400 páginas
ilustrado
15×23 cm
Editorial Eminves
2013
Encuadernación rústica
Precio para Argentina: 160 pesos
Precio internacional: 22 euros
La muerte sacrificial de Dominique Venner nos sorprendió cuando estábamos corriendo la traducción de una de las obras que escribió con más entusiasmo y que le reportó más fama como historiador: Baltikum, aparecida hace cuarenta años, es una obra que no solamente nos informa sobre un episodio histórico titánico sino que nos explica cómo fue posible el nacional-socialismo, las Secciones de Asalto y su enfrentamiento con las SS.
Nos cuenta cuál era la moral de los combatientes alemanes cuando se firmó el Tratado de Versalles, nos dice por qué experimentaron como una sensación extremadamente vivida el haber sido traicionados y apuñalados por la espalda, cómo se sintió Alemania, cuando después de más de cuatro años de privaciones, todo se desmoronó y el Estado, pura y simplemente, se volatilizó. En ese momento, quienes habían estado hasta ese momento en la retaguardia o agazapados, creyeron llegado su momento: fue el tiempo de los especuladores, de los usureros, pero también el tiempo de los bolcheviques. Solamente los Freikorps reaccionaron ante todo esto. Se organizaron en torno a sus jefes naturales, aquellos que habían destacado en la guerra, que habían dirigido unidades de asalto, jóvenes que debieron abandonar sus estudios para integrarse al frente y que tras cuatro años no conocían ni recordaban nada más que la guerra, con sus destrucciones y su camaradería, con su heroísmo y su abnegación. A ellos más que a nadie les era imposible soportar la República de los usureros y los cobardes, incapaz de afrontar a los bolcheviques y dar bienestar a la población. Sin embargo, Weimar tuvo que recurrir a ellos y lo hizo en nombre de la patria. Y aquellos combatientes no pudieron resistir el llamamiento realizado por Alemania, acudieron allí en donde eran requeridos: en las calles de Berlín y de Munich, para sofocar las revueltas espartaquistas y sus excesos, acudieron a las marcas del Este, a Curlandia y a Lituania, acudieron a liberar Alta silesia de la ocupación polaca. También operaron en el Rhur recién ocupado por los franceses. Allí fue capturado y fusilado uno de ellos, Alberto Leo Schlageter, miembro del NSDAP, cuyo núcleo inicial, precisamente, estaba formado por excombatientes. Ellos lo elevaron a la categoría de mito.
La formación del NSDAP, respondió a la exigencia de los Freikorps de disponer de un aparato político que reconstruyera el Reich. La existencia misma del NSDAP es impensable sin el recuerdo de los Freikorps y estos, a su vez, son incomprensibles sin aludir a las “tropas de asalto” creadas por la Wehrmacht en 1915 para afrontar la guerra de trincheras. Esas unidades nuevas estaban concebidas con criterios muy diferentes al resto del ejército regular. Sus oficiales no estaban seleccionados por su categoría social, sino por su valor. Estaban extremadamente próximos a sus tropas y formaron unidades extremadamente eficientes en los asaltos a trincheras y fortines. Pues bien, fue entre los supervivientes de estas tropas que se formaron los Freikorps y luego las Secciones de Asalto del NSDAP.
Muchos de ellos vieron en Hitler el hombre llamado a reconstruir la patria y lo siguieron en su aventura. Tras el golpe de Munich, tras su estancia en la prisión de Landsberg, Hitler cierra una etapa: ya no se tratará de conquistar el poder mediante una audaz maniobra de fuerza, sino de convertirse en un partido de masas capaz de hacerse con el control de la nación a través de las instituciones. En 1923, el fracaso del golpe de Munich es algo más que el fracaso de una estrategia, es el final de los Freikorps y el inicio de la conquista democrática del poder.
PRESENTACIÓN
En el Báltico: la tragedia de los Freikorps
Los Freikorps y su aventura báltica
La muerte sacrificial de Dominique Venner nos sorprendió cuando estábamos corriendo la traducción de una de las obras que escribió con más entusiasmo y que le reportó más fama como historiador: Baltikum, aparecida hace cuarenta años, es una obra que no solamente nos informa sobre un episodio histórico titánico sino que nos explica cómo fue posible el nacional-socialismo, las Secciones de Asalto y su enfrentamiento con las SS.
