donde estén, son “superiores” a las “gentes de la tierra”. Por lo tanto
no hay “dureza” en este libro, sino radicalidad, en el sentido en que Karl
Marx, un judío racionalista, definía este concepto: llegar hasta la raíz del
problema.