184 páginas
Editorial Cruz y Fierro
1977
Encuadernación rústica
Precio para Argentina: 30 pesos
Precio internacional: 9 euros
Cada día se hace más evidente el complot de la Internacional católico-marxista para “aggiornar” al catolicismo, haciendo del Evangelio un fermento de revolución social y convirtiendo a Cristo en el primer contestatario y antecesor de Marx, Mao y Marcuse, y de nuestros vernáculos “Che” Guevara, Camilo Torres y Cía.
Para poner a luz y refutar ese sacrilego maridaje ertre Cristo y la Revolución, Marcel Clément plantea —con pluma maestra y claridad gala— siete cuestiones capitales:
¿Contiene el Evangelio un mensaje social?
¿En qué sentido puede hablarse de una “liberación” acorde con el mensaje de Cristo?
¿Es compatible con la Fe cristiana el ensamblaje Evangelio-Revolución?
¿Es pecado la propiedad?
¿Es factible un socialismo “de rostro humano”? ¿Es compatible con la Fe un socialismo “de rostro cristiano”?
¿Qué revela la “anatomía” del totalitarismo?
Sólidamente anclado en el derecho natural, en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia, el autor responde a esas cuestiones sin esquivar objeción ni dificultad ninguna, y analiza, desmenuza y pulveriza los argumentos de los neoprogresistas cristianos, cuyos inconfesos maestros son Rousseau, Marx, Freud y… Satán.
Este libro, al demostrar palmariamente la radical compatibilidad del Evangelio con los colectivismos y socialismos de todo signo —por más “cristianos” que se autobauticen—, ofrece los elementos doctrinales básicos para comprender y rechazar la “apertura a sinistra” o “viraje a la izquierda” de tantos “teólogos baratos y pedagogos maleducadores —como señala Mons. BONAMIN en su esclarecedor prólogo— que hablan y escriben ‘teologías, pedagogías y catecismos de la liberación'”, y pretenden construir un “Hombre Nuevo evangélico”.
Sí. El Hombre-Nuevo-Robot del Universo Concentraciona-rio de los Gulags soviéticos, tomado del Evangelio según… Judas Iscariote.
Ante esta luminosa síntesis de claridad y doctrina —pequeña obra maestra— sólo podemos agregar: TOLLE. LEGE.
“Estas doctrinas deletéreas… (de) un nuevo evangelio, en el que han creído ver el verdadero Evangelio del Salvador, hasta el punto de que… al estar su ideal emparentado con el de la Revolución, NO TEMEN HACER ENTRE EL EVANGELIO Y LA REVOLUCIÓN APROXIMACIONES BLASFEMAS.”
SAN PÍO X
(Notre Charge Apostolique, nº 41)
ÍNDICE
Mons. Bonamín:
PRESENTACIÓN 7
Introducción:
UN VIRAJE ESTRATÉGICO 15
Capítulo I:
EL MENSAJE SOCIAL DEL EVANGELIO . . 25
Capítulo II:
UNA LIBERACIÓN EQUIVOCA 49
Capítulo III:
EL ENSAMBLAJE EVANGELIO-REVOLUCIÓN 73
Capítulo IV:
¿ES PECADO LA PROPIEDAD? 99″
Capítulo V:
UN SOCIALISMO “DE ROSTRO HUMANO”. . 121
Capítulo VI:
UN SOCIALISMO “DE ROSTRO CRISTIANO” 145
Capítulo VII:
ANATOMÍA DEL TOTALITARISMO 159
Capítulo VIII:
CUERPO SOCIAL Y CUERPO MÍSTICO … 173
RESUMEN ANALÍTICO 179
EL AUTOR
MARCEL CLÉMENT nació en 1921. Realizó todos sus estudios en París, en el liceo Louis-le-Grand, en la Sorbona y en la Facultad de Derecho.
Su actividad intelectual se ha desarrollado principalmente en cuatro campos estrechamente interrelacionados. PROFESOR
Licenciado en Filosofía y en Derecho; diplomado de estudios superiores en Sociología y en Economía política y Doctor en Ciencias Sociales, CLÉMENT ejerció la docencia durante tres lustros —1948-1962— cuatro meses al año en Canadá, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Laval de Québec y en el Instituto Pío XI y en la Escuela de Altos Estudios Comerciales de la Universidad de Montreal.
