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LA FURIA DEL NORTE – Eduardo Velasco

104 páginas.
imágenes b/n
Tamaño: 12 x 18,5 cm.
Ediciones Camzo
España, 2012
Colección:Orígenes

Encuadernación rústica cosida c/solapas
Precio para Argentina: 84 pesos
Precio internacional: 12 euros

“Del furor de los hombres del Norte, líbranos señor” rezaba una oración cristiana medieval, una petición desesperada del clero católico que nos lleva a la época de las incursiones de pequeños contingentes escandinavos que asolaron las costas europeas. Estamos en siglo VII y grupos deducidos, pero decididos, de noruegos, suecos y daneses se dan a conocer al mundo mediante acciones de pura audacia y voluntad, carentes de los límites con los cuales la sociedad cristiana medieval socializa las conciencias de sus otros hermanos europeos. Para estos hombres del norte, conceptos como el perdón, la compasión o la culpa no significan nada, identificándose más bien con los de fidelidad, libertad, coraje y valor. De las hazañas, proezas náuticas, conquistas, descubrimientos y fundaciones de estos orgullosos y feroces hombres del Norte tenemos notable información en numerosos textos históricos entre los que destacan las sagas y es precisamente en muchas de estas joyas de la narrativa europea donde aparece en numerosas ocasiones un peculiar tipo de guerreros odínicos, los bersekir, cuya traducción literal es “con envoltura de oso”, que “iban al combate sin cota de mallas, rabiosos como perros o lobos, mordiendo sus escudos, fuertes como osos o toros. Mataban a la gente, y ni el fuego ni el hierro hacían mella en ellos” (Snorri)
La presente obra de Eduardo Velasco supone un documentado recorrido por el antiguo mundo de los valerosos e indomables hombres del Norte así como por una parte altamente interesante y no tan conocida de los mismos, el temido furor de aquellos invencibles guerreros de Odín a quienes el fuego no podía quemar ni el acero traspasar. Habían vencido los límites.

Enric Monsonís

ÍNDICE

Prólogo de Enric Monsonís……….11
1. La ira Sagrada en la Tradición Aria……….35
2. El papel de los Berserkers en el mundo Germánico……….39
3. El Berserkergang o Posesión……….47
4. La Expansión de la Furia del Norte……….69
5. El Ocaso de los Berserkers……….81
6. Brotes de Furia Sagrada……….89
7. El Germanismo y el advenimiento del Ragnarok……….93
Notas……….99

