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OTTO SKORZENY, UN COMANDO EXTRAORDINARIO – CHARLES FOLEY

271 págs., c/fotografías.
Encuadernación Rústica
Ediciones Sieghels
 , 2009
14 x 21 cm.
Precio para Argentina: 160 pesos
Precio internacional: 19 euros

Charles Foley narra en este apasionante libro todos los espectaculares sucesos en que participó Skorzeny. Este gran aventurero de la guerra raptó al jefe del estado húngaro, su “brigada disfrazada” penetró tras las líneas americanas causando confusión, destruyó el puente de Nymegen y salvó a las divisiones alemanas cercadas en los Balcanes. El mundo entero quedó asombrado con su increible rescate de Mussolini junto a un puñado de tropas especialas, con lo que se ganó el reconocimiento mundial. Todas estas operaciones son descritas detalladamente en este libro por un profundo conocedor de las operaciones comandos, quien se gano el respeto y amistad del propio Skorzeny. No obstante, el autor va más allá. El demuestra la necesidad de disponer de “fuerzas de comando estratégico” capaces de lograr objetivos fantásticos y hasta torcer el rumbo de una guerra. Con un grupo de hombres así preparados puede neutralizarse cualquier superioridad del enemigo y lograr que ya ninguna fortaleza pueda decirse inexpugnable. Un nuevo tipo de guerra donde la calidad y preparación puedan vencer al número y el factor humano vuelva a tomar preponderancia.

PRÓLOGO

por el general de división sir Robert Laycock, K. C. M. G., C. B., D. S. O.
Jefe de las Operaciones Combinadas, 1943-1947.
Nombrado gobernador y comandante en jefe, Malta, 1954.

Éste es un libro ominoso. En su rápido relato de las misiones de Otto Skorzeny el autor establece que el filibustero aerotransportado que rescató a Mussolini fundó su éxito en un estudio de las operaciones de los comandos británicos. Por más desconcertante que sea saber cómo se utilizaron nuestras ideas en contra de nosotros durante la última guerra, descubrir que tales nuevas doctrinas están siendo adaptadas hoy día detrás de la Cortina de Hierro para su futura aplicación resulta un desafío más violento todavía.
Si se produjera otro encuentro mundial, Dios no lo permita, su primera fase puede ser decisiva, pues los ex plosivos nucleares favorecen a quienes atacan por sorpre sa. Lo que quizá no sea tan evidente para los que no están familiarizados con el tipo de actividades aquí des critas es cómo reducidos grupos de hombres selecciona dos pueden encontrar medios para introducir las armas atómicas, entre otras, en las fortalezas enemigas antes de la ruptura de las hostilidades.
Éste es sólo un ejemplo de la manera en que se pueden emplear voluntarios sumamente adiestrados para vencer por el ingenio a grandes batallones. Como demuestra vívidamente Charles Foley, durante la última guerra los defectos de las defensas ortodoxas quedaron al descubierto una y otra vez por tales medíos heterodoxos. El relato de su protagonista principal proporciona ejemplos de su técnica en una variedad de circunstancias. Luego de las hazañas de Skorzeny el autor establece el paralelo con el Servicio Aéreo Especial hush-hush del coronel David Stirling.
Por lo que a mí respecta, nunca conocí a Skorzeny, pero conozco bastante acerca de Stirling. Es un líder de recursos excepcionales y uno de los soldados menos con decorados durante la guerra. Habría ganado más de una vez los honores militares más altos que el soberano pue de otorgar, si no fuera por la regla que dice que un oficial superior debe estar presente para garantizar las cir cunstancias del caso: y los ofíciales superiores nunca es tuvieron situados como para presenciar las incursiones de Stirling detrás de las líneas.
Los principios en que se basaba la acción de Stirling —y evidentemente de Skorzeny— son de inspiración si milar al gambito de ajedrez que come la reina del adver sario con un par de jugadas rápidas e inesperadas a través de sus defensas. Ambos hombres tuvieron que luchar con tra la desconfianza que producían sus nuevas ideas. Tal es el destino de los innovadores. Después de todo, los co mandos originales se mantuvieron a pesar del ministerio de Guerra. Las primeras unidades debieron su existencia al aguijón de sir Winston Churchill y a la perseverancia de sir John Dill. Aun después de que se los reconociera, los comandos fueron lamentablemente malgastados por jefes estereotipados hasta que cayeron en manos de unos pocos generales penetrantes, tales como Montgomery, Dempsey y Horrocks. Al final de la última guerra, y sin tener en cuenta los honores que habían ganado en todos los frentes, la mayor parte de nuestras autoridades militares se mostraron abiertamente encantadas al ver que se licenciaban los comandos del ejército.
Bajo el nuevo régimen se han hecho algunas repara ciones. Se ha reorganizado el regimiento de Stirling,ylos comandos de la Marina Real, apadrinados por el Al mirantazgo, han ganado nuevos laureles en el Lejano Oriente. Este libro demuestra que ahora hay que dar otro paso en el reino del ataque sorpresivo estratégico: y el lector, después de considerar los testimonios aducidos, sentirá que tales medidas no deben posponerse.
Una serie de propuestas establece cómo deben darse ta les pasos con el fin de crear una fuerza de asalto estraté gico para tareas de riesgo y delicadeza excepcionales. Las otras Potencias pueden (y probablemente lo harán) unirse a este juego de sabotaje y destrucción detrás de las líneas, lo que hace más urgente que nunca que nosotros también nos pongamos en condiciones de jugarlo, pero de jugarlo bien y en seguida. Otra guerra tal vez no dé tiempo a la improvisación. Bendito es el que lucha por una causa justa, pero el que pega primero pega “tres” veces.
Este proyecto de una fuerza especial se adecua singu larmente al espíritu aventurero e individualista de los bri tánicos. También puede derrocar la inmensa preponde rancia de las cantidades superiores en hombres y arma mentos que tendremos probablemente que enfrentar. Y por fortuna, la técnica de precisión sugerida no requiere la matanza de cientos o miles de personas para llegar a un objetivo determinado. Tampoco puede exagerarse el valor disuasivo de tal fuerza. Su creación notificaría a cualquier agresor en potencia que ninguna de sus insta laciones bélicas, incluyendo sus plantas atómicas, estaría adecuadamente guardada si se atreviera a atacarnos. Tam bién comprendería que cualquier paso agresivo pondría su propia libertad o su propia vida en peligro.
Comencé llamando a éste un libro ominoso. Puedo ahora concluir aventurando la opinión de que los presa gios pueden ser propicios si hacemos caso de ellos. Nin guna nación puede superarnos en la imaginación y la osa día requeridas para esta clase de trabajo: la paralización de vastas fuerzas superiores, la destrucción de la sensa ción de seguridad del adversario respecto de sus armas más preciadas y de los abastecimientos bélicos. Hay mu cho talento para tal empresa en el país que produjo los jefes de comandos de la última guerra. Sus sucesores, si se les da el apoyo necesario, llevarían el terror hasta el corazón mismo del agresor, por más poderoso que sea, mediante la osadía, el engaño y lo impredecible del plan.

