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Invasión 1944 Mi coperación con Rommel y el destino del Reich – Hans Speidel

186 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 180 pesos
Precio internacional: 18 euros

El Generalleutnant Hans Speidel es una personalidad singular dentro del Ejército alemán. Doctorado en Historia, Filosofía y Derecho, combatió durante la primera guerra mundial, acabando como oficial y siendo uno de los pocos elegidos para permanecer en la Reichswehr. Durante la segunda guerra mundial participó en la campaña de Francia de 1940, y posteriormente actuó como Jefe de Estado Mayor del 5º Cuerpo de Ejército y del Grupo de Ejércitos Sur, ambos en el frente del este. En abril de 1944 es promovido al puesto de Jefe de Estado Mayor del Grupo de Ejércitos B, comandado por el Mariscal Rommel, cuya función fue detener la invasión aliada de Francia.
Esta posición de privilegio es la que hace del libro de Speidel una de las fuentes fundamentales de la Batalla de Normandía. Speidel describe los acontecimientos que precedieron la invasión y la situación del Ejército alemán en sus preparaciones, el desembarco de los ingleses y de los americanos en Francia, las operaciones alemanes y las decisiones al más alto nivel de estos durante el Día D, así como los combates posteriores desencadenados hasta la irrupción final. Él mismo estuvo implicado en la elaboración el plan de defensa contra el desembarco aliado y dirigió las operaciones en las condiciones impuestas por Hitler. Su oposición al Führer es ampliamente tratada en el libro y su accionar duramente criticado. De hecho, su participación secundaria en el complot contra Hitler, sobre el que se extiende en buena parte del libro, le lleva a pasar los últimos 7 meses de la guerra en prisión (tras la guerra será premiado siendo una de las principales figuras en la reorganización del Ejército alemán y ocupando la jefatura del Mando Central de la OTAN en Europa). El complot contra Hitler es revisado desde la óptica de sus opositores. No pierde oportunidad de dar su visión sobre el nacionalsocialismo y su estructura, por lo que su obra contiene mucho de política también. Speidel se explaya además sobre su estrecha relación con Rommel y la exaltación de la figura del famoso Mariscal.
Todo ello hace de “Invasión 1944” una fuente ineludible sobre la Segunda Guerra Mundial.

ÍNDICE

Nota del traductor 7
Prólogo 9
Introducción 13
I.- La situación en la primavera de 1944 15
La situación del enemigo 15
La situación militar 18
La situación interior de la Wehrmacht 22
II.- Apreciación de la situación en el oeste antes de la invasión 29
La situación del enemigo 29
La conducción alemana y las fuerzas alemanas en el oeste (o frente occidental) 35
a) La organización en la cúspide 36
b) El mariscal Rommel y el Estado Mayor del Grupo de Ejércitos B 39
c) La organización de las fuerzas alemanas en la primavera de 1944 42
1) El ejército 42
2) La marina de guerra 46
3) La aviación 49
d) La Muralla del Atlántico 53
e) Consideraciones operacionales antes de la invasión 59
f) El interrogante de las reservas operacionales 63
III.- Consideraciones políticas y preparativos 69
IV.- La invasión 87
a) El periodo entre el 9 de junio y el 24 de julio de 1944 97
1) Los acontecimientos militares 97
2) La entrevista con Adolf Hitler en Margival el 17 de junio 103
b) El Mariscal von Kluge asume el mando del grupo de ejercitos b 132
1. El 20 de julio de 1944 132
c) El periodo entre el 25 de julio y el 18 de agosto de 1944 138
1. – Avranches – Mortain – El cerco de Falaise. 138
d) El periodo entre el 19 de agosto y el 5 de septiembre de 1944 149
1. – Salida del cerco de Falaise. Repliegue hacia la Muralla occidental. 149
2. – La caída de París. 153
V.- El relevo del Mariscal Rommel 161
VI.- Erwin Rommel, como soldado 173
El mariscal 173
El hombre 175
VII.- Consideraciones sobre la Batalla de Normandía 177