Nos cuenta cuál era la moral de los combatientes alemanes cuando se firmó el Tratado de Versalles, nos dice por qué experimentaron como una sensación extremadamente vivida el haber sido traicionados y apuñalados por la espalda, cómo se sintió Alemania, cuando después de más de cuatro años de privaciones, todo se desmoronó y el Estado, pura y simplemente, se volatilizó. En ese momento, quienes habían estado hasta ese momento en la retaguardia o agazapados, creyeron llegado su momento: fue el tiempo de los especuladores, de los usureros, pero también el tiempo de los bolcheviques. Solamente los Freikorps reaccionaron ante todo esto. Se organizaron en torno a sus jefes naturales, aquellos que habían destacado en la guerra, que habían dirigido unidades de asalto, jóvenes que debieron abandonar sus estudios para integrarse al frente y que tras cuatro años no conocían ni recordaban nada más que la guerra, con sus destrucciones y su camaradería, con su heroísmo y su abnegación. A ellos más que a nadie les era imposible soportar la República de los usureros y los cobardes, incapaz de afrontar a los bolcheviques y dar bienestar a la población. Sin embargo, Weimar tuvo que recurrir a ellos y lo hizo en nombre de la patria. Y aquellos combatientes no pudieron resistir el llamamiento realizado por Alemania, acudieron allí en donde eran requeridos: en las calles de Berlín y de Munich, para sofocar las revueltas espartaquistas y sus excesos, acudieron a las marcas del Este, a Curlandia y a Lituania, acudieron a liberar Alta silesia de la ocupación polaca. También operaron en el Rhur recién ocupado por los franceses. Allí fue capturado y fusilado uno de ellos, Alberto Leo Schlageter, miembro del NSDAP, cuyo núcleo inicial, precisamente, estaba formado por excombatientes. Ellos lo elevaron a la categoría de mito.
Apenas eran unos miles, todos ellos verdaderos “perros de la guerra”. En 1923, muchos de ellos, con apenas 25 años, habían vivido nueve años de guerra. Era normal que quisieran llevar la camaradería y los valores que constituían el núcleo de su existencia a la vida civil. Y fue así como protagonizaron episodios como el golpe de Kapp o el pustch de Munich. Querían construir un mundo nuevo provisto de los valores propios del soldado. Eran conscientes de que había que purificar la patria y que tal acto pasaba por el fuego. Cuando la república de Weimar les traicionó (y lo hizo en varias ocasiones), supieron que debían castigar a los traidores. Se organizaron clandestinamente, cometieron atentados inmisericordes y ejecutaron como la Santa Veheme medieval a quienes juzgaron culpables. Durante un tiempo se convirtieron en nihilistas: nada merecía ser salvado porque nada tenía la altura suficiente para sustituir a la patria perdida.
La formación del NSDAP, respondió a la exigencia de los Freikorps de disponer de un aparato político que reconstruyera el Reich. La existencia misma del NSDAP es impensable sin el recuerdo de los Freikorps y estos, a su vez, son incomprensibles sin aludir a las “tropas de asalto” creadas por la Wehrmacht en 1915 para afrontar la guerra de trincheras. Esas unidades nuevas estaban concebidas con criterios muy diferentes al resto del ejército regular. Sus oficiales no estaban seleccionados por su categoría social, sino por su valor. Estaban extremadamente próximos a sus tropas y formaron unidades extremadamente eficientes en los asaltos a trincheras y fortines. Pues bien, fue entre los supervivientes de estas tropas que se formaron los Freikorps y luego las Secciones de Asalto del NSDAP.
Muchos de ellos vieron en Hitler el hombre llamado a reconstruir la patria y lo siguieron en su aventura. Tras el golpe de Munich, tras su estancia en la prisión de Landsberg, Hitler cierra una etapa: ya no se tratará de conquistar el poder mediante una audaz maniobra de fuerza, sino de convertirse en un partido de masas capaz de hacerse con el control de la nación a través de las instituciones. En 1923, el fracaso del golpe de Munich es algo más que el fracaso de una estrategia, es el final de los Freikorps y el inicio de la conquista democrática del poder.
