640 págs.
Ediciones del Pórtico
2003, Argentina
Precio para Argentina: 110 pesos
Precio internacional: 26 euros
Cuando Héctor J. Cámpora asumió la presidencia el 25 de mayo de 1973 por una abrumadora mayoría de votos obtenidos en las elecciones del 11 de marzo de ese año, buena parte de la opinión pública creyó que el terrorismo quedaría superado. Se equivocó y ese mismo día el país asistió al nacimiento de una segunda etapa subversiva, ahora bajo un gobierno constitucional. Además de los desmanes que ocurrieron en la Plaza de Mayo y la ocupación de la Casa Rosada durante la ceremonia de traspaso del poder presidencial, los guerrilleros forzaron un indulto del flamante presidente y luego la sanción de una Ley de Amnistía que comprometió la responsabilidad de las dirigencias políticas que la aprobaron.
Este segundo tomo de Por Amor al Odio relata pormenorizadamente esa época trágica que convirtió a la presidencia de Cámpora en una de las más cortas de la historia política argentina hasta ese entonces. Fueron 48 días de una violencia sin límites, las universidades se convirtieron en tierra de nadie, ocurrieron miles de ocupaciones de oficinas y dependencias públicas y privadas, legislaturas, hospitales, ministerios, hasta que el 20 de junio se produjo la matanza de Ezeiza que obligó al avión en el que regresaba Perón al país a aterrizar en la base aérea de Morón. Como lo relata este libro, esos sucesos aceleraron la decisión del ex presidente de provocar la crisis que lo alejaría a Cámpora y colocaría a Lastiri interinamente en la presidencia de la República hasta que, producidas las nuevas elecciones, Perón retomaría formalmente el poder el 12 de octubre de 1973 y lo ejercería hasta su muerte ocurrida el 1º de julio del año siguiente. En el ínterin, las distintas bandas producirían más atentados, una verdadera ola de secuestros millonarios y en el exterior se montaría un andamiaje político y periodístico para apoyar la guerra desatada por el extremismo cuyos brazos se extenderían en el tiempo hasta llegar a nuestros días.
De allí el subtítulo elegido por el autor: Crónicas de guerra consigna los hechos, su cronología e interrelación y también las grandes contradicciones de esa época tan difícil y tan trágica. Por un lado, se enfrentaba al terrorismo y por el otro, José Ber Gelbard -posiblemente el agente secreto más inteligente y eficaz del Partido Comunista desplegaba, en plena Guerra Fría, sus contactos con la Unión Soviética, con Cuba y con los cabecillas de Montoneros.
Por estas páginas pasan, sucesivamente, el Operativo Dorrego. la ocupación del Comando de Sanidad del Ejército, la muerte del coronel Raúl E. Duarte Ardoy, del secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, de jefe del Regimiento de Azul, coronel Camilo Gay y su mujer, el degüello fiel soldado Daniel González, la captura del teniente coronel Igarzábal. los desmanes en las facultades y la penetración ideológica en todos los niveles de la enseñanza, el nacimiento de la Triple A, la guerra sin cuartel entre las guerrillas y la Concentración Nacional Universitaria (CNU), las consultas entre Perón y Balbín. el desplazamiento de los gobernadores de la Tendencia Revolucionaria y los graves acontecimientos ocurridos en esas provincias, la cadena de asesinatos, la importancia estratégica del derrocamiento de Allende en Chile y finalmente, la ruptura entre la corriente tradicional y la revolucionaria dentro del peronismo, cuyo hecho más simbólico y expresivo fue el enfrentamiento en medio de los insultos con que los montoneros enfrentaron a Perón e Isabel el 1o de mayo de 1974, hasta su expulsión de la Plaza. El disgusto aceleró la muerte del viejo caudillo y dio origen a una tercera etapa del despiadado ataque guerrillero al gobierno constitucional.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PRÓLOGO
PRÓLOGO DEL AUTOR
CAPÍTULO I
LA SITUACIÓN CUANDO ASUME CÁMPORA
No todos estaban al margen de la realidad. Así lo habían prometido. Todas las bandas estaban en operaciones. Galimberti, Grosso y el “Chacho” Alvarez. El camino dual de los “Montoneros”. Entrevista secreta con Cámpora. Las “Milicias Populares”. La importancia de las FAR. Cámpora asume la Presidencia. ‘Todo me salió mal”. La fiesta en el Concejo Deliberante. “El general está descansando”. Del indulto a la ley de amnistía. El ataque a la cárcel de Villa Devoto. Combatiente… Militante… “Odiemos lo que nos rodea”. Los primeros disparos. Las condiciones de la nueva realidad.
