412 págs.
Ediciones Epheta
1993, Argentina
Precio para Argentina: 90 pesos
Precio internacional: 25 euros
“Tenemos el firme convencimiento de que la famosa distinción entre individuo y persona, que podía parecer una tesis, si no verdadera, al menos inocente, manejada por Maritain como base última explicativa de todo orden moral y de toda la historia, de tal suerte lo subvierte todo, que, con terminología tomista y cristiana, nos da una concepción anticristiana de la vida. Más aún. Creemos, y lo decimos muy en serio, que la ciudad Maritainiana de la Persona Humana coincide, en la realidad concreta y existencial, con la ciudad secular de la impiedad. Medimos todo el alcance de nuestra afirmación y desafiamos muy formalmente a cuantos la consideren falsa o exagerada a que así lo demuestren.
Nuestro libro quiere ser también una rehabilitación del pensamiento auténtico de Santo Tomás, que ha sido desvirtuado y peligrosamente alterado por inoculaciones de origen kantiano”
El Autor
La tesis de Jacques Maritain sobre la persona humana, aquí sólidamente refutada, pretendió a su momento tener carta de ciudadanía en el pensamiento católico con consecuencias prácticas nefastas. El Padre Julio Meinvielle vio con la luz de una estrella de primera magnitud este peligro y su refutación se vio refrendada, entre otros documentos de la Iglesia, por la encíclica del Papa Pío XII “Humani Generis” del 12 de agosto de 1950. Otros vientos soplan hoy en la misma Iglesia que pretenden reivindicar dicha carta de ciudadanía. El pensamiento del Padre Meinvielle se yergue frente a una situación caótica de “un mundo que muere por laicista y ateo” con la clarividente afirmación de San Pío X al afirmar que la Ciudad Católica, tradicional, “no está por inventar ni por construir en las nubes sino que ha existido y existe, es la civilización cristiana”.
Al reeditar este libro, que lo consideramos el mejor de los escritos del Padre Meinvielle, le reiteramos, una vez más, el corto pago de una gran deuda.
ÍNDICE
Prólogo V
Prefacio 7
Notas del Prefacio 15
Capítulo I. —La distinción entre individuo humano y persona humana 17
La distinción de individuo y persona 21
La distinción de individuo y persona es completamente gratuita y sin fundamento en Santo Tomás 23
En Santo Tomás no existe oposición entre individualidad y personalidad 26
Confusión de individualidad de naturaleza con la individualidad propiamente tal 35
La oposición que los adversarios colocan entre individualidad y personalidad existe dentro de la naturaleza humana 39
La oposición de individuo-persona implica la partición en dos de un único sujeto de subsistencia y de operación 48
La distinción de individuo y persona no encierra las proyecciones sociológicas que sus sostenedores le asignan 56
Maritain coloca en la metafísica la disquisición presente 57
La disquisición presente, formalmente práctica … 62
El planteo de Maritain y el de Santo Tomás …. 65
Notas del Capítulo Primero 68
Capítulo II. — Exaltación de la persona humana singular sobre la especie y la sociedad humanas, sobre el universo y sobre la iglesia 73
De que la persona humana alcance a Dios por sus actos personales no se sigue su superioridad sobre el universo 76
De que la persona humana se identifique intencionalmente con Dios no se sigue su superioridad sobre la Iglesia 83
Al alcanzar a Dios, Bien Común, la persona humana asume necesariamente la condición de parte 88
Superioridad del universo de gracia y de naturaleza sobre la persona singular 94
La superioridad del orden universal exige la sujeción de unas personas angélicas o humanas a otras 101
De que la persona singular sea imagen de Dios, no se sigue su superioridad sobre el universo . . 103
Maritain no logra demostrar que la persona, en cuanto tal, se oponga a la condición de parte …. 106
El Estado causa universal de perfeccionamiento de la persona singular le es superior 114
La persona singular, parte del todo que es el Estado no puede serle superior 118
Maritain imagina falsamente que el bien común se vuelca o redistribuye en las personas singulares 120
La falta de ordenación total de la persona singular al todo social no demuestra su superioridad …. 123
De que no existe el hombre para la ciudad sino la ciudad para el hombre no se sigue la superioridad de la persona singular 135
La superioridad de la vida contemplativa que correspondería a la persona singular no demuestra su superioridad sobre el Estado 144