Este periplo de cuatro años, de 1919 a 1923, es lo que nos describe admirablemente Dominique Venner. Es indudable que su vida fue un ejemplo hasta el final de valor y de dignidad. Primero como militantes política, como hombre de acción y como doctrinario, como impulsor de organizaciones que renovaron en los años 50 y 60 el combate político en defensa de la patria, de la identidad y de la sociedad. De Jeune Nation a la OAS, de Europe Action a la Fédération des Étudiants Nationalistes, Dominique Venner destacó como activista, dirigente, y doctrinario. Muchos de los conceptos que hoy están suficientemente claros entre las fuerzas patrióticas e identitarias, lo están gracias a su opúsculo Pour une critique positive, redactado en prisión y considerado como el ¿Qué hacer? del nacionalismo. La propia Nouvelle Droite debe mucho, desde sus orígenes, a Dominique Venner.
En mayo de 2013 decidió que era necesario dar testimonio de la decadencia europea mediante una acción expeditiva. Ante el altar mayor de Notre Dame de París, asumió una muerte sacrificial, mucho más que un suicidio. Lo explicó en la carta que dejó sobre aquel lugar que, mucho más que templo cristiano, es crisol ancestral de tradiciones seculares. Por eso eligió Notre Dame como escenario: para reclamar de todos nosotros la defensa de la identidad europea, en este momento negro de nuestra historia.
No somos de los que lloramos a nuestros muertos, sino de los que recogemos su antorcha y aspiramos a que la luz de sus llamas ilumine a cada vez más de nuestros compatriotas. Es por esto que hemos decidido traducir y editar Baltikum: una de las obras más queridas por Dominique Venner. Lamentablemente, esta obra no se integrará en los circuitos de consumo cultural y no podrá ser un best-seller. De esta obra solamente podrá editarse un número limitado de ejemplares, distribuidos entre amigos y gentes que comparten los mismos o parecidos ideales que Dominique Venner, sin duda, el mejor de todos nosotros. El precio de venta cubra mínimamente los gastos de traducción y el coste de la edición y esperamos que así sea entendido. Baltikum es una obra que merece leerse porque aclara algunos enigmas de la historia y porque Venner es un autor cuya obra merece ser conocida. Y esto es lo que hacemos con la edición de este libro.
EL AUTOR
Dominique Venner nació en París el 16 de abril de 1935 y murió el 21 de mayo de 2013. Fue un historiador y escritor francés, teórico del nacionalismo y de orientación pagana.
Biografía
Miembro del movimiento Jeune Nation, pasó dieciocho meses en la Prisión de La Santé a causa de su participación en la organización OAS. A la salida de prisión en otoño de 1962, escribió un manifiesto titulado Pour une critique positive (Por una crítica positiva), en el que trataba temas como el fracaso del putsch de abril de 1961. Preconizó la creación de una organización nacionalista revolucionaria, destinada al combate, monolítica y hieratizada, formada por el conjunto de todos los militantes adheridos al nacionalismo, abnegados y disciplinados.
En 1963, creó junto a Alain de Benoist el periódico y el movimiento Europe-Action, en el que trabajó también como director. Participó en el movimiento denominado Occident (Occidente) y formó parte de los fundadores del GRECE. No obstante, no volvió a realizar actividades políticas desde 1970.
Desde ese momento, se convirtió en escritor y se especializó en historia. Además, publicó numerosos libros sobre las armas y la caza. Entre sus principales obras destacan Baltikum (1974), Le Blanc Soleil des vaincus (1975), Le Cœur rebelle (1994), Histoire critique de la Résistance (1995), Gettysburg (1995), Les Blancs et les Rouges (1997), Histoire de la Collaboration (2000) y Histoire du terrorisme (2002).
Más tarde, en 2002, escribió Histoire et tradition des Européens. Entre sus últimas obras, destaca en particular Histoire et tradition des Européens (2002), obra en la cual el autor define cuáles eran, según él, las bases culturales comunes del continente europeo.
Asimismo, fue director de la revista Enquête sur l’histoire, hasta su desaparición a finales de los años 90. En 2002, fundó La Nouvelle Revue d’Histoire, una revista que se edita semestralmente y que trata temas relacionados con tópicos de la historia. Cuatro años más tarde, en 2006, la publicación fue rebautizada con el nombre de NRH y en ella se entrevistó a varias personalidades.
El 21 de mayo de 2013, Venner se suicidó poco después de las cuatro de la tarde —hora francesa— de un tiro en la boca ante el altar mayor de la catedral de Notre Dame, en París, con una pistola belga de una sola bala, obligando a las autoridades a desalojar el templo. Su motivación fue una protesta contra el matrimonio homosexual. Venner tenía 78 años.