CAPÍTULO II
SE ORGANIZA EL ASALTO AL PODER
“Habrá revolución por las buenas o por las malas”. El voluntarismo como motor del conflicto. Cómo veian los montoneros sus posibilidades políticas. Principales órganos de los montoneros. Reclutamiento en los altos niveles sociales. “Volveremos a luchar, no habrá tregua…” “Un caluroso saludo de Fidel Castro”. “El pueblo no votó por la pacificación”. El radicalismo adhiere a la celebración del “Cordobazo”. “Apoyados en la libertad y la democracia”. “Asaltar el poder para establecer el socialismo”. Comienza el ataque contra el gobierno constitucional. Las primeras juntas barriales.
CAPÍTULO III
“NADIE ESTABA DISPUESTO A PERDONAR NADA”
“Los muchachos que no escuchaban a nadie”. “El principio y el fin”. La mística del “progresismo”. “Era preferible no saber, no enterarse”. Una “gran preocupación” en el radicalismo… No había una visión de conjunto. La contradictoria construcción del FREJULJ. Lima interpreta al “camporismo”. “Cursillo de iniciación” para ingresar al ERP. Las candidaturas en las provincias. Con tonada afrancesada. El Marco Regional. Las Fuerzas Armadas asumen la lucha antisubversiva. El terrorismo subversivo invade el campo político. Coordinación guerrillera entre los dos países. La situación en Chile durante el “camporismo”. Allende contrata a un promotor norteamericano. Una orden secreta para comprar fusiles argentinos.
Capítulo IV 111
NACE LA RUPTURA EN EL PERONISMO
La opinión pública parecía paralizada. Por qué se había creado la Cámara Federal en lo Penal. Quiénes la formaron y los atentados que sufrieron. Un mensaje de los políticos a los militares. “A nosotros nos tendrían que matar”. Perón guarda silencio. Madrid, centro de la actividad del peronismo. Perón le había escrito al teniente Julián Licastro. La primera reacción contra los avances de la izquierda. Perón retoma con firmeza la iniciativa política. Una apelación del ERP al peronismo revolucionario. Righi: “Se ha cambiado el orden habitual”. “Los vamos a pisar como a cucarachas”. Nadie retrocedía. La Juventud Peronista y su “guerra larga e integral”. Junio sería el mes de las definiciones. La liberación de Nasif y Alemán. Crisis policial en Santa Fe. Previenen al ERP. El futuro de la guerra según las guerrillas. Control del gobierno y “justicia popular”. La posición pública asumida por el ERP. Los temas. Matices concurrentes y diferenciales. “Patria Socialista” contra la “Patria Peronista”. Los télex del hartazgo y el ahondamiento de la crisis. Cámpora se abraza con dirigentes subversivos. Agresión oficial contra el diario La Nueva Provincia. Expulsión de funcionarios y un mensaje subversivo desde Italia. Breve perfil de un subversivo importante.
CAPÍTULO V 159
LA UNIVERSIDAD COMO CAMPO DE BATALLA
Antecedentes del proyecto para las universidades. Las principales líneas en la política universitaria. Dos hechos elocuentes. “Los estudiantes no estaban solos”. Las cátedras “chantas” de Juan Carlos Portantiero. “Hay que destruir para construir”. El sugestivo caso de Agronomía y Veterinaria. Se incrementa el conflicto. Querían que los alumnos también tomaran exámenes. Un lenguaje especial para argumentos especiales. “Un camino que lleva a la socialización”. Otro toque de atención a las dirigencias políticas. Con desprecio hacia la democracia. Instalan el conflicto en el ámbito privado.
CAPÍTULO VI 189
PRIMERO DESTRUIR, DESPUÉS REEMPLAZAR
De terrorista a encargado de una guardería infantil. Fueron advertidos los peronistas ortodoxos. Buscaban modificar las pautas culturales. Amedrentamiento de la población. El doble juego como estrategia psicológica. “Dos pasos adelante y uno hacia atrás…” “Reina una deplorable situación de subversión”. Nuevos hechos como “telón de fondo”. “La alpargata como símbolo cultural”. “Lo cultural como parte de lo político”. “Se acabó con la retórica de la universidad libre”. Los decanos. El peronismo revolucionario y la “guerra popular”. La captación política en el ciclo secundario. De las jup a la UES y la “Juventud Guevarista”. Una trama que venía de lejos. Bajo el impulso de doctrinas del pasado. La “Lucha armada” como meta principal. Entre la desazón y el impulso combativo. Hasta el momento creían en Perón. Entrevista en Madrid. Aumenta la violencia y se dibuja la ruptura. Aceleran las acciones en el campo educativo. El “socialismo nacional” y contradicciones con Perón. “Pero… qué es esto de socialismo nacional…?