NOTA DEL AUTOR

Mientras que las historias de osadía y éxito individuales sobre la última guerra abundan, hasta ahora no he leído ningún relato que intente sobrepasar los meros inciden tes descritos con el objeto de descubrir el método de las locuras del puñado de aventureros. Tal es el fin de este libro, un propósito por el cual los amigos que tienen mejores títulos para reclamar la atención pública deben perdonar la insuficiencia del autor.
Nuestro testigo principal en la tarea de recuperación del elemento personal en la guerra es Otto Skorzeny, y su elección fué recibida con interés y placer por sus adver sarios aliados. Uno de los primeros que consulté, el te niente coronel M. J. Calvert, D. S. O. y Bar, M. C., fa moso en Birmania, declaró que Skorzeny era el ejemplo ideal para demostrar lo que un jefe individual, con auto nomía de decisión, puede lograr en la guerra moderna. Los oficiales del Servicio Aéreo Especial que habían ex perimentado técnicas similares estuvieron de acuerdo. Su ayudante, el mayor Anthony Greville-Bell, D. S. O. fué incansable en la búsqueda de comparaciones en los bre ves, pero ilustres archivos de ese regimiento. No podría haberse escrito el último capítulo sin la cooperación del coronel David Stirling, D. S. O. Tampoco podría haber encontrado nadie más adecuado que nuestro máximo ex ponente del ambicioso arte de la guerra, el general de división sir Robert Laycock, para ubicar el tema en su debido lugar con su autorizado prólogo.
Muchos otros, en Inglaterra y en el extranjero, ayudaron y criticaron generosamente. En un punto todos es tuvieron de acuerdo: en que aunque las ideas no tienen fronteras, no puede disociárselas de los preconceptos de las mentes en donde nacen. Skorzeny luchó por Alemania y vió la guerra a través de ojos alemanes. Me he refrenado para no “corregir” su punto de vista en donde difería del mío y he evitado toda discusión moral por estar fuera del campo considerado.
Al completar las grandes lagunas de mis conocimien tos contraje nuevas deudas. En particular, debo recono cer la amabilidad de Mr. Allen Welsh Dulles, que me prestó su valiosísimo informe sobre el “movimiento clan destino” alemán; del mayor Karl Radl. que me permitió ver su informe sobre la expedición al Gran Sasso: y del mayor Hummel, por su clara exposición de las activida des de los hombres-rana a sus órdenes. Los bibliotecarios de la Chatham House abreviaron muchos tediosos trabajos, junto con los archiveros del Museo Imperial de Guerra y del Pentágono. El teniente coronel Donald McClu re, ex miembro del Grupo de Crímenes de Guerra del Ejército de los EE. UU., tuvo la amabilidad de leer el manuscrito del capítulo sobre el juicio. El comandante Yeo-Thomas. G. C., M. C. me ofreció la contribución de sus impresiones como testigo en el tribunal.
Para terminar, debo rendir homenaje al coronel Skorzeny por su recio espíritu durante el interrogatorio.

C. F.