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FALLSCHIRMJÄGER EN ESCANDINAVIA – Óscar González

192 páginas
Muy ilustrado
24 x 17 cm.
Editorial Galland books
2008

Encuadernación rústica cosido
Precio para Argentina: 135 pesos
Precio internacional: 25 euros

La conquista de Dinamarca  y Noruega en 1940 es un interesante caso de estrategia que merece ser estudiado. Los alemanes pusieron el acento en la movilidad, la velocidad y el ritmo: «llegar los primeros con lo máximo posible». Fue asíí como dirigieron su potencial aéreo y su habilidad táctica superior contra la debilidad de un adversario menos resuelto y con la «voluntad de ganar» quebrada.

La Luftwaffe contribuyó a la victoria aportando una fuerza paracaidista que, indudablemente, fue la punta de lanza del ataque alemán, sorprendiendo a propios y extraños. Los paracaidistas alemanes (Fallschirmjäger), soldados de élite, combatieron mejor que el soldado estándar, protagonizando los primeros saltos paracaidistas de la guerra.

El Fallschirmjäger de 1940 se reveló como un soldado bien entrenado, en forma; siempre alerta y con iniciativa, perfectamente conocedor del combate en tierra, consiente que debía actuar nada más aterrizar. Algo, sin duda, no exento de riesgos y errores. Así quedará demostrado en el asalto a los principales puentes y aeródromos daneses y noruegos, en el salto sobre Dombas, tras las líneas enemigas, o en la tenaz resistencia sobre el terreno nevado de Narvik.

ÍNDICE

PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I
LOS PRECEDENTES
•          EL PRECEDENTE: FINLANDIA.
•          LA CRISIS DEL ALTMARK.
•          PREPARATIVOS PARA LA INVASIÓN.

CAPÍTULO II
COMIENZA LA INVASIÓN
•          PARACAIDISTAS EN DINAMARCA.
•          LOS PLANES PARA NORUEGA.

CAPÍTULO III
EL AERÓDROMO DE SOLA-STAVANGER

CAPÍTULO IV
EL AERÓDROMO DE FORNEBU-OSLO
•          El plan de asalto paracaidista.
•          La primera oleada del transporte de tropas.
•          El escuadrón de caza noruego (Jagevingen) de Fornebu.
•          La batalla por Oslo.
•          La toma de Fornebu minuto a minuto.
•          Algunas consideraciones.
•          La incursión en Elverum.

CAPÍTULO V
DOMBÁS.
•          Los preparativos de la misión.
•          Los defensores noruegos.
•          El salto sobre Dombás. Pelotón Becker (primer pelotón).
Pelotón Uhlig (cuarto pelotón, de ametralladoras).
Pelotón Gerhold (pelotón de comunicaciones/transmisiones).
Pelotón Schmidt (Plana de la compañía, “Stab”).
Pelotón Mössinger Segundo pelotón).
Pelotón Bobrowski (tercer pelotón).
•          El cerco se estrecha.
•          Rendición y cautiverio.
» Algunas consideraciones.

CAPÍTULO VI
NARVIK
•          El “problema Narvik”.
•          La estrategia de Dietl: defensa a toda costa.
•          Los inicios de la participación de los Fallschirmjäger en Narvik.
•          Los Fallschirmjäger de Walther frente a las tropas aliadas.
•          Ataque y estrategia de los Aliados en Narvik
•          Día a día del combate en Narvik: defensa del ferrocarril y resistencia en la nieve.
•          Última operaciones aerotransportadas.
•          A propósito de Narvik… (Consideraciones finales).