PRÓLOGO
EL FUROR GUERRERO DE LOS HOMBRES DEL NORTE

Ardor guerrero. Así comienza el himno de la infantería española. No sabemos si sus composi­tores, los cadetes Fernández de Arellano y Diez Giles, eran allá por el año 1908 conscientes de todo el significado que encierran esas dos pala­bras, pero lo cierto es que en cualquier caso des­criben a la perfección, aunque de forma incons­ciente, una antigua herencia a la que los pueblos hispánicos no son ajenos. Ardor, calenturas, co­rajes, furia, fuego de la sangre, furor, son pala­bras que intentan definir un especial estado de transformación a través del cual algunos guerre­ros indoeuropeos combatían dotados de invulnerabilidad e invencibilidad. De hecho, cuando se encontraban en este estado, “no podían ser que­mados por el fuego ni atravesados por el acero”. Una transformación que con frecuencia estaba asociada a ciertos animales totémicos como el lo­bo y el oso que no son infrecuentes en muchos episodios de la épica europea tal como veremos.
“Del furor de los hombres del Norte, líbranos señor rezaba una oración cristiana altomedieval, una petición desesperada del clero católico que nos lleva a la época de las incursiones, -rápidas, implacables, furiosas y asociadas al trueno- de pequeños contingentes escandinavos que asola­ron las costas europeas. Estamos en el siglo VIII y grupos reducidos, pero decididos, de noruegos, suecos y daneses se dan a conocer al mundo me­diante acciones de pura audacia y voluntad, ca­rentes de los límites con las cuales la sociedad cristiana medieval socializa las conciencias de sus otros hermanos europeos. Para estos hombres del norte, conceptos como el perdón, la compa­sión o la culpa no significan nada, identificándose más bien con los de fidelidad, libertad, coraje y valor. De las hazañas, proezas náuticas, conquis­tas, descubrimientos y fundaciones de estos orgu­llosos y feroces hombres del Norte tenemos no­table información en numerosos textos históricos -no siempre fiables en su imparcialidad debido al carácter pagano de los antiguos pueblos escan­dinavos y el antitético cristianismo de sus copis­tas, correctores o recopiladores- entre los cine destacan las sagas y es precisamente en muchas de estas joyas de la narrativa europea donde apa­rece en numerosas ocasiones un peculiar tipo de guerreros odínicos, los bersekir, cuya traducción literal es “con envoltura de oso”, que iban al combate sin cota de mallas, rabiosos como pe­rros o lobos, mordiendo sus escudos, fuertes co­mo osos o toros. Mataban a la gente, y ni el fue­go ni el hierro hacían mella en ellos” (Snorri). Se les llama también Ulfhednar, “pelliza de lobo”. Según el Lai de Harbardr, es posible que tuvie­ran un equivalente femenino, las Mujeres-Lobas (vargynjur). Esta célebre descripción, tomada de la Ynglinsaga, hace mención al llamado berser- kergangr -Battlefury, Kampfextase o Berg en otras lenguas- el furor de berserkr. A priori, pa­rece hablar de un guerrero enloquecido y furio­so, algo que es real, pero pronto veremos que es mucho más. No es la única vez que este tipo de guerreros aparecen en los textos, en la Saga de Egil Skalagrimsson son citados, nada menos que veinticuatro veces, siendo precisamente el inicia­dor de esta saga, y abuelo de Egil, un antiguo guerrero, berserker retirado, que todavía en su última edad sufre este tipo de transformaciones al atardecer, por lo que recibe el nombre de Kveld-Ulf (lobo nocturno). También se tiene constancia de que el rey Harald llevó a doce de estos guerreros -número muy recurrente en las sagas y por otra parte en la literatura épica poste­rior- en la amura de su barco -lugar de honor- cuando se dirigía a la batalla. También doce fue­ron los berserkr que, al mando de Bjorn (Oso) envió el rey danés Hrolf Kraki a Adils de Suecia en la guerra contra Adil de Noruega. Y se sabe que estuvieron estos míticos guerreros en la Guardia Varega del Emperador Constantino y que practicaban la llamada “danza gótica” ritual. También aparecen como úlfhednar, revestidos esta vez con piel y atributos de lobo, antecedente de las posteriores leyendas del hombre-lobo. En la Volsunga Saga, los héroes Sigmundr y Sinfjotli “pasan largo tiempo en los bosques, no solo ves­tidos de pieles de lobos (úlfhomunum); sino, al parecer, transformados físicamente en lobos”2. Pero es la denominación de berserkir la más usa­da en las sagas escandinavas, en la misma Vol­sunga Saga, “el héroe Bödvar Bjarki (cuyo nom­bre significa “osito”) guerrea en la forma de oso gigantesco, mientras que su forma humana se queda en casa y parece estar dormida” 3. Su pre­sencia está también patente en importantes le­yendas del acervo germánico como el Beovvulf, la Nibelungenlied o la Kudrunslied. Los vemos finalmente en el año de 1066 en la batalla del puente de Stanford al servicio de Harald Hardrada de Noruega, considerado como el últi­mo rey vikingo, durante la última conquista nór­dica de Inglaterra, a pesar de que cuarenta y seis años antes habían sido declarados fuera de la ley por el rey noruego Eirik Hacha Sangrienta, pre­sionado este por las autoridades cristianas que definían el estado de los berserkir como “pose­sión diabólica” y la transformación zoomórfica como herejía, pero persistirán en las leyendas posteriores, así como en las gestas hispanas co­mo herencia de los mitos nórdicos de los que ha­blaremos más adelante. En cualquier caso, hom­bres transformados en osos y lobos que habían sido tocados por la lanza de Odín y que comba­tían, como ya hemos apuntado, dotados de invulnerabilidad y furia imparable. Osos y lobos, figu­ras heráldicas predominantes en los primeros es­cudos pintados de los milites europeos y no me­nos comunes en su onomástica. En cualquier ca­so, los berserkr o úlfhednar fueron muy valora­dos como guerreros, formando parte de la elite militar de la época, estando al servicio directo de reyes y grandes señores escandinavos, pero tam­bién formando parte de los séquitos de otros grandes señores germanos, siendo partícipes de similares iniciaciones guerreras y haciendo suyo el principio de fidelidad inquebrantable a su cau­dillo: “el jefe combate por la victoria y los com­pañeros por el jefe”.