CAPÍTULO VII 229
PUENTE 12
Un rubio saltarín. Aparecen los estandartes y un ómnibus artillado. La batalla de los números. Conjeturas sobre un futuro incierto. Combates cuerpo a cuerpo. “Entonces… ¿para qué c… está la policía?”. “Yo ya estoy amortizado”. Perón se define por la ortodoxia. “Conozco perfectamente lo que está ocurriendo…”. “Advertencia a los que tratan de infiltrarse”.
CAPÍTULO VIII 253
LA CALDA DE CÁMPORA
“Véngase a Gaspar Campos que el general quiere hablarle”. El primer infarto. Los montoneros no querían la ruptura. Contenido secreto de una reunión de Perón y Balbín. Aumenta la ola de secuestros. Crisis en el Uruguay por el auge del terrorismo. Protesta por la actitud de monseñor Angelelli. El ERP acusa a Cámpora y activa el terrorismo. “Esto es una advertencia”. Más secuestros y asesinatos. El general Carcagno define su posición. De “Luche y vuelve” a “Luche y se va”. “Este clima no le hará bien a Perón”. Oficialmente no se podía hablar de violencia. El papel cumplido por V. S. Lima. Fórmula presidencial con Balbín o “Isa-belita”. “Del debate partidario a la amenaza de muerte”. Raúl Lastiri asume la presidencia. Cámpora se despide y hablan Perón y Lastiri. Guerra de solicitadas. Concluye un mes convulsionado. Hacia la aparición de la “Triple A”.
CAPÍTULO LX 295
DE LASTIRI A PERÓN
La JP apoya la candidatura de Perón y ataca al “Brujo”. La JP desafiaba al mismo Perón. La JP convertida en un instrumento revolucionario. “La acción psicológica en las diferentes generaciones”. El gobierno anuncia que combatirá los secuestros. ‘Todo en su medida y armoniosamente”. “Las desviaciones ideológicas…” “No admitimos la guerrilla”. “Se llame comunista, ERP o de otra manera”. Gestiones de Balbín con los políticos. “Nuestra actitud fue el silencio”. Peronismo-antiperonismo. La violencia a comienzos de agosto. La fórmula Perón-Perón. Aumenta el ritmo de la acción terrorista. Perón intensifica la campaña electoral.
CAPÍTULO X 327
COMIENZAN LOS GRANDES ATAQUES
Agosto y septiembre, dos meses claves. Se prepara la aparición del diario Noticias. Importancia del periodismo en la guerra revolucionaria. Un “gramscismo” incipiente. Cuarenta y seis ataques contra blancos militares. El primer gran error estratégico del ERP. El ataque al Comando de Sanidad del Ejército. La muerte del teniente coronel Duarte Ardoy. Hasta los políticos repudiaron el ataque. Perón: “Se trata de un delito común”. El ERP había lanzado el diario El Mundo. El ataque provocó una gran conmoción. Una homilía del padre Mugica. Perón se reúne con FAR y Montoneros. En busca de la unidad perdida. “El poder político brota de la boca de un fusil. “Perón es Perón y no lo que nosotros queremos”.
CAPÍTULO XI 357
ELECCIONES Y RESPUESTA A PERÓN
La opinión premonitoria del general Perón. Presiones soviéticas sobre Fidel Castro. Más atentados y asesinatos. Incendio, secuestro y bombas en Clarín. Un documento del secretario de la CGT. “Eso se acabó… Iremos a buscarlos uno a uno”. “Hay una crisis del pensamiento político”. “Se avecinan horas dramáticas”. Se movilizan por la derrota de Allende. “Se ha fomentado una juventud para matar”. Amplia victoria de la candidatura de Perón. Declaran ilegal la actividad del ERP. El asesinato de José Ignacio Rucci. Una broma macabra. Querían producir un golpe contundente. Todos habían votado a favor de la muerte. El asesinato genera una nueva situación política. ¿Cómo se acabaría la subversión?