APÉNDICE 1: PARACAÍDAS Y TRANSPORTE

APÉNDICE 2: EL ESCUDO DE NARVIK (NARVIKSCHILD)
BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

El presente libro es una investigación centrada en las operaciones llevadas a cabo por los paracaidistas alemanes en Dinamarca y Noruega, desde abril a junio de 1940. Accediendo a la petición del autor, que ha tenido en cuenta que soy uno de los pocos testigos que aún sobreviven, trataré de escribir algunas líneas a modo de prólogo.
Durante la campaña de Noruega, a principios de 1940, yo era suboficial (Feldwebel) y jefe de pelotón de la primera compañía del Primer Regimiento Paracaidista (1. FJR 1). Participé con esta unidad en las operaciones de Oslo, Dombás y Narvik. Éstas no iban dirigidas contra Noruega, sino contra Inglaterra.
Ya desde el otoño de 1939, la situación entre alemanes y británicos era de guerra declarada y abierta. Según afirmó el mismo Churchill, no cabía otro objetivo en la guerra, desde su perspectiva, que la destrucción de Alemania. Así pues, el despliegue británico en Noruega comenzó en abril de 1940, con el claro propósito de cortar el suministro de mineral que desde Narvik partía hacia Alemania. Por otra parte, esta presencia militar suponía una amenaza para los intereses alemanes, pues cabía la posibilidad de sufrir un ataque por el flanco noruego. Las operaciones militares alemanas buscaron acabar con esta situación, cosa que finalmente se consiguió, de tal modo que a comienzos de junio los británicos evacuaron Noruega.
Tanto nosotros, Fallschirmjager, como el resto de soldados de la Wehrmacht, cumplimos con nuestro deber de soldados tratando de proteger nuestro país. Este fue nuestro objetivo. No combatimos ciegamente ni por ningún partido ni por ningún personaje.
Durante los últimos cuatro años he tratado de responder a todas las preguntas planteadas por Óscar González López, relacionadas con estas operaciones. Espero y confío que el resultado de su investigación resuelva y aclare todos los aspectos de la participación de los paracaidistas alemanes en Escandinavia (hasta la fecha se han escrito muchas páginas que han faltado a la verdad y que han deshonrado a los Fallschirmjager).
Mi recuerdo se dirige a los compañeros que murieron. Cumplieron con su deber de soldados. Sólo espero que hayan ahorrado a las generaciones futuras una nueva guerra, que sólo trae dolor y crueldad, de tal modo que sea posible vivir en paz y libertad. Es el deseo, expresado de corazón, de este veterano paracaidista. Mucha suerte (Gluck ab).

Alexander Uhlig.
Fallschirmjager condecorado con la Cruz de Caballero el 29 de octubre de 1944
Diciembre 2007