Sin embargo, llama la atención que un apa­rentemente simple mortal pudiera convertirse en oso o lobo y ser invulnerable a los golpes de sus demás congéneres. ¿Cómo y por qué se produ­cía esta transformación?, ¿Por qué solo unos po­cos podían hacerlo?
Entre los episodios dedicados a los berserker, llama la atención el ya citado de Bödvar Bjarki, en la Volsunga Saga, en la que se hace hincapié que mientras combate con la forma de oso su forma humana duerme en su casa, un evidente ejemplo de desdoblamiento psíquico, claramente relacionado con los estados de transformación y éxtasis guerrera de los berserkr, un fenómeno en el que nos introducen Georges Dumezil y Claude Lecoteaux 2. Los antiguos germanos atribuían al hombre diferentes almas que convivían con una forma exterior con la que era conocido y que reflejaba su parte más neta. La parte o partes que podían desdoblarse y salir de la forma huma­na exterior y reconocible eran conocidas en las sagas escandinavas como fylgia, el “alter ego”, el Doble. Entre los antiguos germanos, la palabra hamr designa la forma exterior, el revestimiento que hace reconocible al individuo, mientras que el hamingja estaría relacionado con ” un espíritu ligado al individuo” (que es en realidad una de sus almas; cf. hamingja, “la suerte”)’. Así pues, los berserkr, y posteriormente los campeones o paladines, serían hombres poseedores de ha­mingja, es decir, que no son de un solo hamr,  pudiendo actuar a través de su fylgia en una for­ma diferente, en este caso zoomorfa, bien como un oso o como un lobo, aunque en las sagas apa­recen también otros medios como sueños o vi­siones. También se habla en algunas sagas del gandr, o gandus, tal como aparece en una Histo­ria de Noruega del siglo XII citada por Lecouteux en su magnífica obra Hadas, brujas y hom­bres lobo en la edad media, un término al que se le han dado diversas acepciones como “bastón”, “magia”, o “lobo”, pero que parece hacer refe­rencia también al Doble físico. Esto nos lleva a la conclusión de Lecouteux de que los antiguos ger­manos designarían lo que los cristianos llamaban alma con al menos -existirían muchos más- tres conceptos que serían filgja, hamr y hugr que de­signarían de diferente manera al Doble, siguien­do la síntesis de Régis Boyer citada en la obra de Lecouteux ” Visitado (hugr), habitado (hamr) o acompañado (fíigja)6. Es decir, los berserkr po­drían despertar ciertos elementos anímicos que poseían a través de ciertas disciplinas y ceremo­nias rituales que les serían trasmitidas a través de antiguas cofradías odínicas. En realidad se trata­ría de despertar y evocar mediante dichas disci­plinas y ritos la potencia interior dirigiéndola al combate exterior, un arte de lucha y alquimia in­terior en la que el guerrero quedaba vaciado de su individualidad y humanidad al evocar una po­tencia sagrada supraindividual que anida en su interior, transmutándose, en el caso que nos ocu­pa en los dichos animales totémicos, oso o lobo, a través de unas experiencias iniciáticas especia­les llevadas a cabo en el seno de antiquísimas so­ciedades secretas consagradas a Odín/Wotan, co­fradías vedadas a las personas ajenas a la inicia­ción heroica germánica, fratrías, mämmerbunde, “sociedades secretas de hombres”, a decir de Mircea Eliade. Por ello se decía que este tipo de guerreros estaban tocados por la punta de la lan­za de Odín.
En efecto, es Odín la divinidad a la que se en­cuentra íntimamente ligada el fenómeno ber­serkr, al haber formado parte de su séquito de guerreros. Tal como podemos comprobar en la placa de Torslunda que se conserva en la isla sueca de Oeland, pude verse una representación de Odín/Wotan y tras éste la de un guerrero recubierto con una piel de lobo, una de tantas pruebas del protagonismo fundamental que este dios germánico tiene con Bersrekr y Ulfhednar. Ya en el siglo XI, el cronista y canónigo Adam de Bremen afirmaba que ” Wodan, o sea, el Furor – Wodan, id est furor-, dirige las guerras y da al hombre la valentía contra sus enemigos”7. En este sentido, es necesario señalar que la voz mióte, en gótico woths, implica furor, furia béli­ca, y que esta parece ser la raíz que da nombre al más importante de los dioses germánicos, Odinn en antiguo nórdico, Woden en anglosajón, o Wuotan en antiguo alto-alemán”, Gautr o Gapt para Jordanes, entre los antiguos godos, divini­dad que iniciaba la genealogía mítica de la estirpe real goda de los Amalos, dios de la inspiración. Aunque nos son desconocidas el tipo de prácti­cas y disciplinas iniciáticas de estas antiguas cofra­días, si existen en cambio textos que explican las características de la divinidad Odín y que nos dan una idea de cual era el tipo de iniciación practicada por estos guerreros. Sin duda alguna, Odín era el Dios más relacionado con la guerra y la