Las causas eficientes del perfeccionamiento sobrenatural del hombre 149
Notas de Capítulo Segundo 152
Capítulo III.— La tensión vertical entre persona y sociedad política 159
La tensión vertical 161
El orden de la gracia y de la gloria trasciende infinitamente todas las posibles exigencias de la persona humana 163
No puede existir tensión entre el orden humano y el divino de la gracia 171
Tampoco puede haber tensión entre el orden humano y el político 174
Ni puede haber tensión entre el orden político y las exigencias de la persona singular 178
La teoría de la subordinación de las causas y la tesis maritainiana 181
Notas de Capítulo Tercero 183
Capítulo IV.— Liberación de la persona humana 187
Libertad de albedrío y libertad de autonomía …. 188
El dinamismo de la libertad en la vida espiritual . . 189
El hombre se determina por la búsqueda de la libertad de autonomía 191
Dios sería medio para la beatificación del hombre . . 195
El hombre determinándose a sí mismo a la búsqueda de lo sobrenatural o pelagianismo 197
La persona singular se busca a sí misma 199
La aplicación de la libertad de autonomía a la vida social 202
La sujeción a la ley no es un fin infravalente al de la libertad de autonomía en lo social 206
La amistad no está por encima del bien común o de la justicia ni el bien común es fin infravalente al de la persona singular 211
Maritain confunde amistad privada con amistad cívica 213
Se equivoca Maritain al insinuar que la amistad disminuirá la excelencia y necesidad de la justicia 215
Se equivoca Maritain al preconizar una ciudad de amistades o fraternal en que no se reconozca
la superioridad del bien común 217
Notas del Capítulo Cuarto 219
Capítulo V. — La “prise de conscience” de los derechos de la Persona humana 227
La emancipación de la persona humana fundamento del orden jurídico o el kantismo inficionando la concepción jurídica tomista 229
Los derechos “espirituales” de la persona humana o el ateísmo virtual de la sociedad maritainiana 244
La virtud de la religión privada no está por encima de la justicia legal 255
Los derechos políticos de la persona o el individualismo destructor de la ciudad orgánica y cristiana 257
Los derechos económicos del obrero y campesino convertidos en rectores de la vida social o el socialismo de la ciudad maritainiana 266
Notas del Capítulo Quinto 277
Capítulo VI. — De la Exaltación de la Persona humana a la “nueva democracia” 285
La aspiración fundamental de la persona a la democracia y la doctrina de Santo Tomás 287
En la medida en que la persona humana progresa aspira a la monarquía y no a la democracia .. 289
La aspiración a la democracia en cuanto tal, o sea en su estado puro, implica una regresión de la persona humana 292
La democracia de Maritain frente a la doctrina de la
Iglesia y de Santo Tomás sobre la democracia 296
Quiénes integran la democracia maritainiana …. 299
¿Quién gobierna la ciudad maritainiana? 302
Qué fin se proponen los ciudadanos al agruparse en la democracia maritainiana 307
La forma de unidad de la democracia maritainiana . 309
La democracia de Maritain es incompatible con la justicia y el bien común 319
Notas del Capítulo Sexto 328
Capítulo VII. — De la persona humana a la Nueva Cristiandad 339
Aunque fuere cierta, la ley de la ambivalencia de la historia no justifica el abandono de la regla que debe ordenar la actividad del hombre …. 343
El progreso de la personalidad humana que señala Maritain es de factura kantiana y contraría al
verdadero humanismo 348
La “prise de conscience” de la persona humana adoptada como criterio de progreso, falsea radicalmente la recta valoración de la historia y de la civilización 354
La “prise de conscience” de la persona humana falsea la sola medicación que puede curar al hombre y a los pueblos modernos 360
Ataca, en el corazón, a aquel punto esencial de la civilización cristiana que impide la erección de la ciudad anticristiana 366
La ciudad del Anticristo será una ciudad personalista y totalitaria 374
Notas de Capítulo Séptimo 377
Apéndice 387
Obras del Autor 401
Índice 409
PRÓLOGO
La reedición de “Crítica de la concepción de Maritain sobre la persona humana” que presenta Ediciones Epheta es un criterioso homenaje al Pbro. Dr. Julio Meinvielle en el vigésimo aniversario de su deceso ocurrido el 2 de agosto de 1973, y su presentación académica rendirá un digno tributo a este preclaro sacerdote argentino.