CAPÍTULO XII 395
EL CONTRAATAQUE DE PERÓN
Estaban seguros de que reemplazarían “al Viejo”. Un escenario contradictorio. Una “Orden Reservada”: el contraataque de Perón. Nace la Triple A. Querían “pelear desde adentro”. Primeras consecuencias internas de la “orden”. Mientras la Triple A se organizaba. Ayer, éramos “los muchachos”, hoy… Por un andarivel ambiguo y difícil. El “Operativo Dorrego”. El controvertido coronel Cesio. Llega a Perón un documento secreto. Se rompe el monopolio de la acción terrorista. “¿Continuarán atacando a las Fuerzas Armadas?”. Una guerra de solicitadas. “Nosotros queremos la democracia peronista”.
CAPÍTULO XIII 423
PERÓN SE AFIANZA EN EL PODER
El drama íntimo de Juan D. Perón. Se pone a prueba la “Orden Reservada”. Siguen los atentados y los secuestros. “La acción de cuatro o cinco trasnochados”. Los infiltrados y la juventud. Periodismo de combate. La reorganización del Partido Justicialista. La Triple A incrementa sus operaciones. La reunión secreta de Carcagno con Montoneros. Un fin de año a toda orquesta. Carcagno y Cesio pasan a retiro.
CAPÍTULO XIV 447
DESPUÉS DE AZUL
“La apertura de 1974”. Perón se sentía más seguro. El ERP ataca al Regimiento de Azul. Los primeros disparos. Se lucha dentro del Regimiento. Matan a la señora del coronel Gay. La huida y muchos interrogantes. Exhortación de Perón a aniquilar el terrorismo. “El gobierno atacará el mal en sus raices”. Respaldo de la UCR. La posición de la CGT. Manrique: “Un viraje saludable”. Victorio Catabro reemplaza a Bidegain. Carta de Perón al Regimiento de Azul. Código Penal: “Al que no le conviene se va…”. Los nuevos delitos y la inseguridad. “Ese movimiento se dirige desde Francia”. Perón: “Lo haremos a cualquier precio”. Renuncian los ocho diputados. Veintidós atentados en un solo día. “Cesio y Bidegain pertenecen al ERP”. Condenados a muerte por la Triple “A”. Conflicto en Bolivia. Ataque a una base de la Fuerza Aérea. Perón: “Seremos implacables”.
CAPÍTULO XV 483
LA RUPTURA
Un golpe de comando. “Perón, mazorca… los zurdos a la horca…”. Se desbarató un grave atentado. El ERP anuncia la creación de la JCR. El “Navarrazo”. Obre-gón Cano y López, quedaron detenidos. “Los que quieren la patria socialista, que se escapen”. Más muertos y pedido de intervención. Un buen negocio. La intervención, tiroteos y bombas. Finalmente, renunciaron Obregón Cano y López. El relanzamiento de Montoneros. Nuevos éxitos de la Policía Federal. Lima es designado titular de la UBA. Abril: un festival del terrorismo. Municiones británicas. Continúa el problema universitario. “Vivimos tiempos tumultuosos”. “¿Qué pasa, general, qué pasa…?
CAPÍTULO XVI 515
LA MUERTE DE PERÓN
López Rega se hizo nombrar comisario. En Tucumán. comienza la acción antiguerrillera. Montoneros: vuelta a la clandestinidad. Hacia más de un año que se preparaban. Mantenian su voluntarismo. Documentos reveladores. Perón ordena crear el Comité de Seguridad. Con Perón enfermo, asume la vicepresidente. La respaldaron todos los sectores del país. La muerte de Perón. “La unidad de todas las organizaciones”. ANEXO I
Principales acciones terroristas consumadas a partir del 16 de marzo de 1974 hasta el 30 de junio de 1974. por orden cronológico 539
ANEXO II
Principales acciones terroristas consumadas a partir del 01 de julio de 1974 hasta el 31 de agosto de 1974, por orden cronológico 577
ÍNDICE GENERAL 597
ÍNDICE DE AUTORES DE OBRAS CONSULTADAS 602
PUBLICACIONES CONSULTADAS 614
SIGNIFICADO DE SIGLAS E INSTITUCIONES 615
ÍNDICE ONOMÁSTICO 622
INTRODUCCIÓN
Cuando en 1972 comenzó a cobrar forma el proyecto político-electoral del gobierno militar para el retorno a la vida institucional del país, Montoneros inició el estudio de una nueva estrategia que debía desarrollarse en un doble plano: por un lado mantener la lucha armada como eje principal de su política para conquistar el poder; por el otro, intentar la mayor inserción posible dentro de la estructura del Partido Justicialista donde, a instancias de Perón, se los reconocía como un eslabón orgánico al que genéricamente el viejo líder definía como fuerzas especiales.