iniciación heroica guerrera, “Odinn era un gran guerrero, circulaba mucho y se apropiaba muchos reinos. Tan victorioso era que ganaba to­das las batallas. De ahí que sus hombres creyeran que disponía como de un don natural, de la vic­toria en toda batalla. Cuando enviaba sus hom­bres a la batalla o a otra misión, acostumbraba imponerles previamente las manos en la cabeza y darles su bendición; creían entonces que harían buen camino”. Vemos pues en esta información de la Ynglingasaga citada por Dumézil en su obra Los dioses de los germanos, varios elementos clave sobre la funcionalidad de Odín y su vincu­lación con los berserkr que pasamos a comentar. Por una parte es un dios viajero, entendido esto como seguimiento de una vía con la intención de lograr algo, y que conocía gracias a sus viajes, dónde se encontraban enterrados los “tesoros”, conocemos también la capacidad de transforma­ción de este dios que puede cambiar su aparien­cia o transformarse en animal, así como realizar “viajes” a lugares lejanos sin moverse del sitio, tal como consta en la Ynglingasaga “cuando Odinn quería cambiar de apariencia, dejaba su cuerpo en tierra, como dormido o muerto, y él mismo se tornaba pájaro o animal salvaje, pez o serpien­te. Para sus asuntos, o los ajenos, podía llegar enun abrir y cernir de ojos a comarcas lejanas”, así como otras experiencias extáticas a través del mé­todo seidr, pero además, siempre siguiendo la Ynglingasaga “si andaba en expedición guerrera, aparecía entonces terrible a sus enemigos. Es que tenía el arte de mudar de apariencia y de forma a voluntad’, “tenía el poder de cegar y ensordecer a sus enemigos en la batalla, o como de paralizar­los de espanto, y sus armas no cortaban entonces más que si fueran bastones. En cambio, los hom­bres de él iban sin coraza, salvajes como lobos o perros. Mordían sus escudos y eran fuertes como osos o toros. Mataban a los hombres y ni el fue­go ni el acero podían hacerles nada. Era lo que se llamaba Berserksgangr'” .Otro elemento aso­ciado a Odín, como por otra parte a ciertos tipos de “magos”, es el cuervo, ave asociada a la guerra y a la muerte pero que también dota de invenci­bilidad. A Odín se le conocía también como el dios cuervo, y tenía dos cuervos llamados Huginn (Pensamiento) y Muninn (Memoria) a través de los cuales “viajaba” diariamente por el mun­do. Pero además como símbolo del principal dios nórdico, el cuervo fue utilizado como estándarte guerrero -Hrathsmerki o Hravenlandeye- en numerosas ocasiones: usada como bandera de guerra por los hijos de Ragnar Lodbrok y tejido por sus hijas del que se decía que si el cuervo extendía las alas obtendrían la victoria, y en el caso de que colgara inmóvil la derrota. También en la saga de las Islas Oreadas, se habla del estan­darte con un cuervo tejido por una völva para su hijo, el jarl Sigurdr Hlödvisson, y del que se de­cía que daba siempre la victoria en la batalla pero también la muerte del portador del mismo”. Así mismo se habla en otros poemas y textos de este mágico estandarte tejido por las valquirias y he­cho trizas tras la muerte de su poseedor. Históri­camente, el estandarte odínico del cuervo apare­ce en monedas y en episodios bélicos de impor­tancia, llevándolo, según nos cuenta Snorri Sturlson en la Heimskringla, el rey Harald Hardrada con el nombre de “gastador de tierra” y conside­rándolo su bien más preciado, un estandarte que protagoniza, durante la batalla del puente de Stamford, una de las últimas apariciones históri­cas de berserkrs, precisamente para rescatar el estandarte.
Junto al cuervo, otro animal asociado a los viajes, el caballo, aparece también muy relaciona­do con Odín. Se trata de Sleipnir, el caballo de ocho patas, con el cual el propio Odín desciende a los infiernos, un viaje que desvela las más que probables técnicas iniciáticas de muerte simbóli­ca entre los guerreros de Odín. Este tipo de ini­ciación, de tipo heroico, es representada por el propio dios, al sacrificarse a sí mismo y colgar durante nueve noches hasta llegar a estar “casi muerto”, o de su sacrificio voluntario de entrega de un ojo, mediante los cuales alcanzó el conoci­miento, las runas, la poesía, la magia y la sabidu­ría que puede entregar a los hombres elegidos. En el fondo, Odín es un dios complejo que pue­de ser amable, benévolo y protector, pero tam­bién ambiguo, terrible y destructor, representan­do la inspiración y la potencia interior que los guerreros nórdicos debían despertar y evocar en sí mismos identificándose y transformándose a través de esta entidad. Cuervos y caballos no se­rían los únicos animales relacionados con el pa­dre de los dioses, por supuesto también forma­rían parte de su séquito los lobos, bien Gen y Freki, sus dos lobos acompañantes o las manadas de lobos salvajes que le acompañan en las repre­sentaciones de las terribles cabalgadas de la Wildes Heer (Horda Furiosa) o Cacería Salvaje.
Por último, Odín, entre muchas otras funcio­nes y representaciones, merece ser destacado en cuánto a lo que atañe a esta introducción, por ser el señor del Valhöll o Valhalla, lugar donde van los héroes que mueren en el combate. El dios no abandona a sus guerreros y envía a las valquirias a recogerlos y llevarlos a su morada donde serán en adelante einherjar, y donde seguirán guerrean­do entre ellos a la espera de la batalla final en la que formando parte de la “horda furiosa” de Odín combatirán contra las irremediables fuerzas del Caos en el Ragnarok, fieles hasta el final.