La presente edición reproduce la de 1948 publicada por Ediciones “Nuestro tiempo”. Se le adjunta, como apéndice, la ponencia del mismo autor, “El problema de la persona y la ciudad” ,en el Primer Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Universidad Nacional de Cuyo en la ciudad de Mendoza desde el 3 de marzo al 9 de abril de 1949. Ambos escritos del Padre Julio Meinvielle -agotado y requerido con interés sostenido el libro que se reedita-forman un “corpus”, siendo el segundo una suerte de síntesis estrictamente filosófica y con aportes propios del primero.
El autor, en el Prefacio de esta obra hace expresa referencia a su libro anterior “De Lamennais a Maritain” (Ediciones “Nuestro Tiempo” 1945 y reeditado por Ediciones Theoria, Buenos Aires 1967), que con la “Correspondance avec le R. P. Garrigou -Lagrange á propos de Lamennais et Maritain” (Ediciones “Nuestro Tiempo, Buenos Aires 1947), integraría, a guisa también de un “corpus”, el tema de la persona humana en relación con su vida política: pero el presente libro que hoy de nuevo ve la luz refuerza la argumentación metafísica del libro cronológicamente anterior pero no en el orden conceptual. Tal es la razón -expresa su autor- de una refutación ontológica de la errónea concepción de Jacques Maritain en el problema de marras.
Cabe, así, subrayar, en aras de una identidad tomista inconclusa, la “rehabilitación del pensamiento auténtico de Santo Tomás, que ha sido desvirtuado y peligrosamente alterado por inoculaciones de origen kantiano”, en lo que atañe a la primacía de la persona en el dominio de la praxis humana. No desconoce el autor, en esté orden, las meridianas exposiciones de dos ilustres tomistas de esa época, el R.P. Louis Lachance O. P. (“L’humanisme politique de Thomas d’Aquin”, Paris, Sirey, 1939) y Charles de Koninck (“Le Primauté du bien Commun contre les Personnalistes”, Editions de L’Université de Laval;’1943. y “ln defense of Saint Thomas”, Ed. de V Université de Laval, 1945).
Respecto del apéndice mencionado séanos lícito considerarlo como el estudio preliminar con plena cabalidad del presente libro; otro lo oscurecería sin mengua de tener su oportunidad. En este apéndice el Padre Julio Meinvielle encara con profunda, fuerte y límpida objetividad la metafísica tomista concerniente a la subordinación causal entre diversos todos que -autónomos entre sí y reciprocamente irreductibles- guardan una unidad de orden y, por ende, jerárquica, y la subordinación total de la causa instrumental respecto de la principal que la mueve, conforme a su naturaleza, al fin perseguido. Esta doctrina del Doctor Angélico le brinda a nuestro autor la solución a la seudodistinción maritainiana entre personalidad e individualidad. Y al rechazar, conforme a Santo Tomás la exclusión de la personalidad de la comunidad política enfatiza que ésta es lo más excelente de lo humano, “optimus in rebus humanis” (pol. 1,1). Esto, además, aventa toda suerte de totalitarismo e individualismo.
La tesis de Jacques Maritain aquí sólidamente refutada pretendió a su momento tener carta de ciudadanía en el pensamiento católico con consecuencias prácticas nefastas. El Padre Julio Meinvielle vio con la luz de una estrella de primera magnitud este peligro y su refutación se vio refrendada, entre otros documentos de la Iglesia, por la encíclica del Papa Pío XII “Humani Generis” del 12 de agosto de 1950. Otros vientos soplan hoy en la misma Iglesia que pretenden reivindicar dicha carta de ciudadanía. El pensamiento del Padre Meinvielle se yergue frente a una situación caótica de “un mundo que muere por laicista y ateo” – son las palabras del prólogo a la segunda edición de su “De Lamennais a Maritain”, página 9- con la clarividente afirmación de San Pío X al afirmar que la Ciudad Católica, tradicional, “no está por inventar ni por construir en las nubes sino que ha existido y existe, es la civilización cristiana”.