No eran pocos los que se oponían a este reconocimiento, motivo de grandes fricciones y explicaciones contradictorias que Perón brindaba a los dirigentes que no eran marxistas. Estos constituían la inmensa mayoría del justicialismo y consecuentemente se entendía que la situación así creada obedecía a razones estratégicas que no siempre eran aceptadas, aunque las disidencias sólo se expresaban en voz muy baja y en círculos cerrados. Mientras tanto, las elecciones adquirían un valor político virtualmente excluyente y aparecían como la meta final e ineludible que era necesario apurar mediante presiones lo más fuertes posibles sobre el gobierno militar. Deseado y aplaudido por todas las dirigencias políticas, el proceso electoral ingresaba al escenario de la mano del presidente Alejandro Agustín Lanusse, permeable al consejo de sus amigos políticos, especialmente los que pertenecían al radicalismo.
Muchos de quienes habían respaldado los sucesivos pronunciamientos militares, ahora coincidían con los nuevos vientos que surgían de la Casa Rosada y a medida que se acercaba el inicio de la campaña proselitista se extendían las críticas a los gobiernos militares responsabilizándolos de todos los problemas. Los partidos políticos y las organizaciones más diversas pusieron en marcha una espiral de reclamos para apurar la convocatoria y ante las dudas que existían entre quienes vislumbraban el peligro de las guerrillas, surgían voces para asegurar que finalmente se impondría la mesura y el equilibrio. La Hora del Pueblo fue un paso firme en ese sentido y fueron los radicales los más convencidos de que podría inaugurarse un camino de sensatez y tranquilidad. Sostenían que las urnas constituirían la solución de la crisis y que cualesquiera fueran los resultados servirían para descolocar definitivamente a la subversión y a la violencia que quedarían sin argumentos para continuar con el proyecto contestatario.
Para entonces, las sucesivas declaraciones formuladas por todos los grupos terroristas en el sentido de que las elecciones constituían únicamente una instancia estratégica de la Guerra Revolucionaria, o fueron subestimadas o simplemente no se las tuvo en cuenta. En realidad fueron muy pocos los que tuvieron una visión global de la situación y el sentido que ocupaba la violencia en ese escenario tan complejo y novedoso. Nadie hablaba de la Guerra Fría ni relacionaba ese conflicto con el que sucedía en Latinoamérica y mucho menos, los relacionaba a pesar de las claras evidencias que se sumaban de continuo. El ERP se movía con cierta independencia del proceso político aunque no perdió ninguna de las oportunidades que se le dieron después del 25 de mayo de 1973 para ocupar el mayor espacio político posible.
De todos modos fue la banda que con mayor claridad señaló que el objetivo final y único era hacerse del poder por la fuerza y todas sus interpretaciones sobre la realidad fueron irreductibles en ese sentido. Más aún, señaló que doctrinariamente la lucha armada era la única forma de legalizar el proceso para acceder a ese poder que sus miembros creyeron que podrían conquistar.
Dentro de ese cuadro y exactamente como lo hicieron cada vez que analizaban las circunstancias políticas, tanto los erpianos como los montoneros concluyeron en que eran populares y que las mayorías los respaldarían si sabían aprovechar la tangente electoral. Sin embargo, para asegurar su participación en el futuro y la posibilidad de imponer sus ideas, ambas corrientes de un mismo proyecto resolvieron que no abandonarían las armas y mantendrían activa una coordinación no escrita con los restantes grupos subversivos que, en los hechos, actuaban como variables, como alternativas de ese proyecto único.
Pero el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) tenía un punto de vista distinto, diferencias que fueron algo más que sutiles. En el fondo sabía que no obtendría resultados favorables como resultado de las elecciones y sus dirigentes -especialmente Santucho cuya opinión era virtualmente indiscutible -sostenía que “no hay que abandonar las armas”, que mantendría sus ataques a las fuerzas militares y de seguridad y a todos aquellos que se les opusieran y si bien aceptaban el proyecto dual de los montoneros -lucha armada y participación dentro del Partido Justicialista- reiteraban en sus innumerables publicaciones y comunicados que la única vía posible para alcanzar el poder era, precisamente esa lucha armada.
Como lo decimos, esto último formaba parte de la esencia doctrinaria común a todas las organizaciones revolucionarias, esencia que tenía una alta dosis de aventura, de mesianismo y de emulación a la Revolución Cubana. Rechazaban taxativamente los instrumentos democráticos a los que consideraban manejados por la burguesía y el imperialismo y convenientemente dirigidos, mezclaban esos componentes con los objetivos políticos. Por su formación, los guerrilleros quedaban envueltos en una atmósfera psicológica alimentada por un espíritu juvenil favorable a asumir posiciones contestatarias sin retorno posible y de alto riesgo físico. Por eso muchos de ellos fueron capaces de ingerir una pastilla de cianuro y suicidarse antes que caer prisioneros.
