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Proletariado y cultura – Jacques de Mahieu

108 páginas
14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels
2012
, Argentina
tapa: color, plastificada,
Precio para Argentina: 65 pesos
Precio internacional: 17 euros

La cultura no consiste en un conjunto más o menos organizado de conocimientos que abarquen las distintas ramas del saber. La cultura del hombre es el resultado de un trabajo de formación que lo haga apto para sentir, pensar, actuar y crear, o también, de modo más general, para adoptar tal o cual actitud frente a la vida.
Dos factores intervienen en la elaboración de una cultura: la “materia prima” humana y el trabajo realizado, con su método y su duración. Por un lado, el hombre es el producto de una larga evolución histórica y lleva en sí no sólo los caracteres comunes a toda la especie sino también aquellos que lo diferencian por la raza a que pertenece y la individualidad que posee. Dicho con otras palabras, es el heredero biopsíquico de todos sus antepasados. Nace, por otro lado, en una sociedad que ha adquirido, en el curso de los siglos, cierto patrimonio cultural, y participa en una medida variable de esta tradición, en el sentido más amplio del concepto.
La cultura varía con la raza y la época. Varía también según los estratos sociales que están diferenciados biopsíquicamente dentro de la comunidad étnica y experimentan de modo distinto la acción del medio común.
Dar a un campesino o a un obrero una formación racionalista, según los lamentables métodos de la enseñanza contemporánea, no puede acabar sino en el fracaso más trágico.
Intentamos estudiar las relaciones existentes y/o necesarias entre proletariado y cultura.
Actualmente, lejos de buscar una formación cultural, el proletario llegaba hasta a despreciarla como específicamente burguesa y a rechazarla cuando, por accidente, le es ofrecida.
Para que nuestra civilización se afirme otra vez con pleno vigor, basta devolverle una base valedera y firme. Dicha base, la tenemos; el oficio, vale decir, lo que, en el maquinismo, ha permanecido humano. Si no sabemos trasmitir a los productores manuales, mediante la cultura sindical, la herencia de nuestra civilización, ésta desaparecerá, tal vez para siglos, tal vez para siempre, en el hormiguero industrial que los Atila mecanizados que nos acechan amenazan edificar sobre los escombros de nuestro Occidente.

ÍNDICE

Prólogo7

I – LOS NUEVOS BÁRBAROS
1. Los datos del problema11
2. La “ocupación” de la cultura por la burguesía15
3. La anticultura proletaria por reacción 19
4. La incultura proletaria por incapacidad23
5. La incultura proletaria por imitación 27
6. La incultura proletaria por abandono 31

II – CULTURA PARA EL PROLETARIADO
7. Necesidad de la cultura para los productores35
8. Error y contradicción de una “cultura proletaria” 39
9. Naturaleza y cultura del productor 43
10. El error de la cultura folklórica47
11. El error de la cultura humanística “rebajada al nivel del pueblo”51
12. Cultura “agregada” y cultura “integrada”55
13. La cultura popular antes del capitalismo59

III – LA CULTURA SINDICAL
14. El sindicato, marco social del productor 65
15. El pasado cultural del sindicalismo 69
16. Las condiciones materiales y mentales de una cultura de paz73
17. El sindicato, escuela de cultura 77
18. La cultura integral en la creación 81
19. La acción cultural del sindicato 85
20. Los “maestros de cultura” en los sindicatos89
21. Valor revolucionario de la cultura sindical93
22. Valor humano de la cultura sindical 97
23. Valor económico de la cultura sindical101
24. Hacia la civilización de los productores105

PREFACIO

Profesor universitario, fundador del Instituto de Ciencia del Hombre, distinguido por sus investigaciones antropológicas, profundo estudioso de las ciencias políticas, sociales y económicas, prolífico autor de valiosos textos, Jacques Marie de Mahieu ha sido y es un ser de increíble actividad intelectual.

Como a veces sucede con grandes artistas, filósofos o compositores, su legado fue crecientemente valorado luego de su desaparición física, en 1990. Cada vez más sus numerosas obras son requeridas y los lectores encuentran que la mayoría de ellas están agotadas.

Lograr que eso no sea así, que en alguna medida las obras de Mahieu sigan estando disponibles para un público que procura alcanzar la riqueza y diversidad de conocimientos que él poseía y testimonió con sus escritos, requiere de un empeño sostenido de algunos de sus discípulos.