Al reeditar este libro, que lo consideramos el mejor de los escritos del Padre Meinvielle, le reiteramos, una vez más, el corto pago de una gran deuda.
Raúl Sánchez Abelenda
Natividad de la Santísima Virgen, 8 de setiembre de 1993.
EL AUTOR
Julio Ramón Meinvielle nació el 31 de agosto de 1905, en Buenos Aires, donde falleció el 2 de agosto de 1973. Estudió en el entonces Seminario Pontificio de Villa Devoto, doctorándose en filosofía y teología. Se ordenó el 20 de diciembre de 1930. Repartió su vida entre las actividades sacerdotales, la docencia superior, la especulación teológico – filosófica las permanentes inquietudes tanto culturales como político-económicas y el periodismo. Indagador agudo y polemista fogoso, confrontó ideas con adversarios ideológicos sin escatimar críticas, alcanzando en algunas de ellas resonancia internacional.
Dotado del raro don de unir a la inteligencia especulativa, la inteligencia práctica y una extraordinaria capacidad de trabajo, no solo dejó una dilatada y variada obra, que hemos tratado de recoger en las páginas dedicadas a “Obras del autor”, sino también el templo Nuestra Señora de la Salud, que levantó por iniciativa propia, así como el Ateneo Popular de Versalles, síntesis acabada de su preocupación por las necesidades de la ciudad. Personalidad robusta, temperamento fuerte; sacerdote, maestro, filósofo, publicista y conferenciante, amó profundamente a la Iglesia, sirviéndola incansablemente, así como amó y sirvió a su Patria.
PREFACIO
En mi libro “De Lamennais a Maritain”, me proponía demostrar que el programa de la “Nueva Cristiandad” de Maritain es insostenible desde el punto de vista de la doctrina católica.
Para lograr mi objeto me pareció que el procedimiento más eficaz, teniendo en cuenta la mentalidad moderna, era enfrentar la exposición organizada del pensamiento maritainiano con el pensamiento de autores condenados por el Magisterio Eclesiástico, tales como Lamennais en L’Avenir y Marc Sangnier en Le Sillón. Realicé entonces un ceñido paralelo de las tesis condenadas en estos autores con las de Maritain; de la exactitud del mismo habla con elocuencia el hecho de que ninguna falla ha podido ser descubierta en él hasta este momento.
Es verdad que el ilustre teólogo Garrigou-Lagrange, O. P. intentó convencer de exagerado mi desconcertante paralelo; pero hubo de rendirse a la evidencia, como lo demuestra la serie de cinco cartas que me envió a este propósito.
Verdad también que un joven y talentoso escritor español opinó que la posición de Maritain representa “una vía media entre el ideal medieval y el ideal liberal”2, en la cual no lograría hacer blanco mi crítica. Pero es fácil responder que la posición de Lamennais y la de Morc Sangnier, como la de todo liberalismo católico, que en expresión del Syllabus se presenta como una conciliación de la Iglesia con la civilización moderna, son ya esta vía media3. Tan evidente les parece a muchos el cotejo de Maritain con Lamennais-Marc Sangnier que más bien se inclinan a hablar de cierta mutabilidad en las enseñanzas de la Cátedra Romana, reiterando en esto, en una u otra forma, la posición adoptada por Duccatillon y George Goyau. El primero escribe: “Basta comparar ” la bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII, para la que ” la soberanía temporal no era considerada sino como ” dependiente de la soberanía espiritual, con la Encíclica ” Inmortale Dei de León XIII” 4. Y el segundo no tiene reparo en escribir: “Bajo el pontificado de León XIII las ” ideas cristianas sociales que se exponían o insinuaban ” en L’Avenir han reencontrado su patria. Como relámpagos, cuyo curso es difícil seguir, y cuyo origen y ” alcance no se puede conocer, surcaban el diario de Lamennais; hoy resplandecen seguras de sí mismas, con ” brillo continuo porque tienen en los doctores de la Iglesia una paternidad auténtica y venerable. Han dejado ” de sentirse atrevidas; se sienten cada vez más verdaderas. Habiendo descubierto de nuevo su derecho dé ciudadanía en el dogma, han entrado altivamente en los espíritus pidiendo, no ya como en 1830 ser toleradas, sino ” reinar” 5.