“Me suicido para despertar las conciencias dormidas. Me sublevo así contra la fatalidad”, dijo Venner en un último mensaje publicado por la mañana en su blog.
Desconocido por el gran público, Venner era un personaje de envergadura en la historia del nacionalismo contemporáneo. Prolífico ensayista, a los 78 años era considerado el teórico del nuevo nacionalismo francés y sobre todo de su renacimiento después de la Segunda Guerra Mundial. Una suerte de eminencia gris, sobreviviente de todos los combates perdidos por esa familia política desde la liberación, y guía ideológico de toda una generación.
En nombre de un derecho a la diferencia, sus teorías defendían una jerarquización de las civilizaciones, que acordaban a los europeos un rango superior. Europa, decía, corría el peligro de diluirse y ser sumergida por las migraciones de poblaciones llegadas del Sur.
Aterrado por el espectro de la decadencia y convencido por la cuestión identitaria, Venner ratificó sus temores en ese último post. En guerra contra el mundo moderno, en ese mensaje expresa su rechazo visceral a la ley infame del matrimonio homosexual. Ese texto, que autoriza las bodas gay, fue aprobado por el Parlamento francés. Venner vaticina el gran reemplazo de poblaciones en Francia y en Europa.
Dispararse en la cabeza con una pistola belga de una sola bala puede ser considerado no solamente trágico, sino altamente simbólico.
Declaración de Dominique Venner
Las razones de una muerte voluntaria
Estoy sano de cuerpo y de espíritu, y estoy lleno de amor hacia mi mujer y mis hijos. Quiero la vida y no espero nada más allá de ella, salvo la perpetuación de mi raza y de mi espíritu. Sin embargo, en el ocaso de esta vida, ante peligros ingentes que se alzan para mi patria francesa y europea, siento el deber de actuar hasta que aún tenga fuerzas para ello. Juzgo necesario sacrificarme para romper el letargo que nos agobia. Ofrezco lo que me queda de vida con intención de protesta y de fundación. Escojo un lugar altamente simbólico, la catedral Notre-Dame de París que respeto y admiro, esa catedral edificada por el genio de mis antepasados en sitios de culto más antiguos que recuerdan nuestros orígenes inmemoriales.
Cuando tantos hombres se hacen esclavos de su vida, mi gesto encarna una ética de la voluntad. Me doy la muerte con el fin de despertar las conciencias adormecidas. Me sublevo contra la fatalidad. Me sublevo contra los venenos del alma y contra los deseos individuales que, invadiéndolo todo, destruyen nuestros anclajes identitarios y especialmente la familia, base íntima de nuestra civilización multimilenaria. Al tiempo que defiendo la identidad de todos los pueblos en su propia patria, me sublevo también contra el crimen encaminado a remplazar nuestras poblaciones.
Como el discurso dominante no puede abandonar sus ambigüedades tóxicas, les corresponde a los europeos sacar las consecuencias que de ello se imponen. No poseyendo una religión identitaria a la cual amarrarnos, compartimos desde Homero una memoria propia, depósito de todos los valores en los cuales podremos volver a fundar nuestro futuro renacimiento rompiendo con la metafísica de lo ilimitado, origen nefasto de todas las derivas modernas.
Pido de antemano perdón a todos aquellos a quienes mi muerte causará dolor, y en primer lugar a mi mujer, a mis hijos y nietos, así como a mis amigos y fieles. Pero, una vez desvanecido el choque del dolor, estoy convencido de que unos y otros comprenderán el sentido de mi gesto y trascenderán, transformándolo en orgullo, su pesar. Deseo que éstos se concierten para durar. Encontrarán en mis escritos recientes la prefiguración y la explicación de mi gesto.
Homenaje
El sábado 1 de junio de 2013, por la mañana, cerca de 150 militantes nacionalistas se han reunido,[1] a pesar de la presencia disuasiva de numerosas fuerzas policiales, al pie de la estatua de Carlomagno, símbolo de la Europa combatiente, en la plaza de la Catedral de Notre-Dame de París donde Dominique Venner se sacrificó para despertar a su pueblo.
Christian Van den Bruck, de la bandera franciliana de Terre et Peuple, Francis Bergeron, escritor y periodista, y Roland Hélie, director de Synthèse nationale, han tomado la palabra a fin de evocar el sentido militante del acto último de Venner, a saber la necesidad de amplificar la lucha para salvar la civilización más amenazada que nunca.
