156 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 170 pesos
Precio internacional: 17 euros
Juan Eugenio Blanco nos ofrece en estas páginas que vais a leer una evocación de la campaña de la División Azul en tierras de Rusia, y su narración ha de constituir con toda seguridad, para cuantos la vivimos, un magnífico archivo de los recuerdos de aquellos largos e interminables días que transcurrieron bajo los ardores del estío o entre la nieve de los largos y desoladores inviernos.
Pero lo más importante es que todas las páginas de estos relatos son historia pura, vivida y sufrida día a día, y escrita bajo la impresión cálida y ardiente en el mismo escenario de la acción.
No pretende, por tanto, nuestro camarada Eugenio Blanco servirnos una composición literaria nacida con premeditado afán de lucimiento, sino un relato en forma de reportaje, en lenguaje íntimo, voluntariamente desprovisto de aderezos retóricos que pudieran falsear el encanto de su autenticidad.
Es, sencillamente, la irrefrenable expansión del alma de un divisionario, trasladando a letras de molde todos los recuerdos captados en las tierras lejanas y duras donde luchó con su división
ÍNDICE
Prólogo 7
Explicación 11
El cuartel del infante Don Juan 15
Nos vamos a Rusia 21
Días de Grafenwöhr 25
Grafenwöhr 29
La marcha hacia Rusia 35
Piedzanka 39
Nowaja-Mjelnitza 45
Sitno 49
Possad 55
Del diario de Possad 59
Otensky 69
La bomba del monasterio 73
Arefino 79
Invitación al vals de Moscú 83
Udarnik 87
Nowgorod, 1941 93
Lago Ilmen 95
A orillas del Isora 101
Krasny Bor 109
Spanisches Kriegslazarett 113
Wilna 119
La ración de hierro 123
El frío 129
Lili Marlen y Katiusha 135
Enrique Sotomayor 139
Pedagogía soviética 143
PRÓLOGO
«Juan Eugenio Blanco nos ofrece en estas páginas que vais a leer una evocación de la campaña de la División Azul en tierras de Rusia, y su narración ha de constituir con toda seguridad, para cuantos la vivimos, un magnífico archivo de los recuerdos de aquellos largos e interminables días que transcurrieron bajo los ardores del estío o entre la nieve de los largos y desoladores inviernos.
Pero lo más importante es que todas las páginas de estos relatos son historia pura, vivida y sufrida día a día, y escrita bajo la impresión cálida y ardiente en el mismo escenario de la acción.
No pretende, por tanto, nuestro camarada Eugenio Blanco servirnos una composición literaria nacida con premeditado afán de lucimiento, sino un relato en forma de reportaje, en lenguaje íntimo, voluntariamente desprovisto de aderezos retóricos que pudieran falsear el encanto de su autenticidad.
Es, sencillamente, la irrefrenable expansión del alma de un divisionario, trasladando a letras de molde todos los recuerdos captados en las tierras lejanas y duras donde luchó con su división.
El propio autor dice en uno de sus artículos que él no ha inventado ni descubierto nada, pero hay que reconocer que ha sabido recoger con fina sensibilidad y con ágil pluma muchos de los dramáticos matices de esta aventura y que, además, ha sabido captar la fuerte seducción de la tierra rusa y señalar la gran diferencia que existe entre la juventud educada por el comunismo, sin otros conocimientos de la Geografía, la Historia y de la misma vida que los que quisieron darle a conocer sus dirigentes, y la fuerte espiritualidad de la masa adulta y campesina, que, a pesar de treinta años de materialismo, ha sabido sobrenadar del gran naufragio espiritual y continúa cada noche rezando ante sus iconos, llena de esperanza y fe.
Esta es una historia pequeña y parcial en cuanto a su contenido, como su mismo autor indica; pero días llegarán en que estas historias, pequeñas y parciales pero auténticas y llenas de emoción y recuerdo, se junten al fin para explicar a los españoles y al mundo entero la importancia capital que en aquel momento, y en todos, tuvo la presencia de los españoles en tierras de Rusia.
No soy quién para juzgar el valor literario de esta obra, y sólo la cordial camaradería y la petición de su autor me hacen escribir estas líneas. Pero lo hago con gusto, porque todos los que allí estuvimos podremos recordar ‑vivir de nuevo un poco‑ las horas de vida intensa de los divisionarios, en las que se iban entremezclando a cada paso el ardor del combate, el dolor, la alegría y la nostalgia de las cosas queridas y lejanas; y también esa anécdota que envuelve las más grandes epopeyas, tal vez para hacerlas asequibles y vivas, y poderlas guardar para siempre en el dulce recuerdo.