Es claro que esta hipótesis, que echa por tierra el dogma de la inmutabilidad de la doctrina católica, no ha sido defendida por ningún teólogo de autoridad; no es necesario que nos detengamos a examinarla. Pero ella no es sino afirmación franca de una sutil y disimulada mutabilidad en la doctrina que se encubriría bajo un historicismo eclesiástico, y que se encuentra admitida entre los sostenedores del maritainismo, aunque no se atrevan a confesarlo francamente.
Lo que interesa dejar aquí consignado es que el procedimiento por mí adoptado en el “De Lamennais a Maritain”, aunque de gran eficacia para demostrar la inaceptabilidad de las doctrinas maritainianas, no permite sin embargo descubrir la interna concatenación que entre ellas existe y deja en silencio naciones fundamentales y decisivas de su filosofía práctica, tales como la famosa valoración de la dignidad de la persona humana. De aquí que haya debido advertir6 que aquel libro no era sino “preliminar de otros estudios en los que trataría de indagar las raíces más hondas de donde arrancan las desviaciones de su filosofía”.
Por esto, desde entonces, no abandoné la idea de someter a crítica su concepción moral de la persona humana, firmemente convencido de que allí se escondía la raíz, de ulteriores y peligrosos errores. Y esta tarea emprendo en este nuevo libro.
He de confesar que la labor tan meritoria realizada por dos ilustres tomistas contemporáneos del Canadá, el R. P. Louis Lachance O. P. y Charles de Koninck7, han facilitado grandemente mi tarea. Dotados uno y otro de un conocimiento profundo de las enseñanzas de Santo Tomás, han examinado precisamente este problema de la superioridad de la persona humana sobre el Estado, con un acopio extraordinario de saber que produce en el lector un convencimiento pleno y definitivo.
Cuan vigoroso haya sido este ataque lo manifiesta el hecho de que un experimentado tomista, el R. P. I. Th. Eschmann, O. P., haya salido In defense of Jacques Maritain en un artículo que con ese título apareció en The Modern Schoolman de mayo de 1945; y como si esto no fuera suficiente, el mismo Maritain, en el número de mayo-agosto 1946 de la Revue Thomiste, dedica a esta cuestión un prolijo y largo estudio, titulado La Personne et le Bien Commun8, donde una vez más repite sus conocidas tesis “de manera, dice, de presentar una ” breve, y, lo esperamos, suficientemente clara síntesis ” de nuestras posiciones sobre un problema a propósito ” del cual los malentendidos involuntarios, es bueno creer-” lo, no han faltado”.
Pero ni el R. P. I. Th. Eschmann, O. P., ni el mismo Maritain, han logrado rebatir a de Koninck, cuyo libro estaba directamente en cuestión, ni a Lachance O. P., quien, aunque no haya sido nombrado ni atacado, mantiene todo el rigor de una exposición tomista sólida que quiebra todo intento de sostener la primacía de la persona humana sobre la sociedad política. La lectura de estos autores será de gran provecho para los que deseen conocer a fondo cuestión tan importante y decisiva, y lo será asimismo para los que quieran tener una comprobación concreta de cómo Maritain y sus seguidores han falseado, en nombre de Santo Tomás, los más firmes e indiscutibles principios de su filosofía.
Aquí, en este libro, queremos mostrar la vinculación lógica interna que en la concepción maritainiana existe entre la persona humana y su “Nueva Cristiandad”; y por consiguiente, cómo se sostienen mutuamente las críticas levantadas por Louis Lachance O. P. y Charles de Koninck en las obras mencionadas y las formuladas por mí en “De Lamennais a Maritain”.
