560 páginas
Ediciones Tres Cotinentes
Argentina, 2010
3° edición
15 x 23 cm
Encuadernación rustica.
Precio para Argentina: 100 pesos
Precio internacional: 25 euros
Reedición actualizada de un clásico sobre el sionismo y el problema palestino
“…el sionismo ha llegado a un grado de poder que le permite asestar el último golpe.
Después de haberse alzado con el oro del mundo, acaparado la información, desnaturalizado los valores morales, comprado las conciencias y diseminado, por todas partes a sus agentes en las posiciones claves de la política y del gobierno, se prepara a la dominación mundial.
¡Qué lejos estamos del pequeño pueblo martirizado que busca refugio en el terruño de antepasados!
Pero más allá de los autóctonos de Palestina, expulsados de sus hogares, reducidos a la miseria errabunda, debemos pensar en los judíos del mundo entero, de quienes el libro de Hussein Triki ha demostrado que eran, en su mayoría, hostiles o indiferentes al sionismo, y que aún resistiéndosele convertían, a pesar suyo, en los cómplices del diablo.
El libro de Hussein Triki anuncia el fatal plazo con un rigor de demostración que lleva nuestra inquietud a su paroxismo.
El frente israelí no está en el Cercano Oriente. Está en todas partes del mundo.
Y los árabes, al salvarse a sí mismos, habrían tenido el honor de salvar a la Humanidad.
Profesor Hachemi Sebai
Intelectual tunecino
ÍNDICE
Introducción 9
Carta del señor Hussein Triki al presidente James Carter 89
Carta del señor Hussein Triki al presidente Barack Obama 97
Prólogos
Dr. Adrián Salbuchi 103
Dr. Domingo Alberto Rangel 115
Dr. Hachemi Sebai 123
Libro
Prefacio 127
Introducción 131
Capítulo I 135
Capítulo II 147
Capítulo III 163
Capítulo IV 189
Capítulo V 221
Capítulo VI 237
Capítulo VII 269
Capítulo VIII 289
Capítulo IX 307
Capítulo X 327
Capítulo XI 353
Capítulo XII 379
Capítulo XIII 469
Capítulo XIV 543
Texto de Solapa
El doctor Domingo Alberto Rangel, profesor de la Universidad Central de Caracas, Venezuela, en el Prólogo a la segunda edición de 1976, describe así la personalidad del autor de He aquí Palestina… El sionismo al desnudo.
“Entre Palestina y Hussein Triki hay la identidad de la causa y el luchador. Triki no es palestino. Nació en Túnez cuando ese país soportaba la dominación de los franceses. Nacionalista árabe, orgulloso de su pueblo y de su cultura, orientó su juventud hacia la lucha contra el colonialismo. La independencia de su patria, a la cual consagró sus energías más constantes, lo llevó a ese tiempo del desprecio que entre cárceles, destierros y escondites fue el lote de los combatientes contra la opresión extranjera en tierras de África. Pero esas pruebas fueron templando su personalidad. Entre más arreciaba la persecución del dominador extranjero, más dura se hacía la corteza de Triki. Fueron años prolongados, de aprendizaje por encima de todas las cosas. En ellos conoció Triki realidades que habrían de acompañarlo durante toda la vida. En esa escuela captó la necesidad de la solidaridad árabe, el reto que significaba la defensa de la idiosincrasia y del orgullo árabe frente a la colonización europea.
Triki no dio descanso a su espíritu cuando Túnez conquistó su independencia. Dos tareas y una convicción lo impulsaron a nuevos combates. Las tareas fueron la lucha porque aquella independencia fuese algo efectivo y la solidaridad con los árabes que seguían pugnando contra los opresores en otras latitudes. En la guerra de Argelia se haría hombre. Fue el gran reto para todos los árabes. Y Hussein Triki lo asumió con valentía, perseverancia y sagacidad. Entre los muchos dirigentes que plasmaron a Argelia, que fueron dándole forma en sus manos hasta convertirla en una nación soberana, Hussein Triki figuró a la vanguardia.
Cuando el colonialismo francés arrió sus ensangrentadas banderas ya Triki pertenecía a la leyenda de esos árabes que en nuestros tiempos han celebrado un pacto de grandeza con la historia.
Arrojado de Túnez con sentencias de muerte encima, volvieron para él las horas del peregrinar incansable. Argelia, Libia, Egipto, las patrias árabes en marcha. Pero sobre todo Palestina atraía su coraje de militante. Y con ellas a cuestas, viviendo el drama de sus hermanos, Triki siguió su camino. Quijote del mundo árabe, peregrino de la liberación, Triki vive la tragedia palestina y Palestina recibe el soplo vivificador de su fe.
Alma y cuerpo, espíritu y materia, esencia y presencia, todo en la personalidad de Triki es una causa global compacta y decidida.
Pero sobrevive la iniquidad de la dominación sionista en Palestina. Eso es suficiente para que Triki no descanse. El no tiene hogar ni familia ni interés ni domicilio. Su hogar es la tierra de donde fueron echados los palestinos, su familia son los millones de proscriptos por el sionismo, su domicilio el confín del planeta en el cual se agita la resistencia palestina y sus intereses la gran esperanza de la victoria final.