De 1962 a 1966 enseñó en París, en el Instituto Católico y en la Facultad de Derecho. Desde 1968 es profesor de Filosofía política y social en la Facultad libre de Filosofía Comparada de París. ECONOMISTA
Igualmente dotado para la especulación como para la actividad práctica, CLÉMENT ha llevado a cabo numerosas misiones económicas.
En 1944-1945, a los 22 años, participó de la Comisión francesa de Reparaciones, un equipo de economistas encargados de estimar el monto de las pérdidas ocasionadas por la ocupación alemana.
Al finalizar la guerra, el gobierno francés le asignó la tarea de investigar y medir la explotación de la mano de obra francesa por los alemanes durante la ocupación.
Luego dirigió la redacción del informe sobre las pérdidas sufridas por Francia en el Extremo Oriente (misiones en Tailandia, Indochina y Japón). Y durante dos años —1946-1947— participó como experto del gobierno francés en las negociaciones de Washington sobre la evaluación de los daños de guerra ocasionados por Japón a Francia.
En 1949 llevó a cabo un amplio estudio sobre el mercado del trabajo en la provincia canadiense de Québec. Al mismo tiempo dirigía investigaciones para el Instituto de Ciencia Económica Aplicada, sobre las modalidades de salario y los problemas de productividad.
De 1948 a 1962 fue titular de la cátedra de análisis y de coyuntura económica en la Escuela de Altos Estudios Comerciales de la Universidad de Montreal (Canadá). SOCIÓLOGO
MARCEL CLÉMENT es uno de los mejores conocedores de la Doctrina Social de la Iglesia y ha sido descrito como una “enciclopedia viviente” en este tema. Su reconocida autoridad está avalada por sus numerosas obras —varias traducidas al español y al italiano— ampliamente difundidas en Francia, Bélgica, Holanda, Italia, España y Canadá.
CLÉMENT ha enseñado y realizado investigaciones personales en materia de ciencias sociales y políticas. La mayor parte de sus obras refleja esta preocupación.
Además de sus trabajos sobre el salario y la empresa, su tesis doctoral sobre la “Economía social según Pío XII” (1953) representa uno de los estudios fundamentales clásicos sobre este tema de la doctrina social cristiana.
Su “Encuesta sobre el Nacionalismo” constituye también una importante puesta al día sobre las exigencias cristianas de la política natural.
En 1953, MARCEL CLÉMENT estableció con otros especialistas el Centro Francés de Sociología, del que fue director, mientras dividía su tiempo entre su labor docente en ese Centro y en el Instituto Pío XI de la Universidad de Montreal. PERIODISTA
Periodista ante todo: MARCEL CLÉMENT ha difundido la doctrina social de la Iglesia a través de más de treinta obras y en centenares de artículos, conferencias y discos.
Desde 1962 es el “alma mater” del quincenario católico de París “L’Homme Nouveau”. primero como secretario de redacción y. desde hace varios años, como su director. Sus editoriales, marcados con la impronta de su peculiar estilo, combaten hoy como ayer por el orden natural, la patria y la Iglesia. Su influencia llega hasta los ambientes más diversos.
Sus obras, conferencias y artículos periodísticos traducen una preocupación primordial: contemplar la evolución del mundo a la luz de la fe cristiana y extraer una reflexión sobre el sentido último de la historia de entre la marea de acontecimientos y de convulsiones cuyo eco recoge cada día de los cuatro puntos del planeta.
Invitado a visitar y enseñar en los principales países de Europa y de América, CLÉMENT es, además, un buen conocedor de África, donde sus frecuentes viajes de estudio y las diversas encuestas político-económicas realizadas le permitieron anunciar desde 1973 las etapas de la actual penetración soviética en Somalia. Mozambique, Uganda, Angola…
Pero, sobre todo, MARCEL CLÉMENT proyecta en las grandes cuestiones religiosas, políticas e internacionales del mundo contemporáneo la luz inextinguible de la Única Verdad Liberadora, que es CRISTO.
PRESENTACIÓN
He sido honrado con el pedido de que presente este libro al público argentino.