AGUSTÍN AZNAR GERNER.
(De la segunda compañía divisionaria de Antitanques.)
Madrid, enero de 1952.
Explicación
«Esto, como podrán advertir los lectores, no es un libro metódicamente escrito; ni siquiera es un relato que se desarrolla con arreglo a un plan determinado. Es lo que dice el título: una serie de “estampas” sin nexo apreciable, sin lógica continuidad ni en el tiempo ni en el asiento geográfico de su tema. El motivo de haberlo escrito es, simplemente, la nostalgia, ese sentimiento que nos ha quedado a los que hemos estado allí; el mismo que nos hace conversar atropelladamente, en cuanto nos reunimos, aliviados de nuestras preocupaciones, a charlar sobre los mil incidentes que la campaña de cada uno tuvo en Rusia; esas charlas en las que siempre dice alguno: “¡Cuánto daría por volver a ver la plaza de Nowgorod, la tierra calcinada de Possad, las abatidas piedras del Monasterio de Otensky o la impresionante llanura helada del Ilmen!”
Hijas de la nostalgia, nacieron las primeras “estampas” recién llegado de Rusia, a finales de 1942, y desde entonces, con una intermitencia que a veces es de varios años ‑ni mi horno particular, por razones que no son del caso, ni el horno internacional estaban para bollos divisionarios‑, he venido publicando estas impresiones, que en mi intención han querido ser como fogonazos aislados que iluminen en la noche de lo ignorado ‑apenas se ha escrito nada serio sobre la División Azul‑ algunos sectores con la parcialidad de algo acotado, pero también con la nitidez de una impresión auténtica y directa.
Mi restringido observatorio es el que pudo tener cualquier camarada de la segunda compañía divisionaria de Antitanques, y en el orden del tiempo recoge mi mirada lo ocurrido desde el día que fuimos a alistarnos a la Ciudad Universitaria hasta aquel en que, con unos cuantos camaradas heridos procedentes del hospital de Wilna, regresé a España. Pero hay tres “estampas” que se salen de estos límites. Una, la titulada Lago Ilmen; no tuve el honor de participar en los hechos que se narran, que reconstruyo a base de datos cuya autenticidad me consta y a través de varios camaradas que fueron protagonistas de la gesta, y otras las que llamo Krasny Bor y A orillas del Isora, principales escenarios de la heroica batalla que libró la División Azul en el mes de febrero de 1943. Para la reconstrucción de estas últimas me valgo tanto de documentos fehacientes como de la impresión personal de mi hermano Eduardo, que estuvo allí al mando de una compañía de Infantería, pero que no me pudo contar hasta el final, a causa de un tiro en la cabeza que le dieron cuando aún no había terminado el jaleo.
Ambas excepciones tienen su razón de ser. La primera, por su resonancia extraordinaria, hasta el punto de que quizá sea el hecho más divulgado de los que la División realizó. Y las últimas porque son un tributo obligado a los magníficos camaradas que relevaron a la “primera” División, es decir, la que salió en julio de 1941 y estaba en su mayoría en España…, o en los luceros, cuando llegó la batalla de Krasny Bor, sin duda alguna la más importante, desde el punto de vista de efectivos materiales y humanos en combate, entre las que participaron los voluntarios españoles.
Casi me da vergüenza decir que el libro no tiene la menor pretensión literaria, porque pudiera pensarse que al afirmar esto disimulaba un soterrado propósito. No. Creo sinceramente que basta leerlo para cerciorarse. Yo mismo tuve que suspender, horrorizado, la revisión que iniciaba para evitar repeticiones y “arreglar” las cosas que me parecía no sonaban bien…, porque no hubiera terminado nunca. Aparte de que no sea el de escritor el destino que Dios me haya deparado, diez años de ocho a diez horas diarias de trabajo, produciendo gran cantidad de oficios, informes y rollos relacionados con la administración de los Seguros sociales, me habrían esterilizado para tal menester. En este aspecto mi único mérito es haber logrado esquivar las palabras “citado”,” referido”, “susodicho” y otros comodines semejantes de la inefable burocracia. Además, el haber rectificado la “literatura” de las estampas sería una descortesía para quienes ya las leyeron, algunas de ellas publicadas hace bastantes años.
Lector: si no eres divisionario, informarte; si lo eres, hablar contigo, recordar. Sólo por esos dos motivos se encuaderna este libro.