Para sostener la superioridad de la persona humana sobre la sociedad política, Maritain ha debido efectuar antes una disección en el mismo concepto de persona humana, a saber, lo ha desdoblado en el de persona humana-individuo y en el de persona humana-persona humana. A la Persona humana-individuo la ha subordinado al Estado o sociedad política, pretendiendo salvar así todas las conocidas tesis aristotélico-tomistas de la integración de la persona humana como parte en el todo social. Pero a la persona humana-persona humana la ha independizado del todo social, la ha colocado por encima de él y de toda la especie humana y aún del mismo universo.
Pero entonces, si lo mejor del hombre, que es la persona humana, no entra en el todo social, ¿cómo salvar la dignidad humana de la sociedad y del Estado? Maritain sostiene que la persona humana entra, sí, en la sociedad política, pero no como una parte, sino como un todo al cual se subordinaría la misma sociedad política, y sostiene también que precisamente en esta suplantación del individuo por la persona humana, verificada en el seno mismo de la sociedad política, consiste el progreso de ésta. La prise de conscience de los derechos de la persona en y sobre el Estado señala entonces el progreso de la sociedad política y de toda civilización.
De aquí que haya que reconocer la dignificación y el progreso de las sociedades políticas modernas que se han ido cumpliendo indefectiblemente desde la Edad media a nuestros días, a través de la Reforma protestante, del Aufklärung naturalista, de la Revolución Francesa y del comunismo ateo. Porque aún cuando los aspectos superficiales de estos movimientos descubran manifestaciones anticristianas y de revuelta, lo más profundo de su realidad respondería a un auténtico impulso de dar plenitud de valor a la persona humana, que, en expresión del Angélico9, es lo más perfecto que existe en toda la naturaleza. De ahí que la civilización moderna, al caminar por la ruta de la dignificación de la persona humana, avanzaría hacia la realización plena de la “nueva democracia” o “democracia personalista, cuyo cumplimiento perfecto no puede alcanzarse aquí abajo sino que es ” como un limite ideal superior que atrae a sí la parte ascendente de la historia” 10.
La nueva sociedad que ha surgido como resultado de esta exaltación de la persona humana encerraría valores muy superiores a los de la sociedad medieval, que no era sino una sociedad infantil, sin conciencia de la propia dignidad, y colocada, para su bien —no hay duda—, bajo la tutoría de la Iglesia. Podría decirse que este movimiento de dignificación de la persona humana ha coincidido con el de una emancipación equivocada de las sociedades frente a la Iglesia. Porque no es de la misión religiosa de la Iglesia de la que han querido emanciparse los pueblos modernos, sino del tutelaje político ejercido por la Iglesia medieval. Es claro que en el fragor de la lucha no se han podido hacer las distinciones necesarias y los pueblos han confundido trágicamente —y esta es también la tragédie des democraties—11 su emancipación frente a la cristiandad medieval o al cristianismo como fuerza política, con su emancipación frente a la Iglesia o al cristianismo como sociedad religiosa.
Pero hoy, continúa Maritain, se ha despejado el horizonte; y ahora aparece claro que no es de la Iglesia de la que deben alejarse los pueblos sino de aquel tipo de alianza fundada en el mito de la fuerza al servicio de Dios; es menester por tanto, establecer sobre otro tipo las relaciones de la Iglesia con las sociedades modernas, que han alcanzado ya la plenitud de sus derechos, y este tipo, que podría denominarse el de la realización de la libertad, es el que propone su “Nueva Cristiandad” o “Nueva Democracia” o “Humanismo Integral”.
Desde entonces, todos los esfuerzos intelectuales y políticos del conocido filósofo y de sus empeñosos amigos, diseminados por todo el mundo, se enderezan a preparar el advenimiento de esta “Nueva Cristiandad”. Y como ésta se ha de levantar sobre una fe básica común a materialistas, idealistas, agnósticos, cristianos, judíos, musulmanes y budistas, todos éstos son fervorosamente convidados por los proeclaricives maritainistas para que en un esfuerzo común se pongan a la gran tarea de la construcción de la “Nueva Cristiandad”. Sólo los que no admitan este programa salvador, sean católicos o paganos, deberán ser excluidos sin piedad de esta Ciudad de la fraternidad universal.