Y entre tanto, él vive como un santo, llevando el ascetismo de su lucha y la intransigencia de su posición camino adelante por todos los parajes de la Tierra.
Prólogo
He aquí Palestina…
Adrián Salbuchi
La reedición de la obra “He aquí Palestina… el sionismo al desnudo”, del periodista, investigador y escritor Hussein Triki tiene especial relevancia en este año de 2010.
La edición original data del año 1977, con lo que poder evaluarla desde la perspectiva histórica de las últimas tres décadas permite verificar que el “problema de Palestina” conforma un sistema de dominio cuyo objetivo ha sido y es, lograr que el sionismo promueva un conjunto de intereses y objetivos concretos del Estado de Israel: adueñarse del territorio palestino, y consolidar su presencia militar, política, económica e imperial en Medio Oriente y el mundo.
Como bien explica Triki, Israel ha podido hacer todo esto debido al apoyo y concurso permanente de las potencias occidentales a lo largo del siglo XX, principalmente Gran Bretaña y los Estados Unidos. En una primera etapa, fue el otrora poderoso Imperio Británico el que suscribió en el año 1917 la conocida Declaración Balfour con la que, adelantándose al entonces previsible desenlace de la primera guerra mundial, Lord Alfred Balfour, canciller de Su Majestad Británica cometiera la felonía de disponer en favor del sionismo sobre una tierra ajena a la que Gran Bretaña jamás tuvo derecho legítimo alguno: Palestina.
El proceso de entrega ilegítima de Palestina a las organizaciones sionistas occidentales fue cumpliéndose en las décadas posteriores al final de la primera guerra mundial (1914-1918), cuando la flamante Sociedad de las Naciones – precursora fallida de las Naciones Unidas
– le otorgara a Gran Bretaña un efímero “mandato” sobre Palestina y otras zonas en Medio Oriente que habían formado parte del derrotado Imperio Otomano Turco. Este proceso de apoyo al sionismo se vio potenciado por el fatídico desenlace de la segunda guerra mundial, tras la cuál Estados Unidos reemplaza a Gran Bretaña como potencia hegemónica mundial y en Medio Oriente. A partir de entonces, las estructuras de poder estadounidenses brindan aún mayor apoyo a las organizaciones sionistas en su afán de crear a través de la violencia un Estado israelí, utilizando como metodología predilecta el terrorismo generalizado contra la población palestina, el uso de grandes flujos financieros para adquirir armas y comprar influencias, y la mentira sistematiza especialmente en torno al así llamado “holocausto” y el “antisemitismo”.
Ese apoyo norteamericano al sionismo internacional bajo la presidencia de Harry S. Truman, entró incluso en conflicto con su propio aliado británico que, cansado del esfuerzo de la guerra contra Alemania, se mostraba ansioso de retirarse de Palestina. Esta circunstancia fue aprovechada por el terrorismo sionista para lanzar ataques sistemáticos incluso contra los propios británicos: notablemente, la voladura del Hotel Rey David, sede de la comandancia militar británica, el 22 de julio de 1946 por el grupo terrorista Irgun Zvai Leumi dirigido por Ménahem Begin, luego primer ministro del Estado de Israel, que costó un centenar de muertos y cuya metodología conforma un antecedente directo a las voladuras de la Embajada de Israel (marzo 1992) y la sede de la AMIA/DAIA (julio 1994) en la ciudad de Buenos Aires.
Triki relata las distintas guerras de Israel contra Palestina, en particular, y con los demás países árabes en general, que culminaron con la Guerra de los Seis Días de junio 1967, en la que Israel se consolida militar y geopolíticamente, contando a partir de entonces con el apoyo irrestricto de los Estados Unidos. Ello coincidió con el lanzamiento de una nueva técnica que habría de depararle enormes beneficios: la puesta en escena y dramatización desaforada de las persecuciones sufridas por los judíos europeos en los años treinta y cuarenta, a la que las poderosas organizaciones sionistas comenzaron a otorgar una exclusividad única, retirándolas así del ámbito meramente histórico-político, para elevarlas a un nivel cuasi-teológico.
A esas persecuciones, se les dio, incluso, una suerte de marca registrada para enfatizar aún más su unicidad: “Holocausto”. De esta forma, se las diferenció y separó del terrible conjunto de genocidios que marcan el siglo XX y XXI, en los que, aparte de judíos, también perecieron cientos de millones de armenios, rusos, ucranianos, polacos, alemanes, vietnamitas, camboyanos, hindúes, afganos, japoneses, chinos, tibetanos, chechenios, africanos, latinoamericanos, iraquíes, y palestinos, entre otras nacionalidades, étnias y razas.
En este sentido, aún investigadores judíos de la talla del estadounidense Norman Finkelstein señalan no solo la carencia de un verdadero rigor histórico investigativo en la confección de este verdadero mito histórico del “holocausto” con sus supuestos “6.000.000 de muertos”, que no está sin embargo avalado por ninguna investigación seria. A ello se le agregaron dramáticos episodios relacionados con supuestas cámaras de gas, manufactura de jabón con grasa humana, pantallas hechas de piel de prisioneros, y una larga letanía de horrendos crimines supuestamente cometidos como política de Estado cuando los judíos fueron perseguidos bajo el Tercer Reich alemán.