Tras haber mantenido un minuto de silencio, los participantes han respondido al unísono a la evocación del nombre de Dominique Venner: ¡PRESENTE!
Artículos de opinión
Apoteosis de Dominique Venner en Notre Dame
por Enrique Ravello
Del antiguo griego apo (intensidad, presencia) y theos (Dios, de ahí el nombre de Zeus) la apoteosis, es decir el elevarse hasta el nivel de los dioses, era para los antiguos helenos un privilegio sólo al alcance de muy pocos héroes.
Dominique Venner la experimentó el lunes 21 de mayo en el altar de Notre Dame. Venner amó la vida incluso en el momento en que decidió entregarla como símbolo, escribiendo que tras su gesto no esperaba “más que la perpetuación de mi raza y de mi espíritu”. Con su acción Venner se transforma de hombre a mito y golpea las consciencias dormidas, que por un momento volverán a sentir que todo es posible, que nada está definitivamente perdido, que la victoria espera siempre que estamos dispuestos a conquistarla. Dentro de pocos días –demasiados pocos– todo volverá a la normalidad, pero el gesto de Venner permanecerá eternamente en la conciencia colectiva de todos los que luchamos y lucharemos por Europa y la civilización que de ella ha brotado.
Venner escogió Notre Dame de París para emprender su camino por los Campos Elíseos, uno de los templos más bellos de Europa que es, como dejara escrito en su última nota “un lugar altamente simbólico, la catedral de Notre Dame, construida por mis antepasados sobre lugares de cultos de orígenes inmemoriales”, esos cultos de la Galia celta y la Lutecia galo-romana en los que Venner veía reflejada el alma primigenia de la religiosidad europea.
Europeo de lengua francesa, Venner vivió su compromiso con la identidad europea hasta sus últimas consecuencias y se cansó de advertir lo que de peligro mortal tiene, para el futuro de Francia y de Europa, lo que sólo los ignorantes o los inocentes pueden llamar inmigración y que Venner definió como el proceso de sustitución de la población europea y francesa autóctona por masas de alógenos venidos del Tercer Mundo. Jean Raspail ya lo advirtió en su Campamento de los Santos.
Venner reflexionó sobre lo que él llamó los treinta años de guerra civil europea (1914-1945) como la causa del declive continental, casi un siglo después Venner nos recuerda que ese declive puede convertirse en irreversible final de una identidad de 30.000 años –así subtitula uno de sus últimos libros– y que se juega su ser o no ser en las dos próximas décadas.
Admirados de la Antigüedad clásica, Venner sentía especial predilección por la Grecia arcaica reflejada en la Iliada, que él entendida como libro fundador de la personalidad europea y a Homero como el primer poeta de nuestra identidad. Poeta que en griego viene de poietes (aquel que hace, que crea, que realiza). Homero poeta de poetas helenos que siempre cantaban al ethos –a lo activamente heróico- que al pathos –lo melancólicamente sentimental, fue la referencia permanente de Venner.
Venner también fue un poeta en el sentido griego que tiene ese sentido. Su vida fue un equilibro activo entre el pensamiento y la acción. Su recorrido político lo convierte en un militante de excepción dentro del campo identitario francés y europeo. Miembro de Jeune Nation, cumplió 18 meses de prisión por pertenencia a la OAS (Organización Armada Secreta), fue fundador de la revista y el movimiento Europa-Action, participó en Occident y fue uno de los fundadores del GRECE, la gran escuela que renovó el pensamiento identitario en los años 70-80. Su nombre fue uno de los que se consideró seriamente para presidir el Front National en 1972.
Posteriormente se dedicó profesionalmente a la Historia, pero siempre manteniendo los mismos principios ideológicos. Escribió varias obras como: Baltikum , Le Blanc Soleil des vaincus, Le Cœur rebelle , Histoire critique de la Résistance, Gettysburg, Les Blancs et les Rouges , Histoire de la Collaboration, Histoire du terrorisme e Histoire et tradition des Européens. En funda en 2002 y dirige la redacción de la revista bimestral La Nouvelle Revue d’Histoire, rebautizada como La NRH en 2006, donde intervienen personalidades como Bernard Lugan, Jean Tulard, Aymeric Chauprade, Alain Decaux, François-Georges Dreyfus o Jacqueline de Romilly.