INTRODUCCIÓN

La conquista de Dinamarca y Noruega es un interesante caso de estrategia conjunta que merece ser estudiado y analizado. Muchas de las lecciones de esta campaña permanecen vigentes hoy día, cuando grandes operaciones complejas, desarrolladas a gran distancia, se han convertido en la norma en lo que a estrategia militar se refiere. Aunque las condiciones y bases tecnológicas han cambiado radicalmente -y siguen cambiando sin cesar-, las actuales campañas y operaciones militares muestran significativas similitudes con la operación Weserübung1.
Los alemanes, por ejemplo, pusieron el acento en la movilidad, la velocidad y el ritmo. Dicho sencillamente: “llegar los primeros con lo máximo posible”. El sistema alemán garantizaba el máximo de independencia a los oficiales, insistiendo en que lo fundamental era que mantuvieran la fe en conseguir los objetivos asignados. Mientras que los Aliados avanzaban con cautela, los alemanes luchaban con fluidez, concentrándose más en el enemigo y menos en la “retención” de terreno. Así, los Aliados mostraron una mayor predilección por la batalla “metódicamente” planteada, por decirlo rápidamente. En este sentido, hubiera sido imposible imaginarles “moviendo” a destacamentos aislados de soldados a lo largo de una línea costera de cientos de kilómetros, confiando en unirles más tarde, todo esto con la amenaza de una armada enemiga potentísima, una meteorología que no permitiría volar y con grandes contraataques anfibios.
El plan alemán se apoyará, por una parte, en interrumpir rápidamente la movilización de tropas noruegas, y por otra, en apoderarse de todas las zonas susceptibles de ser utilizadas por los Aliados en hipotéticos desembarcos. Su obsesión, por tanto, no será precisamente la de proteger flancos o estabilizar el frente.
Con esta estrategia, los alemanes dirigirán su “potencia” (es decir, velocidad, rapidez, ritmo, potencial aéreo y habilidad táctica superior) contra la debilidad de un adversario menos resuelto y con la “voluntad de ganar” quebrada. Aunque las bajas en ambos bandos serán equivalentes (incluso significativamente superiores en la Kriegsmarine y Luftwaffe), la moral de los alemanes permaneció alta a lo largo de toda la campaña.
Como laboratorio para futuras operaciones, la invasión alemana de Noruega abrió un nuevo reto en la historia de la guerra. Una de las lecciones fue la cooperación entre las diferentes ramas del ejército, esencial para el triunfo. La operación Weserübung requirió la integración de las fuerzas de tierra, mar y aire, cada una respondiendo con total resolución. Fue la primera operación que contó con un sistema de mando unificado.
La Kriegsmarine, sensiblemente inferior a la Royal Navy, sufrirá considerables pérdidas, pero conseguirá su objetivo: desembarcar a las tropas de tierra y cubrir su despliegue posterior.
Por lo que respecta a la Luftwaffe, ésta conducirá, sin lugar a dudas, una de las mejores y más innovadoras operaciones aéreas del momento, volando a grandes distancias y con una meteorología adversa. Los pilotos alemanes serán los grandes responsables de la movilidad estratégica, así como los garantes del apoyo a tropas de tierra (carentes de artillería pesada). Su contribución será decisiva.
Pero la Luftwaffe no sólo aportó pilotos y aparatos de transporte o apoyo, sino también una fuerza paracaidista que, indudablemente, fue la punta de lanza del ataque alemán, sorprendiendo a propios y extraños.
Podemos considerar a los paracaidistas alemanes (Fallschirmjäger) como soldados de élite dentro del ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial, principalmente por los éxitos conseguidos durante los primeros años de la guerra. Combatieron mejor que el soldado alemán estándar. Las acciones -variadas- en las que fueron empleados durante la invasión de Noruega apoyan esta tesis.
Ciertamente, el Fallschirmjäger de 1940 se reveló como un soldado bien entrenado, en forma, tanto física como psíquicamente; siempre alerta y con iniciativa, consciente de que debía actuar nada más tocar tierra. Adaptación a las circunstancias, manejo de armas (propias y del enemigo) y capacidad para el combate cuerpo a cuerpo, eran otras características importantes de su entrenamiento. Mención especial merece la formación de los oficiales, perfectamente conocedores del combate en tierra.
Tristemente, el peor enemigo de los Fallschirmjäger fueron ellos mismos. La buena reputación que les acompañaba jugó en su contra. Se les asignaron misiones para las que no estaban realmente preparados. En el caso concreto de Noruega, su primer salto tras las líneas enemigas -uno de los primeros en combate de toda la guerra- fue una operación improvisada y mal preparada. Los paracaidistas fueron enviados a Dombás contra tropas noruegas mucho mejor equipadas. Acabaron abandonados a su suerte y completamente vulnerables, sin armas o equipo adecuados para su misión.
Es un caso que analizaremos porque guarda cierto “aire de familia” con otras misiones aerotransportadas alemanas (Holanda y Creta, por poner dos ejemplos). Estos saltos paracaidistas pasaron “factura”, a pesar de conseguir su objetivo (a costa de graves pérdidas). El aislamiento de varias unidades Fallschirmjäger, lanzadas precipitada o erróneamente sobre el objetivo y sometidas a fuertes ataques -tal y como ocurrió en el ataque a Noruega y, posteriormente, en Holanda, Creta y Ardenas-, revela un error grave de planificación, a la par que un punto débil en la estrategia paracaidista.