Aplicando una honestidad intelectual admirable, Finkelstein bautiza este fenómeno como “La Industria del Holocausto”, título de un libro que publicó en el año 2002, cuyo elocuente subtítulo conforma una explicación sintética de la tesis sustentada por este autor: “reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío”.
Dice Finkelstein al respecto que el sufrimiento real de los judíos europeos bajo el Tercer Reich ha sido bastardeado y aprovechado por los sionistas y los lobbies pro-Israel para generar poderosas corrientes de simpatía y apoyo entre la opinión pública de las potencias occidentales – notablemente en los Estados Unidos – que luego se traduce en irrestricto apoyo político, económico, financiero, militar, tecnológico y diplomático a favor del Estado de Israel.
Complementan este análisis de la funcionalidad del mito del Holocausto, las profundas investigaciones realizadas por los profesores norteamericanos Stephen Walt (decano administrativo de la Facultad de Gobierno John F Kennedy de la Universidad de Harvard) by John Mearsheimer (jefe de la cátedra de ciencias políticas de la Universidad de Chicago), quienes en marzo 2006 publicaron una monografía que luego ampliaron en un extenso libro, titulado The Israel Lobby and US Foreign Policy (el título significa, “el lobby Israelí y la política exterior de los Estados Unidos”, aunque aún no hay traducción al castellano), en el que analizan con gran rigor investigativo, referencias y documentación, los métodos utilizados por, y el comportamiento de, las poderosas organizaciones pro-Israel dentro de los Estados Unidos – notablemente el American Israelí Public Affairs Committee (AIPAC) – con el fin de ejercer enorme, determinante y arbitraria presión sobre políticos, militares, funcionarios de gobierno, medios de difusión y universidades para hacer prevalecer, de una manera u otra, los intereses y objetivos del Estado de Israel, en su metas de consolidar su posición en Medio Oriente, en detrimento de los países musulmanes, especialmente Palestina, cuyo territorio fue lisa y llanamente robado por el Estado israelí desde 1948.
La obra de Walt y Mearsheimer demuestra que tan enorme es el poder del sionismo dentro de las estructuras de poder públicas y privadas de los Estados Unidos, que han logrado hacer prevalecer el interés nacional de una potencia foránea – el Estado de Israel – por encima del interés nacional de los propios Estados Unidos de Norte América. Esta corriente de pensamiento ha sido avalada – incluso abiertamente sustentada – por notables personalidades de la política norteamericana como el ex presidente Jimmy Carter, gran conocedor del drama palestino quién en el año 2005 publicó una dura crítica a la política anti-palestina israelí en un libro titulado Palestine: Peace not Apartheid (lo que se traduce como Palestina: paz en lugar de apartheid), llegando Cárter a decir que las sistemáticas vejaciones, humillaciones, arbitrariedades e injusticias que pudo comprobar personalmente en sus viajes de investigación en la Palestina ocupada -incluso como veedor internacional en las elecciones de principios de 2006 que le dieron la victoria al partido Hamas – son aún peores que las injusticias perpetradas bajo el Apartheid por la dirigencia blanca contra la minoría negra en Sud África hasta los años ochenta.
Otra encumbrada personalidad que suscribe esta visión es Zbigniew Brzezinski, uno de los principales geopolíticos de los EEUU, ex asesor de seguridad nacional del presidente Carter, ideólogo y co-fundador de la poderosa Trilateral Commission, y director de instituciones generadoras de política exterior estadounidense como el neoyorquino Council on Foreign Relations, lo que es a su vez un indicio de la existencia de una creciente fractura interna en las propias estructuras de poder del Nuevo Orden Mundial en torno al excesivo poder cobrado por el sionismo internacional.
Claramente, el control sionista sobre los ejes de poder clave en los Estados Unidos es un tema de creciente debate, sin cuya comprensión no tienen sentido los gruesos “errores” políticos cometidos por los neo-conservadores de George W. Bush y Dick Cheney en Irak, Afganistán y otras regiones. Sintetizando, podemos decir que el drama del mundo actual radica en que los Estados Unidos tienen poder hegemónico sobre buena parte del planeta, al tiempo que el sionismo detenta poder hegemónico sobre los Estados Unidos. He ahí porque el problema del sionismo con su epicentro en Palestina tiene derivaciones y consecuencias de alcances auténticamente mundiales.
Desde luego que toda persona que ose criticar u oponerse a las políticas del Estado de Israel destacando sus sistemáticos atropellos, genocidios, ilegalidad e injusticia – que no son otra cosa que manifestaciones de una clara política de Estado de sus sucesivos gobiernos -, queda automáticamente calificado de “antisemita” por las fuerzas sionistas, muy especialmente los poderosísimos medios de prensa y difusión globales mayoritariamente bajo su control. De esta manera, Jimmy Cárter, Zbigniew Brzezinski, Stephen Walt, John Mearsheimer, Scott Ritter, entre muchísimos otros funcionarios, intelectuales y dirigentes en EEUU y otros países, son calificados por esa ruidosa y gritona prensa mundial de “antisemitas”.