Venner ha elegido la muerte heroica del guerrero y eso merece un funeral como los de su admirado Patroclo. Hagamos todos nosotros de Aquiles.
Sic transit.
Olvidemos las hienas
por Javier Ruiz Portella
Dominique Venner, historiador y ensayista francés que estuvo en los orígenes de la corriente de pensamiento mal llamada Nueva Derecha, se ha suicidado este 21 de mayo a los 78 años de edad. Lo ha hecho, además, de la forma más simbólica y espectacular posible: ante el altar mayor de la catedral Notre-Dame de París.
Su muerte no es la de Drieu-la-Rochelle, no es la de Montherlant. Es la de Mishima, decía alguien comentando en Radio Courtoisie el acto sacrificial del pensador francés.
Un acto sacrificial, en efecto. Un acto destinado a dar testimonio, a sacudir las conciencias. “Serán necesarios —escribía esta misma mañana en su página web— gestos nuevos, espectaculares y simbólicos, para conmover las somnolencias, sacudir las conciencias anestesiadas y despertar la memoria de nuestros orígenes. Entramos en unos tiempos en los que las palabras tienen que ser autentificadas con actos”. Y éste es el acto que tú, amigo, camarada, has realizado, ante el mundo, esta mañana.
Mientras tanto braman las hienas en el desierto. Escupen al pasado de quien sufrió cárcel por haber defendido la Argelia francesa. Se olvidan de tu crucial aportación —es la primera vez que te tuteo, tú, tan “vieille France”— al mundo del pensamiento, de las ideas y de la acción. Olvidemos las hienas. Resbalan sus escupitajos al lado de la grandeza de tu gesto.
Como decimos en esta España a la que tanto querías y para la que escribiste expresamente uno de tus libros: Dominique Venner, ¡presente!
En la muerte de Dominique Venner
por Ernesto Milá
Dominique Venner: me alegro de haber traducido alguno de tus libros, me alegro de haberlos leído casi todos, me alegro de compartir contigo los mismos ideales y me alegro de que medio siglo después de que crearas EUROPE-ACTION, tus ideales siguen siendo aquellos por los que en otro tiempo luchaste, me alegro de que murieras pensando como viviste y me alegro finalmente de que tus enemigos hayan sido los míos y de que tu muerte haya sido como tu vida, un ejemplo para todos nosotros y un estímulo para no renunciar nunca a nuestros comunes ideales. A partir de ahora podemos decir que no solo Mishima se suicidó para llamar la atención por la decadencia de su Nación, sino que en la Vieja Europa también un hombre dio testimonio de esa decadencia y su fuerte fue un grito para el combate de nuestra generación y de las que vendrán.
Dominique Venner ha muerto porque no quería que su pueblo y su gente, entre ellos el creador de Notre Dame de París, fuera sustituido por pueblos alógenos llegados al continente para mayor gloria de la globalización y el neocapitalismo y a despecho de que en apenas unas generaciones su identidad sustituya a la nuestra. Su muerte es una vida entregada en defensa de la identidad de todos nosotros, de la de su familia, de tu identidad y de la mía.
He leído varias veces la carta de despedida de Venner. No es la de un depresivo que en el pozo de su enfermedad lo ve todo negro. Es la carta de alguien que quiere evitar con su testimonio la ruina de una identidad ancestral y plurimilenaria.
Oí hablar de Venner hace muchos años a antiguos miembros de Europe Action, de la OAS y de Jeune Nation que habían estado a los órdenes y con los que también había compartido tareas de dirección. Venner no era una vida fracasa, profesionalmente había alcanzado las más altas cotas de consideración en su profesión de historiador y sus libros están traducidos a muchos idiomas. Dirigía una conocida revista de historia en estos momentos y yo mismo le había traducido para la Revista de Historia del Fascismo, su obra Baltikum, una historia de los cuerpos francos alemanes y su folleto Por una crítica positiva que fue, en cierta medida, el documento en el que el neofascismo europeo apoyó su renovación en los años 60. Fue un militante durante su juventud, un líder comprometido que conoció la cárcel y la exaltación de los mítines, las reuniones y las manifestaciones en unos momentos terriblemente difíciles para su patria, cuando la República amputó el territorio argelino y arrojó a la ruina y a la muerte a millones de europeos que vivían en Argelia.