Este perfil fue común a todas las Organizaciones Político Militares (OPM) que para comienzos de 1973 habían quedado circunscriptas a cinco principales: Montoneros, ERP, Descamisados, Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) las restantes fueron pequeños desprendimientos o núcleos originales que, en la mayor parte de los casos adicionaron el vocablo comunista o maoista a sus títulos identificatorios. Las llamadas Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), que en los años sesenta fueron las iniciadoras del proceso terrorista habían derivado en un imparable debilitamiento que las llevó para ese año de elecciones, a la división y una virtual disolución. La mayoría de sus integrantes fueron absorbidos por las restantes organizaciones, que también registraban intercambios y modificaciones en sus estructuras, circunstancia que hacía difícil el trazado de un cuadro de situación que era móvil y cambiante.
Esto último no impidió que a medida que se acercaba la fecha del 25 de mayo de 1973 para que el gobierno militar entregara el poder al binomio Héctor J. Cámpora – Vicente Solano Lima -los candidatos del FREJULI que habían triunfado en los comicios del 11 de marzo- buena parte de los dirigentes y combatientes de las distintas bandas, estuviera en prisión. La mayoría procesados o sentenciados por los delitos más diversos -especialmente asociación ilícita, terrorismo, asesinato, secuestro, asaltos y robos- lo que había desarticulado la acción de las guerrillas, detenido su crecimiento y en los hechos, casi paralizada su acción organizada. Estas -especialmente el ERP- trataban compensar esa decadencia mediante la intensificación de secuestros extorsivos -entre ellos una decena de niños y jóvenes- para aparentar una capacidad operativa que no tenían aunque y simultáneamente les servía para hacerse de dinero. Multiplicaban los operativos pero los guerrilleros comenzaban a caer y consecuentemente, a poblar las cárceles. Con ello, surgió el reclamo político para que el futuro gobierno los libere. Cuando Cámpora lo hizo, junto con el Congreso que convalidó el indulto presidencial con la ley de amnistía, se puso en marcha la hueva etapa terrorista que ensangrentó a la república, cuyas consecuencias todavía se pretende instrumentar políticamente. El túnel del tiempo existe en la Argentina.
Cuando Carlos Manuel Acuña me honró con su pedido de prologar el segundo tomo de “Por amor al odio”, sentí el peso de una responsabilidad muy grande dado que la complejidad del escenario abarcado por la obra, los trece meses transcurridos a partir del 25 de mayo de 1973, se hacía sentir en forma significativa. Su lectura trajo una y otra vez las imágenes de circunstancias vividas en esos tiempos muchas de ellas olvidadas. Llegado a su fin y vueltos a considerar los pasajes principales, advertí que el aporte de Acuña para el rescate de la verdad histórica era importantísimo toda vez que con la capacidad y disciplina de un periodista de ley, había logrado ordenar la secuencia creciente del desarrollo del fenómeno del terrorismo con una objetividad sin fisuras.
Luego de la primera conclusión, durante largo tiempo medité sobre lo ocurrido en esos años tratando de relacionarlo con lo que hoy nos ocurre y para ello bajé de la biblioteca varios libros relacionados con el tema escritos por periodistas, militares y ex terroristas que me nutrieron de elementos que fueron muy útiles para interpretar en su totalidad el preocupante proceso que nos toca vivir.
Carlos Manuel Acuña reiteradamente denuncia la incomprensión de la clase dirigente del país de que lo que se venía gestando en los años setenta era la guerra revolucionaria que se hizo evidente a partir de la muerte del presidente Perón el 1o de julio de 1974. Tanta razón tiene Acuña, que ya en el mes de noviembre de 1967, Abraham Guillen en el prólogo de “La guerra de guerrillas” de Ernesto Guevara decía: “La guerra revolucionaria debe entenderse por oposición a la guerra de ejércitos regulares, es decir la guerra revolucionaria es guerra de superficie (en todas partes, pero en ninguna con frente fijo, ya que el objetivo no es el terreno, sino ganar población, destruir al enemigo) mientras que la guerra regular es guerra de batallas de línea, de frentes regulares, pero sin contar con un pueblo en armas, pues no entra en la política del capitalismo”… “La lucha más importante se celebra entre la población por su control, su dominio. Hay que crear juntas de liberación nacional que dupliquen a los poderes públicos para que los gobiernos se queden en el vacío aislados de la población”… “Ganando población se puede prolongar la guerra al infinito y en tal caso, gana la estrategia de duración -el general tiempo- contra la estrategia de dominio del espacio, de la cantidad de fuerzas y de material de guerra propia de los ejércitos regulares”… “La clave de la victoria es obtener muchas y pequeñas victorias, día a día, hora a hora, manteniendo siempre el principio de libertad de acción”. La elocuencia de este testimonio es irrefutable y en la misma medida surge en forma evidente la ingenuidad de quienes livianamente aceptaron que sólo se trataba de actos de jóvenes idealistas fieles a sus fantasías.