NOTA DEL TRADUCTOR

Durante mi permanencia diplomática en la República Federal de Alemania mantuve con el señor general Hans Speidel una vinculación cordial, puesta reiteradamente de manifiesto. En vísperas de mi regreso a Buenos Aires le ofrecí realizar la traducción de su libro Invasión 1944 al castellano, movido no sólo por un sentimiento amistoso, sino porque juzgué conveniente llenar un vacío idiomático ya cubierto en otras lenguas. El autor y la obra lo merecen ampliamente. Hélo aquí, ya cumplido.
Quede esta tarea como una contribución al mejor conocimiento de la historia contemporánea en una de sus horas culminantes y a través de uno de sus protagonistas más calificados. Quede igualmente como un aporte para nuestras fuerzas armadas, que encontrarán información y enseñanzas en el desarrollo integral de aquella “invasión” de hace treinta años y en la figura excepcional del Mariscal Rommel. Quede, finalmente, como testimonio reconocido por los días venturosos en que me tocó ejercer en la República Federal la representación argentina.

PRÓLOGO

Será todavía necesario el transcurso de muchos años antes que pueda describirse debidamente ese gran recodo de la historia que conocemos como Segunda Guerra Mundial. Suceso de tanta magnitud no puede ser objeto de juzgamiento inmediato. Las grandes masas puestas allí en movimiento aturden al historiador con su accionar y la visión de conjunto hace perder los detalles.
Recién al aquietarse el movimiento intenta el espíritu tomar debida cuenta de todos los hechos. Deja el escenario y retiene la acción en su continuidad y en sus encrucijadas. Así es como surgen las fuentes para dar forma al panorama histórico.
La obra que aquí se presenta debe contemplarse como una de esas fuentes. En ella queda marcado un momento crucial de la guerra, quizás el más significativo. Describe el desembarco de los ingleses y de los americanos en Francia, así como los combates posteriores desencadenados hasta la irrupción final. El autor es, por cierto, el más calificado del lado alemán para esta tarea, no sólo porque la jerarquía que ocupaba le permitía una visión completa del conjunto, sino —y sobre todo— porque espiritualmente vio crecer el acontecimiento junto a él. Cuando el destino lo llevó a un alto puesto, ya dejaba tras de sí una trayectoria rica en trabajo y responsabilidad. Desde joven había estado en los campos de batalla y vivió la derrota de la primera guerra mundial.
Alternó los servicios castrenses con estudios históricos y misiones diplomáticas. Pasó años en países extranjeros. Había conducido ataques y operaciones de cerco en ofensivas y retiradas. Conocía tan bien los ejércitos de otras naciones y a muchos de sus hombres como a la estructura política de su propia patria, fuera ella visible o clandestina. Todo esto lo posibilitaba para tomar decisiones apropiadas allí donde el mando ha de crear la luz cuando las informaciones y los datos se diversifican. Por encima de consideraciones estratégicas especiales se había visto precisado a encarar los problemas en su totalidad, atendiendo con preferencia a la causa que los fundamentaba y que determinaba su labor.
Un cúmulo de leyendas y equívocos ha sido agregado a esos días fatales. Por ello cabe felicitarse que sean relatados a través de un espíritu que los conoció prolijamente. Los acontecimientos en sí son por cierto apasionantes. Sin embargo el lector encontrará otro beneficio todavía mayor al profundizar un hecho histórico de significación. Y es el siguiente: La impresión de novedad y de sorpresa en la historia resulta de su propia evolución. En el fondo y a lo largo de sus variantes, se trata de un mismo retorno al cual se agregan los decorados del tiempo. El gran teatro del mundo es representado por un elenco limitado, que entra en escena con indumentaria de épocas diferentes y galardonado con sus pensamientos propios. Pero son siempre figuras semejantes que reviven luchas ancestrales. Tal es aquí el caso del jefe, dueño del campo, que se yergue en el punto neurálgico de los hechos. La situación no es nueva, por cierto. En ella estuvieron antes que él, un Sila, un Wallenstein, un York. Cuando los engranajes del destino no giran armónicamente en las grandes epopeyas, se percibe la falla desde la conducción. Donde el arte de la guerra y el de la política, el deber y el honor, la moral y los ciudadanos entran en controversia, surgen conflictos en el curso de los cuales el peso del Estado cae sobre las espaldas de un hombre.
En estas páginas quedan señalados ese peso abrumador, la amargura y también por cierto la desesperanza en la discordia, en la desunión, cuya medida de profundidad sólo puede darla la tragedia misma, aquella que el adversario afortunado se inclina generalmente a subestimar. Queda también en claro que las decisiones últimas en la lucha entre potencias, son tomadas desde lo más íntimo del hombre y en plena soledad. Todo esto lleva a un interés comprensivo, tal vez una simpatía, cualquiera sea el campo en que nos encontremos, el del vencedor o el de la víctima. Y podría suceder que él nos conmueva más de cerca en la derrota que en la victoria.