Ejemplo de la continuidad del decisivo poder sionista por encima de los gobiernos lo hallamos al ver lo que hoy sucede en el gobierno del presidente Barack Obama, quién ha quedado rodeado de sionistas, convenientemente colocados (¿impuestos?) en los cargos clave de su gobierno, tales como la jefatura de gabinete (ocupada por Rahm Emanuel, sionista militante con doble nacionalidad estadounidense-israelí; voluntario para luchar por Israel durante la primera Guerra del Golfo en 1991; probable agente de inteligencia de las Fuerzas de Defensa Israelíes; y su padre Benjamín Emanuel fue guerrillero que militó en las filas del grupo terrorista Irgun Zvai Leumi), la secretaría de Estado (ocupada por Hillary Clinton, sionista íntimamente ligada a las organizaciones de poder del Nuevo Orden Mundial a través de su esposo, el ex-presidente Bill Clinton), y la propia vice- presidencia de Estados unidos (ocupada por Joseph Biden, sionista militante quien en un programa de televisión de la cadena israelí Shalom TV emitido el 4 de abril de 2007 le admitió al rabino Mark Golub, “Yo soy sionista. No es preciso ser judío para ser sionista”).
Cuando en marzo 2009, el presidente Obama pretendió nombrar a Daniel Freeman para hacerse cargo del Consejo Nacional de Seguridad, los sionistas decidieron que su alineamiento con Israel no era lo suficientemente confiable, con lo que rápidamente lograron mover los hilos para obligarlo a renunciar a ocupar tan importante puesto. Luego, Freeman diría públicamente que “el objetivo de este lobby (sionista) consiste en controlar el proceso de generación de políticas del gobierno a través del ejercicio del poder de veto sobre el nombramiento de toda persona que cuestione la sabiduría de sus propios puntos de vista”, lo que conduce a “la incapacidad del público estadounidense para debatir, y del gobierno norteamericano para considerar, toda opción en materia de política exterior estadounidense en Medio Oriente que se oponga a los deseos de la dirigencia política gobernante en Israel” (1).
Así, hoy nos hallamos en una muy comprometida situación mundial en la que el sionismo impone sus intereses a los empujones y patadas, utilizando entre sus poderosos medios dos armas de guerra psicológica que esgrime sistemáticamente para deformar la percepción de la realidad por parte de la opinión publica mundial, y que operan coordinadamente como una suerte de pinza. De esta manera se silencia sistemáticamente toda crítica a Israel y al sionismo, y toda voz no alineada a ellos. Los dos brazos de esta suerte de “pinza” son, precisamente, la imposición del mito del “holocausto”, por un lado, y la acusación arbitraria, perversa e irracional de “antisemitismo” contra toda persona que ose criticarlos.
Si se lo analiza con cierto detenimiento, se puede comprobar que juntos, “holocausto” y “antisemitismo” conforman un sistema de terrorismo intelectual y metodología de defensa y ataque, mediante el cual se acalla toda opinión adversa a los intereses del sionismo, sea en Estados Unidos, Europa, o en la Argentina. Así, el principal objetivo del “mito de Holocausto” no es aportar un relato histórico verificable, basado en la Verdad respecto de ese genocidio sufrido por los judíos europeos hace ya más de 60 años, insertándolo dentro del marco del conjunto de terribles genocidios que cobraron cientos de millones de vidas de diversos grupos étnicos y nacionales.
Al transformar el “holocausto” en un cuasi-dogma de fe, se comprueba que su verdadero trasfondo consiste en aprovecharse de los muertos del pasado para beneficiar a los vivos del presente. Eso, y no otra cosa, es el mito del Holocausto tan profusamente divulgado a través de los medios, los curricula de las escuelas y colegios, en novelas, documentales, películas de largo metraje, estereotipos que satanizan a los enemigos del sionismo, museos de la “memoria”, artículos de fondo, ensayos, conferencias, actos, aniversarios, monografías y un sinfín de otras actividades de todo tipo encaminadas por las vías más diversas hacia un único e excluyente objetivo: consolidar, promover y viabilizar los intereses y objetivos del sionismo pro-israelí.
Dentro de este marco, claramente el blanco más inmediato de esta terrible maquinaría de guerra militar, política y psicológica sionista es el pueblo mártir de Palestina. Palestina es la primera línea de choque. Los palestinos son los destinatarios primarios de las balas israelíes, de las torturas de las fuerzas de seguridad israelíes, de los tanques del ejército israelí, de las bombas de fósforo lanzadas por la fuerza aérea israelí, de las armas prohibidas de uranio empobrecido, de las topadoras que destruyen viviendas palestinas a menudo con sus ocupantes aún dentro, del Muro del Oprobio —mil veces más humillante que el espantoso Muro de Berlín de antaño- con el que Israel ha rodeado a lo largo de cientos de kilómetros a los palestinos, convirtiendo la Franja de Gaza, Hebrón y otras zonas palestinas en gigantescos campos de concentración, según las palabras del Cardenal Renato Martino, presidente del Consejo de Justicia y Paz del Vaticano.