“Por amor al odio” pone objetivamente al descubierto la hipocresía de numerosos políticos y dirigentes que, en un momento clave de la vida de la nación, adhirieron al terrorismo ya sea mediante su militancia a través de organizaciones o bien expresando sus simpatías o solidaridades con sus acciones a las que siempre les encontraron dialécticas justificaciones y que hoy, como si ese pasado no hubiese ocurrido, se hacen los distraídos desde el ejercicio de funciones como gobernadores, ministros, legisladores o jueces. A ellos deben sumarse los que, asustados por sus economías, clamaron por la intervención de las Fuerzas Aradas para luego, superados los miedos y salvados sus intereses, darles las espaldas. Como dijera Séneca “Nadie mira lo que goza dando gratitud a Dios sino lo que le falta para fundar su queja”.
Carlos Manuel Acuña, al refrescar la memoria, molestará a muchos pero otros, más que ellos, estarán muy agradecidos por su esfuerzo constituyente de un testimonio que permitirá a quienes vienen detrás nuestro por la vida conocer la verdad con las pruebas en la mano.
“Por amor al odio” es un libro para ser guardado con la esperanza que su autor conserve la fuerza y tenacidad para seguir escribiendo sobre lo ocurrido a partir del 1o de julio de 1974. Lamentablemente son muy pocos los que se prestan a estos esfuerzos, circunstancia que adquiere mayor relevancia cuando advertimos que enfrente encontramos a un enemigo altamente organizado que con generosos recursos da rienda suelta a sus impulsos sin pudor ni escrúpulos.
Carlos Manuel Acuña es acreedor a nuestro reconocimiento y agradecimiento, tanto por su libro como por su ejemplar conducta al servicio de la verdad cuando la tendencia dominante es el silencio de los cobardes o la traición a la lealtad.
Florencio Varela
PRÓLOGO DEL AUTOR
Este segundo tomo de Por Amor al Odio debió llegar a nuestros lectores algunos meses atrás, pero por varias razones caímos en una demora debida en gran parte a la redacción de un libro intermedio más directamente relacionado con los difíciles momentos por los que atraviesa la república.
Este trabajo tampoco es ajeno a esos pormenores, pero forma parte de una trilogía cronológica de la Guerra Revolucionaria que sufrimos los argentinos. Por cierto, no nos quisimos apartar del orden en que se produjo la catarata de acontecimientos que caracterizaron una de las etapas más trágica de la historia moderna de nuestra Patria y de esa manera comenzamos este segundo tomo donde dejamos el anterior: la asunción a la presidencia de la Nación de Héctor J. Cámpora y con él, el acceso al poder de una de las bandas terroristas más poderosa de esos años: los montoneros. Día a día relatamos la responsabilidad que le cupo a la casi totalidad de nuestras dirigencias políticas cuando convalidaron mediante una ley de amnistía, el forzado indulto presidencial a los terroristas detenidos, muchos de los cuales estaban sentenciados por los crímenes cometidos; la matanza de Ezeiza, el primer enfrentamiento de Perón con la “juventud maravillosa” que había ponderado hasta el instante mismo en que resolvió reemplazar a quien había instalado en la Casa Rosada quien, casi sin quererlo, se convirtió en un instrumento de quienes habían justificado la “lucha armada” para reinstalarlo a Perón en el poder. La paradoja de esta situación pasa a lo largo de estas páginas con la solvencia que permite el registro público de los sucesos y el reconocimiento de los protagonistas, muchos de los cuales volvieron al plano público con el gobierno constitucional inaugurado a fines de 1983, para continuarse durante los años posteriores y ampliar su poder político con el acceso de Néstor Kirchner a la primera magistratura.