Pero no será solo en el mundo escandinavo y germánico donde se desarrollen este tipo de vías espirituales. Odín, tiene correspondencias entre las divinidades de otros pueblos indoeuropeos, como es el caso de Varuna, divinidad védica in­vocada en la guerra para obtener la victoria, a la que pertenecen los guerreros sobresalientes, que le verán al término de su viaje en su morada. Al­gunos de estas características del Varuna indio, y que no son propias de su pareja Mitra, reapare­cen en el Mitra iranio, dios de la guerra y del co­nocimiento, que premiaba a sus fieles y destruía a sus enemigos, y cuyas atribuciones y cultos pa­saron a las legiones guerreras de otro pueblo in­doeuropeo, el romano. La furia heroica la en­contramos también entre los helenos, con el nombre de lussa o “furia bélica”, término al que corresponde la lussódes que hace referencia a la posesión por dicha furia, tal como aparece men­cionado en La Iliada, un furor guerrero bella­mente demostrado por el escogido cuerpo militar de los 300 espartanos de las Termopilas queal mando del rey Leónidas se enfrenta a los míti­cos Inmortales, dignos equivalentes persas de no menor furia. Guerreros nacidos dos veces que ya estaban “muertos” en vida, combatiendo entre ellos y desangrándose heroicamente entre aco­metidas salvajes por parte de los dos bandos. Tampoco los celtas fueron ajenos a estos episo­dios de acometida heroica y transformación que dotaba al guerrero de invulnerabilidad y fuerza sobrehumana que llamaron ferg. La epopeya ir­landesa Táin Bo Cúailnge cita al invencible hé­roe Cú Chulainn experimentando esta transfor­mación y posesión de éxtasis bélico, lo que de­muestra que también en esta cultura estaban presentes este tipo de iniciaciones guerreras, lo que explica la salvaje y suicida resistencia de algu­nas tribus celtas del norte de la península ibérica ante la invasión romana. Tampoco faltó entre los romanos, de los cuales citamos el caso del cónsul Decio, narrado por Tito Livio, según el cual du­rante una batalla contra los samnitas, viendo que el ala derecha de sus legiones había sido rebasa­da y se aproximaba la derrota decidió sacrificarse en plena batalla, desvistiéndose de sus ropajes militares y colocándose la toga pretexta se consa­gró a los dioses romanos de la guerra, tras lo cual se transfiguró tomando una apariencia sobrehu­mana en una cabalgada suicida contra el enemigo haciendo huir a los samnitas y logrando la victo­ria
El importante legado indoeuropeo transmiti­do por celtas, romanos y germanos en la penín­sula ibérica, nos lega también numerosos ejem­plos de la existencia de este tipo de prácticas en nuestro suelo. Los casos de bandas de jóvenes y feroces guerreros, identificados con el lobo como animal totémico, iniciados en noches de plenilu­nio y que vivían al margen de la sociedad ajenos a los límites de la civilización, la seguridad y la comodidad, han sido comentados brillantemente por Manuel F. Fernández de Escalante”. Se trata de cofradías de guerreros jóvenes fieles a sus cau­dillos, en muchos casos revestidos con pieles de oso y lobo, que hacen del combate su forma de vida y su diversión, y que pasaban ciertas pruebas iniciáticas con el objeto de transformarse en lo­bos para combatir poseídos de un éxtasis salvaje tras invocar en ellos dicha potencialidad guerre­ra. Escalante cita como uno de estos ejemplos la llamada Alcaidía de los Donceles a las órdenes de un Maestre de Armas, ya atemperados por al cristianismo, combatían con furiosas acometidas a los invasores islámicos en la frontera con el reino de Granada bajo la advocación de San Jorge, digna representación cristiana de Lug o quizás de Odín. Sin duda, se reconoce en este episodio, como en el de los jóvenes cántabros una importante reminiscencia de antiguas -y no tan antiguas- prácticas celtas, iranio-romanas y germánicas. Siguiendo esta línea, y contradicien­do a algunos historiadores franceses y españoles de finales del siglo XIX y XX, Menéndez Pidal sostiene con sobradas pruebas un origen germá­nico de la épica hispana y en concreto de las ges­tas castellanas, solo explicable por la importancia de la presencia visigoda en nuestro suelo. En al­gunos de dichos textos medievales se recogen también algunos ejemplos del fenómeno ber­serkr aún omitiendo