Es en este marco que la re-edición de la obra “He aquí Palestina… el sionismo al desnudo” de Hussein Triki conforma un aporte invaluable. No sólo brinda datos y una visión fundamentales, sino que nos permite tener una adecuada perspectiva histórica, al tiempo que recoge la vasta experiencia de un hombre quién supo luchar – ¡y lo sigue haciendo a pesar de sus más de noventa años! – no solo por la Causa Palestina en lo específico, sino por la causa de todos los pueblos musulmanes que buscan poder volver a sus tradiciones centenarias de convivencia pacífica entre los pueblos y los credos. Esta es, a su vez, la Causa compartida por todos los pueblos de buena voluntad del mundo que sólo desean abocarse al desarrollo de sus naciones, su infraestructura social y estratégica, sus culturas y sus destinos.
Occidente ha sido un intruso permanente entre los pueblos musulmanes, perpetrando incursiones, intromisiones – incluso invasiones flagrantes e ilegales – contra las naciones soberanas de Afganistán, Irán, Irak, Egipto, Libia, Siria, Palestina, el Líbano y Jordania, con su correspondiente carga de guerra y muerte. Hoy, Israel es el símbolo más desfachatado de esa presencia ilegítima de un “Occidente” crecientemente decadente y desorientado, que incursiona en una geografía en la que hoy ya no tiene derecho a estar.
En el año 2006, con motivo de la conferencia sobre el Holocausto organizada en Teherán por el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, se planteó una pregunta clave que ningún sionista, ninguna potencia occidental, ninguno de los poderosos de Gran Bretaña, Estados Unidos o Europa ha sabido contestar, que es la siguiente: si Alemania fue responsable del sufrimiento de grandes contingentes de judíos europeos entre 1933 y 1945, ¿cuál es, entonces, la razón por la cuál hayan sido – y sigan siendo – los palestinos quienes deban pagar el injusto y altísimo precio histórico por la reparación a favor de los judíos por aquellos sufrimientos?
Injusto, porque los palestinos nada tuvieron que ver con las persecuciones de los judíos europeos, y altísimo porque ese precio fue nada más y nada menos que verse obligados a entregarle su territorio milenario – la Patria Palestina – a contingentes de judíos europeos que no sólo en aquellos años ni siquiera era oriundos de Tierra Santa, sino que incluso la mayor parte de ellos ni siquiera son descendientes genuinos de los hebreos bíblicos. Recordemos que el 85% de la dirigencia israelí y sionista mundial es de origen Ashkenazim, quienes descienden de la tribu nómada centro-asiática de los kázaros, quienes se convirtieran en masa al judaísmo en el año 740 de nuestra Era, más no tienen vínculo sanguíneo alguno con los judíos, hebreos e israelitas de la Biblia.
¿Por qué, en vez de permitir el desplazamiento violento y arbitrario de los palestinos de su Hogar Nacional por los sionistas, no se obligó a la propia Alemania de la posguerra a ceder un sector de su territorio a las organizaciones sionistas mundiales para que allí pudieran fundar su anhelado Estado Judío, mayormente integrado por judíos europeos?
Esta pregunta resulta tan obvia que los voceros pro-sionistas – tanto judíos como gentiles – solo han atinado a manifestarse “escandalizados” ante semejante propuesta, no cesando en su usual griterío y rasgadura de vestiduras, todo convenientemente propagado – una vez más – por los poderosísimos medios de difusión globales. Mucho escándalo, mucho griterío y mucho rasgarse las vestiduras. ¿Respuestas? Ninguna.
Por eso, hoy cuando la paz del mundo pende de finos hilos y la humanidad parece acercarse a un abismo insondable; hoy, cuando un gobierno de la ultra derecha se hace cargo del poder en el Estado en Israel; hoy, cuando el colapso financiero global sin precedentes hace que algunos muy poderosos consideren la necesidad de emprender una “huida hacia adelante” de la encerrona a través de alguna aventura bélica que bien podría explotar en Medio Oriente y propagarse por todo el planeta… Hoy, decimos, se hace más perentorio y vital comprender los verdaderos orígenes y las verdaderas causas de la complejísima problemática de Medio Oriente. Y esa problemática pasa por Palestina.
En buena hora, entonces, que los hombres y mujeres pensantes, tanto en la Argentina donde hoy reside nuestro autor Hussein Triki, como en todo el mundo, se informen sobre la Verdad detrás del martirio de Palestina. Ello redundará seguramente en un mundo mejor y más justo para todos los hombres y mujeres de buena voluntad que a diario invocamos la sabiduría, protección y amparo del Todopoderoso.
Buenos Aires, marzo 2010
Carta del embajador Hussein Triki al presidente Jimmy Carter
15/2/1977
Excelentísimo Señor
James Carter
Presidente de los Estados Unidos de América
Casa Blanca
Washington
Excelentísimo Señor Presidente:
Enhorabuena dirigió Usted un mensaje “a todos los pueblos del mundo” en ocasión de asumir sus altas y trascendentales responsabilidades en la Casa Blanca, para presidir los asuntos internos y externos de los Estados Unidos de América, en esta etapa crucial de la historia de la humanidad.