Para profundizar la visión histórica que le facilitará al lector el repaso de esta circunstancia, hemos incorporado un capítulo actualizado que reseña brevemente los aspectos puntuales del primer tomo, especialmente aquellos que nos permiten hoy hablar del “setentismo” bajo cuyo signo parece moverse la política argentina después de treinta años, como si ingresáramos en un asombroso túnel del tiempo que marca otro hito en el proceso de decadencia que todavía no hemos revertido.
Este libro analiza y pormenoriza cronológicamente los hechos ocurridos durante esa nueva etapa subversiva, cuando Perón resolvió precipitar su autogolpe político defenestrándolo a Cámpora y organizar su propio retorno al poder pleno y constitucional mediante medidas de notable audacia y forzada legalidad.
Desde la ocupación de las universidades por el marxismo, el copamiento del Comando de Sanidad del Ejército, el tremendo ataque al regimiento de Azul, las decenas y decenas de secuestros que le dieron a las bandas millones de dólares, los asesinatos y atentados ocurridos durante ese período, además de la metódica propaganda que desplegaron, son los sucesos tratados en estas páginas relacionándolos, obligadamente, unos con otros como piezas indivisibles de un mismo conflicto. Por su importancia, describimos con mayor detalle algunas de las muertes trágicas como la del dirigente obrero José Ignacio Rucci y la consiguiente respuesta de Perón al crear la Triple A que fue una de tantas señales demostrativas de que la guerra había llegado a una situación irreversible.
No dejamos ningún factor sin considerar. El Operativo Dorrego, la coordinación de las bandas argentinas con el MIR chileno y Tupamaros del Uruguay así como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, los viajeros a Cuba para formarse militar y doctrinariamente, el rol desempeñado por López Rega hasta después de la muerte de Perón, la enorme gravitación de Gelbard con sus negocios e importantes funciones secretas en el Partido Comunista extendida hasta la presidencia de Isabelita, la lucha interna en el peronismo y la ruptura de los Montoneros el 1o de Mayo de 1974, son algunos de los principales pasajes de este trabajo.
Como lo hicimos con el primer libro, este segundo ejemplar de Por amor al odio tiene un destinatario especial: las nuevas generaciones de argentinos que se aprestan a ocupar los niveles de conducción y dirigencia. El proceso de desinformación que se ha volcado sobre la sociedad argentina posee varios objetivos como también múltiples consecuencias que aparecen en el horizonte histórico. Entre ellas, la más importante es la que nos permite ratificar aquello de que desconocer el pasado implica la reiteración de los errores, que es imposible construir el futuro sin conocer ese pasado que siempre influirá, de una u otra manera, en las decisiones de quienes asumirán las responsabilidades, cualesquiera fueran éstas.
Por eso, queremos brindar estos testimonios rigurosamente comprobados y comprobables en lo que reside, precisamente, nuestra mayor satisfacción. En tal sentido es mi deseo y el de todos aquellos que sumaron esfuerzos para la conclusión de este segundo tomo, reiterar el convencimiento de haber sido fieles a la verdad, incluso en aquellos pasajes que pudieran producir heridas emocionales entre quienes se sientan rozados por estos recuerdos recopilados luego de una paciente investigación.
No puedo concluir sin mencionar a aquellos amigos que contribuyeron a construir este trabajo histórico. En primer término, a aquellos que formaron parte del equipo que día a día se dedicó a expurgar datos, recopilar antecedentes, evaluar las fuentes, corregir con meritoria dedicación y sobre todo, a ejercer una enorme paciencia cotidiana. Ellos son Raúl H. Fernández Schóo, César Barros Bies, Carlos A. Louge y Pablo Coni Molina. Asimismo valoramos muy especialmente el empeño de nuestros amigos Julio Olivieri para concretar la edición y Rafael Sarmiento por el eficiente asesoramiento legal e histórico. Igualmente, destacamos y recordamos con especial afecto a Miguel Carlos Pita, Armando Nobel Valiente, Alfredo Lábougle, Jesús Armando Capellini, Jorge Mones Ruiz, Jaime Smart, Niño García Moritán, Gabriela Caponnetto, Jorge Clemente Bohdziewicz y Roberto Antonio Shaw, quienes de distintas formas pero con el mismo espíritu de colaboración hicieron su desinteresado aporte documental o el de sus experiencias protagónicas cuya mención haría demasiado extenso este prólogo. Finalmente, hago extensivo este agradecimiento a aquellos que por encima de su pertenencia a uno u otro de los sectores enfrentados y que -a su pedido y por razones obvias, no podemos mencionar- llegaron hasta nosotros movidos por el ponderable afán de trasmitir la verdad.
El autor.