En su elogio, como la mejor recomendación para incitar a su lectura, me apresuro a decir que es un libro claro y esclarecedor, cualidades preciosas en una época como la actual en la que el liberarse de términos ambiguos, equívocos, es para la humanidad cuestión de vida o muerte.
Por esas cualidades y por el argumento polémico que trata, la obra de Marcel Clément es oportunísima en nuestra Iglesia, donde, lastimosamente, cabría decir que “ya no hay lengua común” como denunciaba la Secretaría del Sínodo de los Obispos en 1974, en la primera página de su Relación programática.
Desde que en muchos ambientes eclesiásticos, dominados doctrinariamente por secuaces del oportunismo verbal y las ideologías de moda, la Teología, la Hermenéutica y hasta la Catequesis se transformaron en Sociología, el Evangelio —¡la
Buena Nueva de la paz, de la unión, del amor!— parece haberse convertido en campo de Agramante, precisamente en razón del confusionismo que toda hibridez provoca. A nadie extraña, entonces, aunque a todos deba doler, que, como en el caso del Arca Santa caída en poder de los amalecitas, el Evangelio sea causa de ruinas cuando es manipulado por quienes —aunque sean teólogos de fama-no fueron constituidos por Cristo custodios e intérpretes de su Palabra.
Por ese camino, lógico resulta, por ejemplo, que la “evangelización de los pobres” —que en los propósitos de Jesús era una prueba de su mesianidad—, corra hoy el riesgo de ser causa y signo de desunión entre los creyentes en Cristo. Es que si se confunden términos como “evangelización”, “liberación”, “‘revolución”, “lucha por la justicia”, “desarrollo”, “promoción humana”, y se los baraja con “opresión”, “alienación”, “dependencia”, “salvación”, “redención”, “dimensión política de la fe”, etcétera, se precipita el pensamiento en esa “bullanga” que Clé-ment estuvo por calificar de “infernal” (p. 103).
Lo peor, entonces —si es que no todo resulta peor—, es que quienes así desfiguran el verdadero sentido de la “evangelización de los pobres”, mientras pierden su tiempo en ociosos devaneos académicos acerca de la pobreza, pierden de vista a los pobres, a los cuales ni evangelizan ni ayudan.
Precisando un poco el concepto de “evangelización”, cabe preguntar: ¿debe ella apuntar a los pobres y su situación —como a la de cualquier ser humano—, o a la pobreza y las injusticias que la engendran, como quieren muchos?
En cualquier caso ¿es ésa su labor esencial y primaria, o es un compromiso derivado de lo esencial? ¿se identifica con la “liberación” temporalista e intrahistórica o tiene una fundamental dimensión escatológica? ¿es “cristianismo” o “socialismo”?
El Sínodo de los Obispos, de 1971, que se ocupó en estos temas, dio unas respuestas que se sintetizarían en esta declaración: “La acción (en un principio se había puesto “la lucha”) en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva”.
Asentada en la Introducción del Documento Sinodal, casi como preludio del tono que predominaría a lo largo de éste (con la inquietante afirmación final de que el mundo “llegará a la plenitud de la creación, sólo cuando se convierta en una obra del hombre para el hombre” …—¿y Dios?—), aquella declaración produjo, sobre todo por lo de “constitutiva”, justificadas sorpresas y explicables alarmas en el mundo católico.
Una prueba y muestra de ello es el libro que el lector tiene en sus manos.
Ese revuelo repercutió en el aula del Sínodo Episcopal de 1974, donde se pidieron al respecto explicaciones, aclaraciones y rectificaciones, llegándose a la conclusión de que “constitutivo” no podía equivaler, como aparentaba, a “esencial”, sino a “integral” (“parte integrante”), y de que, como se deja constancia en el Documento final del Sínodo: “En cuestión de tanta importancia nos hemos sentido en profundo acuerdo en volver a afirmar la conexión íntima que existe entre la obra de la evange-lización y la mencionada liberación”. La “dimensión constitutiva pasaba a ser ahora conexión íntima”, expresión ambigua, según alguien hizo observar, ya que “puede significar mucho —en el sentido de una conexión intrínseca, esencial o integral—, o poco —en el sentido de conexión extrínseca u ocasional”.