Esta feliz innovación que honra al Presidente James Carter, llena nuestros corazones de esperanza porque traduce-así lo entendemos- el noble sentir de la gran responsabilidad moral e histórica que asumirá Usted, no sólo ante sus conciudadanos y la historia de su país, sino también ante los pueblos del mundo y por sobre todo ante Dios, al tomar toda decisión que pueda “afectar” directa o indirectamente el porvenir de una parte o de todos los pueblos.
Agradeciéndole, Señor Presidente, la oportunidad que se me brinda, me siento sumamente honrado de poder someter a su alta consideración y análisis de las inquietudes de millones de seres humanos que, – al igual que el pueblo norteamericano tienen derecho a vivir con libertad y dignidad en sus respectivas patrias- desde hace varias décadas esta sufriendo las desastrosas consecuencias del comportamiento político, económico y militar de los Estados Unidos de America, cuyos destinos tan dignamente acaba Usted de asumir.
Señor Presidente:
Los Estados Unidos de América, quienes desde los albores de este siglo, principalmente desde el fin de la primera guerra mundial (1914-1918) y, de una manera especial desde el fin de la contienda de 1939-1945, ejercen una influencia casi decisiva en el desarrollo político, económico y social de la mayoría de los pueblos del mundo, y por lo tanto conformaron el inquietante período –hecho de angustias- que viven millones de seres humanos, tienen el imprescindible deber moral de hacer su autocrítica y revisar con toda sinceridad y con toda objetividad sus posiciones.
Serían tantos los problemas, inquietudes y sufrimientos que se podrían someter a su alta atención, sin embargo me limitaré a someter ante su consideración la “problemática sionista” que, a mi modesto juicio, pone en peligro la integridad nacional de todos los pueblos, compromete el presente y el provenir de todos los ciudadanos de religión judía en sus respectivas patrias, y puede encender la chispa de una tercera guerra mundial.
Cuánta razón tenía el extinto presidente Harry Truman cuando dijo, en perfecto conocimiento de causa: “Quien no comprenda la problemática sionista no podrá comprender el mundo de nuestros días”.
En efecto, Señor Presidente, desde el día en que, en 1897, el extinto Doctor Teodoro Herzl puso en vigencia la insólita y peligrosísima norma de la permanente interacción e interdependencia entre el “negotiorum gestor”, ayer la dirección del Movimiento sionista, y desde 1948 el Estado de Israel, y el “Dominus negotiorum” o sea, los millones de ciudadanos de religión judía que viven en todas las naciones del mundo en donde gozan, al igual que los demás ciudadanos de otras religiones, de los mismos derechos de ciudadanía que confieren la Constitución y las leyes de la patria común… desde aquel día, y más precisamente desde la creación del Estado de Israel la “problemática sionista” constituye un gravísimo problema latente no sólo para los gobernantes y pueblos de éstas naciones, sino – a corto o largo plazo – para todos los ciudadanos de religión judía que viven en las mismas.
Es un ineludible deber nacional para Usted, señor presidente, medir con toda objetividad y rectitud de conciencia, la gravedad de la problemática sionista y las peligrosísimas consecuencias que derivan de la misma y que pesan sobre la integridad, la estabilidad y la paz de todas las naciones del mundo, principalmente los Estados Unidos de América, donde viven millones de ciudadanos de religión judía.
“El sionismo – dice D. Ben Gurión – no es una simple noción conceptual de orden general, ni un concepto filosófico o religioso independiente del tiempo, lugar y circunstancias. El sionismo es, en realidad, una filosofía judía cuya substancia esencial es la lucha contra la asimilación”; y para materializar los fines del sionismo, el mismo líder sionista exige de todos los ciudadanos judíos de todas las naciones un comportamiento antinacional cuando dice: “El establecimiento del Estado judío introdujo una modificación a la interpretación del sionismo. Hasta la fundación del Estado de Israel, todo Judío comprador de Shekels, o todo Judío dispuesto a ayudar a conseguir los fines del sionismo se consideraba sionista, mientras que ahora el “estatus” sionista está determinado por la obligación colectiva de todas las organizaciones sionistas nacionales de apoyar al Estado Judío bajo todas las circunstancias, aún cuando tal actitud vaya en contra de las opiniones de las respectivas autoridades nacionales”.
Por otra parte, el Dr. Nahum Goldmann, que, siendo ciudadano estadounidense, es al mismo tiempo ciudadano israelí y ciudadano suizo, en ocasión de celebrarse el penúltimo Congreso Judío Mundial en la ciudad de Jerusalén ocupada (5-10 de febrero de 1975), en donde se congregaron 600 ciudadanos de religión judía llegados de 65 naciones en donde gozan de los plenos derechos de ciudadanía… en su discurso inaugural de aquel evento, el Dr. Nahum Goldmann, recalcando la consigna sionista dijo: “El verdadero “test” de nuestra solidaridad para con Israel se concretará por la manera de que emplearemos para apoyar dicho Estado aunque adoptando posiciones contrarias a la política de los países en donde vivimos (sic). Debemos prepararnos a lo peor y comprometernos a apoyar a Israel sean los que fueren los sacrificios políticos que ello nos exija”.