Esta edición de “Proletariado y Cultura” es posible gracias a Xavier de Mahieu, a la colaboración de Marcela Baez Mansilla, al importantísimo aporte de Alejandro Vega, que prosigue con las tareas de investigación del Maestro, y al arduo trabajo de compaginación y diagramación de Librería Argentina.

Héctor D. Buela
2012

LOS DATOS DEL PROBLEMA

La cultura no consiste en un conjunto más o menos organizado de conocimientos que abarquen las distintas ramas del saber. Nos resulta útil la etimología para hacernos aprehender el significado verdadero del término. Cultivar la tierra no es poblarla de árboles, sino prepararla de tal manera que la semilla que se eche en ella encuentre un suelo ya listo para recibirla y hacerle dar, en flores y en frutos, todas sus posibilidades. La cultura del hombre es el resultado de un trabajo de preparación análogo, de un trabajo de formación que lo haga apto para sentir, pensar, actuar y crear, o también, de modo más general, para adoptar tal o cual actitud frente a la vida. La definición de Madame de Stael sólo es paradójica en apariencia. La cultura es verdaderamente “lo que permanece cuando se lo ha olvidado todo”; sensibilidad, inteligencia e ímpetu.
Dos factores intervienen, pues, en la elaboración de una cultura: la “materia prima” humana y el trabajo realizado, con su método y su duración. Por un lado, el hombre no nace reducido a un esquema específico, no nace en un estado primitivo, si es que tal palabra tiene algún sentido. Es el producto de una larga evolución histórica y lleva en sí no sólo los caracteres comunes a toda la especie sino también aquellos que lo diferencian por la raza a que pertenece y la individualidad que posee. Dicho con otras palabras, es el heredero biopsíquico de todos sus antepasados. Nace, por otro lado, en una sociedad que ha adquirido, en el curso de los siglos, cierto patrimonio cultural, y participa en una medida variable de esta tradición, en el sentido más amplio del concepto. Integran dicho patrimonio los métodos de formación del niño y del adulto. y por métodos no queremos expresar tanto las técnicas educativas como el conjunto de presiones diversas que el medio ejerce sobre el individuo que surge y se desarrolla en su seno. Son ésas las razones por las cuales la cultura varía con la raza y la época. No nos extrañaremos que varíe también, y por las mismas razones, según los estratos sociales que están diferenciados biopsíquicamente dentro de la comunidad étnica y experimentan de modo distinto la acción del medio común.
Apenas es preciso señalar que el método no puede ser considerado independientemente del “terreno” a que está destinado, sino que debe, por el contrario, serle adecuado. Formar para la caza un perro de policía sería perder el tiempo. Someter a un congoleño a las disciplinas de las humanidades grecolatinas no bastaría para suscitar en él la concepción occidental del mundo y sólo haría de él un inadaptado. Asimismo, dar a un campesino o a un obrero una formación racionalista, según los lamentables métodos de la enseñanza contemporánea, no puede acabar sino en el fracaso más trágico.
Tales son las consideraciones generales sin las cuales no nos parece posible abordar nuestro tema. Se trata, en efecto, para nosotros, de estudiar las relaciones existentes y/o necesarias entre proletariado y cultura, vale decir, entre la clase obrera organizada y la formación, imprescindible para sus miembros, que tenemos que definir. Por cierto, ya sabemos que, por el doble hecho de su raza y de su historia, nuestras Comunidades occidentales han recibido en herencia una civilización humanista que determina una “cultura general” cuyos grandes rasgos conocemos. Pero también sabemos que la clase obrera no se confunde con el conjunto social de que forma parte. Desempeña funciones particulares que exigen de ella una actitud especial, luego, una cultura diferencial. Posee una naturaleza hereditaria que determina capacidades que le son propias y que constituyen las bases de cualquier esfuerzo cultural. Es un hecho que el proletariado no participa ni en la cultura de la comunidad en el mismo grado ni del mismo modo que las otras capas de la población. Apenas exageraríamos si dijéramos que es del todo inculto.
Ahora bien: el hombre sin cultura es un bárbaro y el bárbaro, en una sociedad civilizada, es, por su inadaptación, a la vez desdichado y peligroso. Ninguna Comunidad puede soportar en su seno a una clase entera de bárbaros: tiene que eliminarlos o asimilarlos, so pena de verlos destruir el orden social que los reduce a la condición de parias. La eliminación del proletariado no es físicamente posible, puesto que no se trata de un ejército invasor sino de una parte integrante del pueblo, y la asimilación nunca será completa sin la cultura. El problema sólo tiene, por lo tanto, una solución.