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LA SUPERACIÓN DEL ROMANTICISMO – Julius Evola

165 páginas
Ediciones Heracles
Tapa: rustica
Precio para Argentina: 35 pesos
Precio Internacional:   12 euros

La obra que aquí presentamos integra el grupo de textos filosóficos pertenecientes al período juvenil de Julius Evola el que posee un importante valor para la profundización de sus trabajos más maduros.
La misma permite encauzarnos en el sistema que nuestro autor calificara como Idealismo mágico o Individualismo absoluto , el que representa una postura original en el contexto de la filosofía de su tiempo. El mismo se caracteriza por haber pretendido recabar del idealismo, escuela vigente y en boga en los ámbitos académicos de aquel entonces, las consecuencias últimas que sus principales exponentes fueron incapaces de extraer de su propio sistema. Ha sido una característica original de tal movimiento surgido en Alemania la de haber concebido al Yo como una potencia creadora. Sin embargo la determinación de tal capacidad cumplida a lo largo de distintas etapas quedaría trunca con Hegel en la medida que el sujeto queda reducido a la condición de simple medio de una potencia de carácter impersonal (la Razón o la Idea), por lo que terminaba así invirtiendo su significado originario mediante la constitución de un nuevo determinismo que no significaba otra cosa que un simple cambio de collar. El sujeto seguía subordinado a una “realidad” que le era siempre ajena, aunque ésta hubiese recibido un nombre nuevo. Tales críticas, que el idealismo recibiera también del lado de Kierkegaard como de Nietzsche, en Evola adquieren un rumbo significativo y sumamente original al intentar rescatar de tal sistema una actitud de crítica radical hacia el mundo moderno.

INDICE

Introducción ………………………………………………………………. 7
I- El valor del ocultismo en la cultura contemporánea…………. 14
II- La escolástica ante el espíritu moderno……………………….. 40
III- De la pureza como valor metafísico…………………………… 65
IV- Imperialismo pagano………………………………………………. 82
V- La superación del romanticismo………………………………… 95
VI- ” Neue Sachlichkeit “: una confesión de las nuevas
generaciones alemanas………………………………………………… 112
Acerca del “gran estilo”, por Federico Nietzsche……………… 128
VII- Ernst Jünger: “El Obrero” y
“Los acantilados de mármol”………………………………………… 129
Apéndice:
Los editoriales de La Torre ………………………………………… 142
a) Presentación a los lectores………………………………………. 142
b) Perspectivas…………………………………………………………. 145
c) Retorno a los orígenes…………………………………………….. 147
d) El Uno y los Muchos……………………………………………… 149
e) La Acción y el Trabajo…………………………………………… 151
f) El símbolo…………………………………………………………….. 154
Mario Carli castigado………………………………………………… 155

Extracto:

“La consigna es pues: Basta con los “valores humanos”, basta con el anhelo romántico. Ello sobre todo debe ser realizado a nivel de interioridades, y quiere decir: detenerse, remitir a los hombres hacia sí mismos, obligarlos a hallar en sí mismos el propio fin y el propio valor. Que ellos aprendan nuevamente a sentirse solos, sin ayuda ni ley, hasta que se despierten al acto del mando absoluto y de la absoluta obediencia. Dirigiendo fríamente la mirada alrededor, que reconozcan que no hay adonde “ir”, que no hay nada para solicitar, nada que esperar, nada que temer. Que respiren entonces liberados de todo peso y sea respecto del amor como del odio que reconozcan su miseria y debilidad. Se vuelvan a levantar como cosas simples, puras, ya no más humanas.