El estudio de las operaciones paracaidistas en Noruega nos permite analizar diferentes empleos, por así decirlo, del Fallschirmjäger. En cierto modo, la campaña es un resumen perfecto de las estrategias desplegadas a lo largo de toda guerra.
En primer lugar, el salto sobre un objetivo, bien penetrando en las líneas enemigas, para mantener la posición hasta contactar con fuerzas terrestres, bien atacando masivamente objetivos limitados y vitales (aeropuertos), como paso previo al desembarco de tropas de infantería aerotransportadas. En ambos casos el método preferido por los alemanes era el lanzamiento directamente sobre el objetivo de grupos de paracaidistas. Así se aumentaba el factor sorpresa sobre el enemigo, algo que debían tener en cuenta los “escasamente armados” Fallschirmjäger.
Un segundo método, empleado especialmente para grandes saltos de combate (Creta), apenas se puso en práctica en Noruega. Tan sólo sobre Dombás se emplearía LO que la estrategia alemana denominaba “manchas de aceite”, es decir, varias zonas de salto con la intención de crear posiciones rodeando el objetivo.
Por último, en la operación Weserübung se empleó a los Fallschirmjäger como fuerzas de infantería, bien como avanzadilla penetrando en las líneas enemigas y sacando el máximo provecho del importante factor sorpresa, bien como apoyo a fuerzas de infantería, perdiendo su “status” -de combate- especial. Este último método fue justificado sólo por la existencia de alguna urgencia.
La investigación histórica (y no sólo la española…) ha dedicado pocas líneas a analizar pormenorizadamente las acciones paracaidistas alemanas llevadas a cabo durante LA ocupación de Dinamarca y Noruega. Además, lo poco que se ha escrito, carece de precisión y, sobre todo, de crítica. Y es que este último aspecto es esencial. La narración va de la mano del análisis. La lectura de las operaciones paracaidistas ofrece, sin rugar a dudas, jugosas reflexiones. Ofreceremos una mirada crítica, en suma, que sitúe sin confusión las luces y las sombras de la estrategia alemana, que, por otra parte, marcará el resto de acciones de los Fallschirmjäger a lo largo de la guerra.
Nuestro propósito, en definitiva, es realizar una crónica crítica de la acción de los Fallschirmjäger durante la operación Weserübung. Crónica, porque pretende explicar con coherencia narrativa, precisión y objetividad, el papel -destacado- desempeñado por esta unidad de élite. Nunca antes de abril de 1940 se había realizado un salto paracaidista de combate. Sólo por esto merece la pena una mirada detenida.
El testimonio directo de protagonistas de las operaciones (noruegos y alemanes) y la utilización de fuentes primarias han sido la “columna vertebral” del presente trabajo. El contacto, a través de entrevista personal o carta, con los veteranos que participaron en los combates de Noruega ha supuesto un reto y un honor. No cabe duda de que escuchar sus testimonios a los 67 años de los acontecimientos es una de las mejores motivaciones para el amante de la historia. Hemos experimentado algo semejante a lo que aludía el gran escritor Josep Pía cuando afirmaba que “lo que me interesa es la historia, vivir la historia, estar lo más posible dentro de la historia “. Ernst Mósanger (-), Albert Valjeur (+), Alexander Uhlig, Gerhard Broder, Wilhelm Metscher, Heinz Kluge, Friedrich Heinrich Ungeheuer y Per Waaler permitieron “entrar en la Historia” al autor de estas páginas, toda vez que le aportaron un “tesoro” de valor incalculable: sus recuerdos.
Así mismo, nuestro trabajo también ha gravitado en torno a las profundas investigaciones llevadas a cabo por los historiadores Karl-Heinz Golla, Cato Guhnfeldt, Andreas Hauge (+) y 0ivind Solvik. Contar con su consejo y orientación, ha sido un auténtico privilegio. En la misma línea, la inestimable ayuda de Arne Gunnar Lovlund, del museo “Dombás krigsminneforening” y de Jan Lehre, fue esencial en nuestra búsqueda -casi obsesiva- de precisión. Imprescindibles, también, fueron las colaboraciones de Richard Kloes, Arnold Wesenberg, Paul Ullmann, Eugen Siffermann, Ingeborg von Hove, Tor Schye (que puso a nuestra disposición el interesantísimo archivo de su padre, Kristian Fredrik Schye), 0yvind Holt, Hans-Joachim Oehler (de “Der Deutsche Fallschirmjager”, siempre atendiendo nuestras consultas), Günter Schalich, Ian Tannahill y Lucas Molina, al que nunca agradeceremos lo suficiente su confianza y “apuesta decidida” porque este trabajo viera la luz.
Eric Queen, Simón Orchard, Bart Jansen, Erik Ettrup, Ramón Boronda, Andreas Hauge y Kristian Hosar cedieron amablemente fotografías de sus archivos e Iñaki Merino dibujó con maestría “lo imposible”. Así mismo, la paciencia -una vez más- y el saber hacer de Josu Otxoa, a través de sus valiosas sugerencias, encarrilaron estas páginas por la senda adecuada. Por último, debo reconocer que hasta el más mínimo detalle de este trabajo está envuelto por esa “presencia cariñosa y paciente” llamada Raquel… A todos ellos va dirigido mi más sincero agradecimiento.
Y al final de la crónica y de la crítica sólo queda lugar para una última reflexión, para un deseo, que no por breve es desdeñable: la paz. Instalados desde la perspectiva del historiador no podemos por menos de guiar nuestro enfoque con la experiencia de los que allí lucharon y sobrevivieron. En este sentido el libro se abre con las reveladoras palabras de Albert Valjeur, Fallschirmjäger y amigo, que murió antes de ver escrito este libro. Su lema es el nuestro: “todas mis palabras son una denuncia de la guerra”.

1.-Cf. Hooke, R. y Coglianese, C. (1993), pág. 100-101.