Comentando el comportamiento de los ciudadanos de religión judía de los Estados Unidos, en pro del Estado de Israel, el comentarista del periódico francés “Le Monde” (25-26 de enero de 1970), Alain Clement dice: “Para un Judío americano el problema de la doble nacionalidad ni siquiera existe; el apoyo al Estado de Israel es prácticamente unánime e incondicional; los Judíos americanos se sienten personalmente responsables de la vida y de la prosperidad del Estado de Israel. La mayoría de ellos se identifican con este Estado hasta el punto de adoptar sin reservas alguna, sin vacilar, sin examen critico y en toda coyuntura, la posición del momento adoptada por el gobierno de Jerusalén”.
Es así, Señor Presidente, como más de seis millones de ciudadanos estadounidenses de religión judía al igual que los de las demás naciones occidentales de Europa y América, obedeciendo a las consignas del “negotiorum gestor”, “se identifican –desde 1948- con este Estado (de Israel) hasta el punto de aceptar sin reserva alguna, sin vacilar, sin examen crítico y en toda coyuntura, la posición del momento adoptada por el Gobierno de Jerusalén”.
Y es así, Señor Presidente, como los Árabes, en su permanente guerra defensiva, no se enfrentan, en la realidad de los hechos, solo al Estado de Israel sino a través del mismo, en virtud de la permanente interacción e interdependencia que rigen las relaciones del “negotiorum gestor” o el Estado de Israel y el “dominus negotiorum” o los doce millones de ciudadanos de Judíos ciudadanos de todas naciones del mundo… los Árabes se enfrentan en la realidad de los hechos a las potenciales políticas, económicas, científicas, informativas e incluso militares de todas las potencias más desarrolladas del mundo, principalmente los Estados Unidos de América y, en ciertos puntos, la URSS.
Señor Presidente:
Su conciudadano David Nes, ex encargado de Negocios de la embajada de USA en El Cairo durante la guerra de 1967, consciente del peligro que pesa sobre su patria: los Estados Unidos de América, publicó un artículo en el periódico londinense: “The Times” de fecha 5 de febrero de 1971, en el cual, hablando de las relaciones “muy especiales” entre Israel y USA, dice entre otras cosas: “Estas relaciones sobrepasan en importancia todos los dominios de la defensa, la cooperación, los intercambios de informaciones, la doble nacionalidad y el sostén diplomático mutuo… sobrepasan, por ejemplo, las relaciones que existen entre los Estados Unidos y Gran Bretaña (…) En el campo del intercambio de informaciones secretas, no existe cooperación semejante a la practicada entre USA e Israel. Esta cooperación sobrepasa sobremanera las disposiciones especiales de la cooperación con Gran Bretaña previstas por la ley de Mac Mahon. Es así que en el curso de los meses previos a junio de 1967, las necesidades de informaciones pedidas a nuestra embajada (En El Cairo) por intermedio de Washington, de la CIA y de los miembros de la Oficina de Informaciones Militares en el Medio Oriente, respondían mucho más a intereses israelíes que a intereses americanos (…) Israel basó, por lo menos parcialmente, la eficacia de sus ataques aéreos, el 5 de junio de 1967, mucho más en las informaciones de fuente americana relativas a la situación de los campos de aviación y a la distribución de los aviones egipcios y añade:”En cuanto a las informaciones políticas y económicas, el Ministro americano de Relaciones Exteriores ha adquirido, desde hace algún tiempo, la costumbre de suministrar a la Embajada israelí en Washington copias de todos nuestros informes provenientes de nuestra Embajada en el Medio Oriente que interesan a la Embajada de Israel”.
Por otra parte, el escritor francés Pierre Rossi consigna en su obra “Les Clefs de la guerre”, la declaración que sin ambages conciudadanos suyos, Señor Presidente, han hecho a los diplomáticos franceses que acompañaban al Presidente Georges Popidou y su Señora esposa, en visita oficial a los Estados Unidos. Manifestando su hostilidad a los huéspedes oficiales del ex Presidente R. Nixon y del pueblo estadounidense, los ciudadanos norteamericanos de religión judía, obedeciendo a las consignas del sionismo dijeron: “Nosotros no somos gente como los demás, porque constituimos una nación que no se ha definitivamente fijado aún.
Nosotros definimos nuestros derechos sólo con referencia a nosotros mismos importándonos poco el orden político y las fronteras trazadas por los demás”.
Señor Presidente:
Los Estados Unidos, victoriosos en la segunda guerra mundial, se presentaron a los pueblos árabes como el símbolo de la libertad y abanderado de las esperanzas de cooperación para el desarrollo y el bienestar en un marco de orgullo y dignidad nacionales.
Los Estados árabes y sus pueblos acogieron con fervor la amistad de esta gran nación. Le abrieron sin reserva alguna sus países y sus corazones ya que USA que acababa de combatir victoriosamente “la opresión, el fascismo y la tiranía”, nunca había dado motivos, en sus relaciones con los Árabes, para ser tachada de la menor malevolencia.