Con toda lógica, entonces, y en virtud de profundas convicciones, se apartan los maritainistas de los católicos que aceptan el programa social de la Unam Sanctam y de la Inmortale Dei y se ayuntan con materialistas e idealistas, agnósticos, cristianos y judíos, musulmanes y budistas, y emprenden esta cruzada por la “nueva democracia personalista” que es el hombre profano de la “Nueva Cristiandad”.
La tesis de la supereminente dignidad de la persona humana por encima de toda sociedad creada ocupa de esta suerte lugar primero y fundamental en toda la filosofía moral y política de Maritain. Todo el orden de la vida privada y pública de los pueblos gira a su alrededor; y así como la adhesión a la Iglesia señalaba en los cristianos de otrora la escala que media todos los valores de la vida privada y pública de los hombres, ahora, en su “Nueva Cristiandad”, los señala la glorificación de la persona humana.
Los más difíciles problemas de la cultura van a ser rozados en nuestro estudio, y es de lamentar que no podamos entrar ampliamente en su planteo y elucidación. Tenemos el firme convencimiento de que la famosa distinción entre individuo y persona, que podía parecer una tesis, si no verdadera, al menos inocente, manejada por Maritain como base última explicativa de todo orden moral y de toda la historia, de tal suerte lo subvierte todo, que, con terminología tomista y cristiana, nos da una concepción anticristiana de la vida. Más aún. Creemos, y lo decimos muy en serio, que la ciudad Maritainiana de la Persona Humana coincide, en la realidad concreta y existencial, con la ciudad secular de la impiedad. Medimos todo el alcance de nuestra afirmación y desafiamos muy formalmente a cuantos la consideren falsa o exagerada a que así lo demuestren.
Nuestro libro quiere ser también una rehabilitación del pensamiento auténtico de Santo Tomás, que ha sido desvirtuado y peligrosamente alterado por inoculaciones de origen kantiano.
Una vez más, diremos lo que otras muchas hemos repetido. No tenemos ninguna animadversión personal o de carácter político contra el filósofo Maritain. Sólo nos preocupa la verdad. Aquí sólo estudiamos sus doctrinas consignadas públicamente en una serie de libros, y sostenemos que no sólo no se ajustan a la doctrina católica, sino que, en la realidad vivida, encarnan el programa mismo del anticristianismo secular.
Notas
1 Ver Correspondonce avec le R. P. Garrigou-Lagrange á pro-pos de Lamennais et Maritain. Ediciones Nuestro Tiempo. Un vol. de 140 págs. Buenos Aires.
2 Leopoldo Eulogio Palacios, en Revista de Estudios Políticos.
3 Ver más adelante el examen del artículo de Leopoldo Eulogio Palacios. Pero debo advertir que no me es posible analizar in extenso el pensamiento de Eulogio Palacios hasta que publique el estudio que promete.
4 Duccatillon, O. P. La Revolución de esta Guerra, pág. 61, Editorial Excelsa, Buenos Aires. Cfr. el mismo autor, Dios y la Libertad.
5 Autour du catholicisme social (deux. serie, pág. 10, 1910).
6 De Lamennais a Maritain, pág. 9.
7 Louis Lachance, O. P., L’Humanisme Politique de Saint Tilomas, en dos tomos. París, 1939.
Charles de Koninck, La Primauté du Bien Cammun contre les Personnalistes, Editions de L’Université de Laval, 1943, In déjense of Saint Thomas, Ed. de L’Univ. de Laval. 1945.
8 De este artículo ha hecho Maritain una tirada aparte con el título La Personne et le bien commun (Desclée de Brower), que recientemente ha sido editado en castellano por Desclée de Brower de Buenos Aires.
9 Suma Teol. 1, 29, 3.
10 Maritain en Revue Thomiste, mai-aóut 1946, pág. 266.
11 Ver Christianisme et Démocratie, 31-38.