El autor de este libro escrito en 1972, no pudo conocer esa declaración del Sínodo de 1974. Es creíble que, de conocerla, no habría aceptado lo de “integral”, como el lector lo deducirá de la lectura de estas páginas. Recordemos que tampoco la aceptaron algunos Obispos, como el Cardenal González Martín, arzobispo de Toledo, quien, hablando en nombre de otros Obispos españoles, dijo: “Es más bien una añadidura o consecuencia de la salvación”; y el Cardenal Alfred Bengsch, de Berlín, que sentenció: “Acerca de la liberación humana, hay que subrayar, ante todo, que la liberación de la opresión política y social afecta ciertamente a la redención de todo el hombre; pero no es parte integrante de la evangelización: Cristo no hizo nada para liberar de la dominación romana al pueblo elegido” (Ver Osservatore Romano, edición en español, año VI, N° 46, pág. 9 y 10).
Menos aún, por desgracia, pudo conocer Clé-ment, al escribir este libro, las palabras concluyen-tes que dedicó al tema el Padre Santo en ocasión del Sínodo de 1974 y —por expreso pedido de los Padres Sinodales— en su Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi”, del 8 de diciembre de 1975.
En el discurso de apertura señaló que “el esfuerzo humano del desarrollo… no es misión específica de la Iglesia”; y en la Exhortación, después de asentar inicialmente que “como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del Maligno”, declara enfáticamente que “la Iglesia… existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa”, con lo cual, recalca, la Iglesia logra “transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad”.
Refiriéndose en seguida al contenido de la evangelización, puntualiza que “hay un contenido esencial, una substancia viva” y, por cierto, “hay elementos secundarios, cuya presentación depende en gran parte de los cambios de circunstancias. Tales elementos —añade— cambian también”.
Á continuación, matizando bien sus expresiones según es habitual en el Vicario de Cristo, explica que “la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente por esto, la evangelización lleva consigo un mensaje… especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación… La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo…. [si lo hiciera] la Iglesia perdería su significación más profunda. Su mensaje de liberación no tendría ninguna originalidad; y se prestaría a ser acaparado y manipulado por los sistemas ideológicos y los partidos políticos. No tendría autoridad para anunciar, de parte de Dios, la liberación… Es más, la Iglesia está plenamente convencida de que toda liberación temporal, toda liberación política —por más que ésta se esfuerce en encontrar su justificación en tal o cual página del Antiguo o del Nuevo Testamento; por más que acuda, para sus postulados ideológicos y sus llorínas de acción, a la autoridad de los datos y conclusiones teológicas; por más que pretenda ser la teología de hoy— lleva dentro de sí misma el germen de su propia negación y decae del ideal que ella misma se propone, desde el momento en que sus motivaciones profundas no son las de la justicia en la caridad, la fuerza, interior que la mueve no entraña una dimensión verdaderamente espiritual y su objetivo final no es la salvación y la felicidad en Dios”.
¡Largas las citas, pero preciosas y muy oportunas! Clément las habría aprovechado para su trabaja si las hubiera conocido y, también, si hubiera previsto que éste conseguiría lectores en la República Argentina, donde pululan teólogos baratos y pedagogos mal-educadores que hablan y escriben “teologías, pedagogías y catecismos de la liberación”, con objetivos reducidos a puras perspectivas antro-pocéntricas —como lamentaba Su Santidad en la mencionada Exhortación—, y encadenados a ideo-logismos socialistas, marxistas y freudianos, que pretenden ser liberadores y denuncian por doquiera formas de “alienación”. ¡Por algo será que. Pablo VI, después del último Sínodo, el 3 de noviembre de 1974, pedía a Jos Obispos de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, que el impulso apostólico de los Obispos de nuestra América “sea capaz de conjurar la tentación —que a veces se insinúa en algunos— de entregarse a ideologías ajenas al espíritu cristiano”!
¡Es tan fácil y atractivo llegar al socialismo marxista por el resbaladero de una fementida “liberación”!
De liberación y socialismo habla este libro; y lo hace con seguridad en los conceptos y luminosa precisión en el lenguaje, guiado siempre por la luz dé Cristo presente en el Magisterio de su Iglesia.
Léanlo los argentinos: recabarán de él -diría Dante— “vital nutrimento”.
VlCTORIO M. BONAMÍN
Pro-Vicario de las Fuerzas Armadas