La amistad árabe-americana era, pues, susceptible de dar los mejores frutos, tanto para los pueblos árabes como para el pueblo americano. Pero los Estados Unidos de América prefirieron abdicar ante la “presión” de los sionistas norteamericanos, quienes obedeciendo a las consignas del sionismo, sacrificaron los verdaderos intereses de su patria para crear un Estado artificial que, en función de la permanente interacción e interdependencia entre el “negotiorum gestor” y el “Dominus negotiorum”, se transformó en el Súper-Estado Internacional por excelencia, capaz de hacer mover sus sionistas en donde quiera para lograr sus fines de hegemonía mundial.
Comentando esta “presión” de los sionistas norteamericanos, el Senador Lawrence Smith dijo en su discurso ante la Cámara de los Representantes el 18 de diciembre de 1947, o sea pocos días después de que el entonces candidato a la presidencia Harry Truman pusiese todo el peso de la potencia norteamericana en la balanza de la superchería sionista para arrancar a la ONU la inicua resolución de partición de la Palestina árabe: “Las presiones ejercidas por nuestros conciudadanos americanos constituyen un comportamiento condenable cuyos efectos se revelarán con el tiempo. Este Congreso tiene el deber de dar su acuerdo para la apertura de una investigación total a fin de permitir al pueblo americano saber que las Naciones Unidas han sido utilizadas, en esta circunstancia, como un instrumento de tortura y de ningún modo como instrumento de justicia internacional”.
Señor Presidente:
El extinto Presidente Harry Truman, para acceder a la presidencia mediante el oro sionista, comprometió los verdaderos intereses de los Estados Unidos de América en todo el mundo árabe; creó un foco de enfrentamiento y de guerra permanentes en el Medio Oriente; causó la desgracia de millones de seres humanos; dio el auge más grande al movimiento más racistas del mundo poniendo en peligro a corto o largo plazo- la integridad nacional de todas las naciones del mundo en donde el sionismo logró anidar a sus quintas columnas; y dio, a través del conflicto palestino, la ocasión a la Unión Soviética de penetrar en el mundo árabe y realizar el viejo sueño ruso de tener su armada presente en el Mediterráneo.
Harry Truman, mediante el oro sionista, ocupó la Casa Blanca de 1945 a 1953, legando a los Estados Unidos de América y al mundo entero el problema más grave y más complejo: el problema del sionismo internacional.
Al dejar este mundo, Harry Truman sólo se llevó con él el peso de las consecuencias de sus acciones y decisiones sobre la vida de millones de seres humanos en todas las latitudes y especialmente en el Medio Oriente árabe, para recibir de la Justicia Divina las recompensas y los castigos correspondientes. “El día en que los humanos comparecerán en tropel (ante la Justicia divina); el que hace un átomo de bien lo verá y el que hace un átomo de mal lo verá”, reza el Corán.
Señor Presidente:
Uno de sus predecesores en la Casa Blanca, el ilustre desaparecido J.F. Kennedy, consciente del peligro sionista que amenazaba a los Estado Unidos, había encargado al Senador J.W. Fulbright investigar sobre el comportamiento antinacional de los sionistas norteamericanos. Abstracción hecha de los resultados confidenciales de esta investigación, los que fueron publicados el primero de agosto de 1963, muestran de qué manera las organizaciones sionistas controladas por el “negotiorum gestor” o Estado de Israel influyen en la conducción política de la gran nación americana en forma favorable a Israel, sin considerar los intereses de los Estados Unidos.
Señor Presidente:
Al igual que todos los presidentes que le precedieron a Usted en la Casa Blanca, al cabo de su mandato, la verdadera suma… la única suma que Usted recogerá será, más allá de los acomodos, más allá de las supercherías sionistas, más allá de los intereses creados, más allá de los complots y confabulaciones del sionismo racista… la verdadera suma de su cosecha, Señor Presidente, será la suma de “los átomos de bien y los átomos de mal”, será la incidencia que su actuación en la Casa Blanca habrá tenido sobre el presente y el porvenir de millones de seres humanos y el legado histórico que habrá dejado Usted al pueblo norteamericano.
Señor Presidente:
Es un altísimo honor para un militante de la lucha en pro de la libertad y la dignidad del hombre hacerle llegar un ejemplar de mi obra: “He Aquí Palestina…EL SIONISMO AL DESNUDO” que se propone colocar el problema palestino en su verdadero contexto internacional a través de la problemática sionista, que tiende a disgregar todas las comunidades nacionales por lo tanto, defender los derechos inalienables de los Árabes, de los Judíos y de todos los ciudadanos en sus respectivas patrias en el seno de la gran familia humana a la cual pertenecen todos los hombres, sin discriminación alguna de raza, color o credo.
Esperando que usted, Señor Presidente, tenga dentro de sus altas responsabilidades históricas, algunos momentos para verificar, a través de mi obra, la gravedad de la problemática sionista que amenaza, no sólo a los árabes, sino a todos los pueblos del mundo, le ruego aceptar la expresión de mi más alta consideración.
Hussein Triki