En la superioridad de los aristócratas, en la alta elevación de almas que son señoras de sí mismas, se burlen de la turbia avidez con la cual los esclavos se precipitan sobre el banquete de la vida, Se determinen con una indiferencia activa capaz de todo según una renovada inocencia. El poder de poner en juego la propia vida y de fijar los báratros sonriendo, de dar sin pasión, de actuar poniendo a la par el vencer que el perder, el éxito que el fracaso, el placer como el dolor, brote de esta misma superioridad que hace disponer de sí como de una cosa en la cual se despierta verdaderamente la experiencia de lo que es más fuerte que cualquier muerte y que cualquier corrupción. El sentido de la rigidez del esfuerzo, del crudo “tú debes” no exista más como el recuerdo de una absurda manía. Reconociendo la ilusión de todos los “planes providenciales”, de todas las ideologías historicistas, de todas las “evoluciones”, reconociendo a todos los “fines” y “razones” como muletas necesarias tan sólo para quien, aun niño, no sabe ir por sí mismo, los hombres cesarán de ser movidos, sino que se moverán. Siendo centrales en sí mismos, por sí mismos hombres y no más espectros, resurgirá la acción en su sentido primitivo, elemental, absoluto.

Será en este momento que al haberse lacerado la niebla envenenada del mundo romántico, más allá de la intelectualidad, más allá de la psicología, más allá de la pasión y la superstición de los hombres, reaparecerá la naturaleza en su estado libre y esencial. Ningún cielo gravitará más sobre la tierra. Todo alrededor retornará libre, todo respirará finalmente. Aquí también la gran enfermedad del hombre romántico, la fe, será superada. Al hombre así reintegrado se le abrirán entonces espontáneamente nuevos ojos, nuevas orejas, nuevas audacias. Lo sobrenatural cesará de ser una pálida evasión de almas pálidas. El mismo será realidad, y coincidirá con lo natural. En la misma neta, calma, poderosa, desencarnada luz de una resurgida simplicidad helénica, espíritu y forma, interior y exterior, realidad y supra-realidad, volverán a ser una cosa sola en el equilibrio de los dos términos, el uno ni superior ni inferior al otro. Será pues una época de realismo mágico: en las energías de aquellos que se creen hombres, y no saben que son dioses durmientes, volverán a vibrar las energías de los elementos hasta temblores de iluminaciones absolutas y de resurrecciones espirituales.

Y entonces también el otro gran vínculo humano, el de las amalgamas sociales sin rostro, será superado. Vencida la ley que hacía de ellos piezas de máquinas, piedras encadenadas en el cemento impersonal del despotismo colectivo o de la ideología humanitaria, los individuos serán principio y fin en sí mismos, encerrados cada uno en sí como mundos, rocas, cimas, vestidos tan sólo de su fuerza o de su debilidad. Cada uno un lugar, un puesto de combate, una cualidad, una vida, una dignidad, una fuerza distinta, sin par, irreducible. Su moral sonará así: Imponerse a la necesidad de “comunicar” y de “comprenderse”, a la contaminación del pathos fraternalista, a la voluntad de amar y de sentirse amados, de sentirse iguales y juntos, imponerse a esta fuerza sutil de corrupción que disgrega y ablanda el sentido de la aristocracia y de la individualidad. La incomunicabilidad será querida, en nombre de un respeto absoluto y viril: valles y cumbres, fuerzas más fuertes y fuerzas más débiles, la una junto a la otra o la una en contra de la otra, lealmente reconocidas en la disciplina del espíritu íntimamente inflamado aunque exteriormente rígido y templado como el acero, que contiene en magnifica medida la desmesura del infinito: militarmente como en una empresa de guerra, como en un campo de batalla. Relaciones precisas, orden, cosmos, jerarquía. Grupos fuertemente individuados y organizados sin intermediarios y sin atenuación a través de acciones, en donde los unos –hombres y razas– luminosamente encenderán, los otros sordamente precipitarán. En lo alto, seres solares y suficientes, raza de Señores de la mirada vasta, temible, lejana, que no toman sino en superabundancia de luz y de potencia dan, y en vida decidida se dirigen, hacia una intensidad siempre más vertiginosa, aun siempre equilibrada en una compostura sobrenatural.

Entonces, el mito romántico, el del “hombre” y de lo “humano”, no será más. Y en un mundo de claridad resonará la palabra de Nietzsche, el precursor: “¡Cómo son bellas, cómo son puras estas libres fuerzas no manchadas más por el espíritu!”.

(Julius Evola, La superación del romanticismo, pgs. 109-111. Ed. Heracles, 2006)