este nombre y teniendo siempre en cuenta el total predominio cristiano, muy claro en los ropajes de la narración, de las fuentes escritas de la época. Entre estos textos épicos nos gustaría destacar Las Mocedades de Rodrigo, comentado por Samuel Armstead en su artículo dedicado a Martí de Riquer, La “furia guerrera” en dos textos épicos. Se trata de un im­portante cantar de gesta cuya prosa escrita más antigua data del siglo XIV y que protagoniza el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar. En di­cho texto el joven Rodrigo encuentra durante su regreso de una peregrinación a Compostela, a un leproso (gafo) al que recoge, ampara y lleva en su caballo pasando posteriormente la noche con él. Durante dicha noche, el futuro Cid Campeador sufre un fuerte “soplido” que le traspasa el cuer­po y cuando despierta el leproso ha desapareci­do, apareciéndole más tarde en sueños con vesti­duras blancas y afirmando ser San Lázaro para anunciarle que Dios le ha concedido en premio debido a su buena acción, “que quando el bafo que sentiste ante ty viniere, que todas las cosas que comentares en lides o en otras cosas, todas las acabaras complidamente, asy que tu onra creçera de dia en dia. E seras temido e recelado de los moros e de los cristianos. El los enemigos nunca te podrán enpeçer. E morras muerte onrada en tu casa e en tu orna, ca nunca seras vençido, ante seras el vençedor syenpre, ca te otorga Dios su bendición” 12. Regresado de su pe­regrinaje Rodrigo acude en nombre del rey de Castilla a participar en una lid contra Martín González de Navarra, campeón del rey de Ara­gón para dirimir la soberanía de Calahorra, preocupado porque no le llegaba la “calentura” pide una sopa de vinos, pero mientras se la traen le llega y se lanza al combate fieramente resultando victorioso. El episodio nos muestra elementos ya conocidos y que nos llevan a una épica anterior, lejana en el tiempo y en el espacio, que entronca con los más antiguos mitos germánicos, a saber, invulnerabilidad, furor guerrero que lleva a la se­gura victoria y que llega mediante una “calentu­ra” sin la cual no se atreve a combatir, don divino asociado a una potencia sobrenatural, el encuen­tro con el bafo, el leproso, enfermedad asociada a la muerte en esa época, y una peregrinación a Compostela, signos de una iniciación guerrera y de un descenso a los infiernos o muerte iniciática junto a una presencia a caballo entre dos mun­dos, todo un elenco que nos permite vislumbrar, siempre bajo los tejidos cristianos y la moral de la época, íntimamente entrelazado con el mito de la “furia guerrera” odínica. Más clara todavía es la información que nos da el Cantar de Waltario, texto medieval de origen visigodo plagado de ele­mentos del paganismo germánico, donde existe un pasaje en el cine Hagenon cuenta al rey franco Guntario que lia visto en sueños a Waltario con­vertido en oso despedazando su cuerpo. Sobre la relación odínica del personaje principal, guerrero invencible que tiene la Fortuna (hamingja) de su parte, basta destacar determinados gestos rituales presentes en la obra, dirigidos al dios de la gue­rra ofreciendo los cuerpos recompuestos de sus enemigos muertos. No queremos finalizar con los ejemplos odínicos en suelo hispano sin men­cionar la leyenda catalana del Conde Arnau, que cabalga después de muerto en un caballo que he­cha fuego por la boca, acompañado de su séquito de guerreros muertos y de una jauría de perros salvajes -¿lobos?- en una cacería nocturna e infernal.
Por último nos gustaría destacar otro aspecto de estos guerreros de Odín, puestos fuera de la ley por el cristianismo, como hemos comentado, lo que implica un aislamiento y criminalización por parte de la sociedad hacia estos guerreros en­loquecidos, últimos representantes degenerados de un culto antiquísimo, viviendo como elemen­tos marginales, molestos y al margen de la ley en lugares apartados de los núcleos de población, una situación también presente en las sagas y otros textos en los que los berserker son conside­rados delincuentes y matones indeseables cuya eliminación es motivo de alegría y regocijo. Sin embargo, la furia guerrera no desparecerá de Europa y continuará presente en posteriores tex­tos, leyendas e incluso hechos históricos no tan lejanos en el tiempo