Al salir de la cárcel publicó Europe-Action, seguramente la revista más interesante e innovadora del neofascismo francés en la postguerra sin la cual sería incomprensible tanto el movimiento de la Nouvelle Droite, como la propia revista de historia que publicó Venner hasta su muerte. Participó, así mismo, en las tareas de dirección de Jeune Nation cuando apenas había cumplido los veinte años y se significó siempre, hasta su retirada como militante, como dirigente e inspirador teórico y estratégico de las organizaciones a las que perteneció, incluida la Federation des Etudiants Nationalistes.
Reproduzco a continuación la carta en la que indica los motivos de su suicidio:
Estoy sano de cuerpo y mente, y me lleno de amor por mi esposa e hijos. Amo la vida, y no espero nada más allá, si no la perpetuación de mi raza y mi gente. Sin embargo, en la noche de esta vida, frente a enormes peligros para mi país francés y europeo, siento el deber de actuar sin tener fuerzas. Creo que tengo que sacrificarme para romper el letargo que nos aqueja. Ofrezco el resto de mi vida con la intención de la protesta y la fundación. Escogí un lugar altamente simbólico, Notre Dame de París, que yo respeto y admiro, que fue construida por uno de los genios de mis antepasados, lugar de culto ancestral, recordando nuestros orígenes inmemoriales.
Mientras muchos hombres son esclavos de sus vidas, mi gesto encarna una voluntad ética. Yo doy la muerte para despertar la conciencia dormida. Me rebelo contra el destino. Protesto contra lo que envenena el alma y al individuo, contra los deseos invasores que destruyen nuestra identidad, incluido la familia, base de nuestra civilización milenaria. Mientras yo defiendo la identidad de todos los pueblos, también me rebelo contra el delito de reemplazar nuestro pueblo.
El discurso dominante puede dejar sus ambigüedades tóxicas, pero son los europeos los que van a asumir las consecuencias. El no tener una identidad que nos amarra a la religión, que compartimos desde Homero en su propia memoria, depositario de todos los valores en los que nuestro futuro renacimiento reconstruido con la metafísica de la fuente dañina ilimitada de toda deriva moderna.
Pido disculpas de antemano a cualquier persona que mi muerte va a sufrir, ante todo,a mi esposa, mis hijos y nietos, así como a mis amigos y camaradas. Pero una vez terminada la conmoción atenuada del dolor, no me cabe duda de que cada uno verá el significado de mi gesto y mi orgullo. Espero que los que trabajan en conjunto viendo el pasado. Van a encontrar en mis escritos algo presagiado y explicara mi acción.
Dominique Venner
Vale la pena leer desde el primer libro de Venner hasta el último y conocer también su historia como militante. Su muerte es una llamada a centuplicar los esfuerzos en defensa de nuestra identidad y un grito de combate y de movilización. Ahora le tocará a los esbirros de la prensa corrupta y miserable, lanzar cuántas difamaciones se les ocurran en sus laboratorios de operaciones psicológicas, no nos cabe la menor duda de que se tergiversarán los motivos que le llevaron a morir ante el altar de Notre Dame de París, en la isla de la Cité, allí mismo en donde hace miles de años, antes de la catedral ya existía un templo pagano. La única forma de defender su memoria es combatir por los mismos ideales que le llevaron a él a una vida de compromiso militante en defensa de la identidad europea. Porque si Dominique Venner fue algo, fue, sin duda, un combatiente, doctrinario y militante, que tuvo claro los motivos de su combate (contra la partitocracia, contra la plutocracia, contra el liberalismo, contra el nuevo orden mundial, contra el marxismo y su progresía, en defensa de un patriotismo social y nacional y de una Europa que, por supuesto, no es esta Europa miserable e inviable construida por los delirios de poder franco-alemanes, sino la Europa de los pueblos orgullosos de una identidad que se forjó desde Salamina hasta Lepanto y hasta el cerco de Viena y que, golpe a golpe.
Venner no creía –como nosotros no creemos tampoco- en un más allá venturoso. Lo que cuenta es el momento presente y no las evasiones idealistas de otros mundos tan desconocidos como irreales. Venner creía en la Tradición y en la Sangre. La tradición que nos lega arquetipos y modelos de comportamiento a los que debemos de ser fieles porque son los más acordes con la voz de la sangre. La tradición y la sangre es con lo único que llegamos a la tierra y lo único que legaremos. A eso le llamaba “identidad”.
Por eso murió y por eso otros estamos obligados a recoger su mensaje.
Ernesto Milá