Ernst Jünger

INTRODUCCIÓN

Siempre, en la historia, después de soportar atroces sufrimientos, tratan los hombres de investigar el motivo de los hechos, de fijar la causalidad en los actos y de medir la responsabilidad y la culpa de sus conductores y autores. Pero lo que existe de grande o de trágico, en el sentido goetheano, no se deja ver de cerca. “Ve claro el que ve desde lejos; ve entre la niebla el que toma partido”, escribió LaoTsé hace más de mil años.
Sólo cuando el espectador del torrente de los tiempos se aleja de los acontecimientos, puede colocarse poco a poco en situación de interpretar y valorar los fundamentos y la concatenación históricos y de expresar un juicio equilibrado sobre el carácter, la responsabilidad y el destino de los protagonistas. Cada una de estas etapas tiene su tiempo propio. Pretender juzgar con intención histórica sin investigar exhaustivamente los hechos o sin poder penetrar en su nexo secreto, corresponde a uno de los errores desgraciadamente inextirpables de la humanidad. El historiador debe abstenerse de formular juicios, de valor mientras no sea posible la visión de las distintas fases examinadas y ha de guardar silencio antes de que sea reconocible el enlace de los sucesos y se puedan seguir las fuerzas de impulsión desde sus orígenes. Los acontecimientos con que el destino marcó el verano de 1944 son dados aquí a publicidad, modestamente, en base a mi experiencia y a mi memoria, ya que fueron limitadas las fuentes documentales disponibles. He tratado de describir el curso de dichos acontecimientos y los “contornos reales” de los actores del lado alemán, con tanta fidelidad como lo permite el exiguo tiempo transcurrido desde entonces. Un pensamiento de Ranke me sirvió de guía: “Veo venir el tiempo en que la historia moderna no se fundará más sobre los relatos, ni aun de los escritores de la época —a no ser que exista en ellos un conocimiento personal— y menos todavía sobre sus conclusiones, sino sobre los dichos de testigos oculares y sobre una información indiscutida y directa.”
Por ello no quiero manifestarme ahora sino respecto de hechos y juicios certeramente fundamentados. Voces autorizadas darán un día su fallo histórico. Reconozco bien lo que vale la exclamación de Pilatos: “¿Qué es la verdad?” Pero a mí me impulsa un imperativo categórico para confesar los hechos mismos, movido también por el legado de esos hombres nobles que dieron su vida por nosotros.
Los pensamientos, las palabras y los actos humanos surgen de profundidades inconmensurables y reciben su forma de fuerzas misteriosas e inalcanzables. Sin embargo, aquellos que se jactan siempre de su superioridad, podrán comprobar, una vez que se haya cumplido el Destino —y así lo deseamos—, que existen hombres que por libre determinación son dueños de una voluntad y pueden actuar, pero con frecuencia hay también fuerzas más poderosas que se oponen a nuestros deseos, desprecian nuestra voluntad y paralizan nuestra acción.
Este enfoque, aun en la derrota, reforzará nuestra unión con lo Divino y mantendrá una fe indestructible en nuestro porvenir.