La presente obra de Eduardo Velasco supone un documentado recorrido por el antiguo mun­do de los valerosos e indomables hombres del Norte así como por una parte altamente intere­sante y no tan conocida de los mismos, el temido furor de aquellos invencibles guerreros de Odín a quienes el fuego no podía quemar ni el acero traspasar. Habían vencido los límites.
Buena lectura.

Enríc Monsonís

 

NOTAS:
1  Regís Boyer, Le Monde du Double. La Mage chez les anciens Scandinaves, París, 1986.Citado por Lccouteux
2 Vid. Claude Lecoteux, Hadas, brujas y hombres lobo en la Edad Media, ed. José J. de Olañeta. París 2004 y Dume¬zil,G. op.cit.
3 Gesta Hammaburgensis Ecclesiae Pontificum, IV,26-27 citado por Georges Dumézil en Los dioses de los germanos
4 Veánse notas adicionales relativos al cap.6 de Samuel G. Armstead, op.cit.
5 Georges Dumézil, Los dioses de los germanos
10 Saga de las Islas Orcadas. Trad. introducción y notas Javier E. Díaz Vera
11 Vid. Manuel F. Fernández de Escalante, Cofradías militares indoeuropeas en la frontera del Reino de Grana da. Ed.Tat, Granada 1987.
12 Mocedades de Rodrigo, de la Crónica de Castilla (Biblioteca de El Escorial X-I-II, fol.133 ro.) citado por Samuel G. Armstead en La “furia guerrera” en dos textos épicos.